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Basta - poesía ed. anotada

De: 
Ángela Castellanos
Fecha: 
16 Abril 2020

Una introducción necesaria.

La poesía como forma particular del arte, refleja la realidad tamizada por la subjetividad del autor; subjetividad predeterminada por la época, el lugar, la educación y los intereses. A la realidad cambiante corresponden reflejos diferentes, más acabados por la experiencia vivida entre dos momentos separados en el tiempo. Ese es el caso de mi poema "Basta".

Los horrores vividos por José Martí en 1870, cuando contaba con dieciséis años de edad, narrados en El presidio político en Cuba, y el Asalto al Cuartel Moncada en 1953, ocurrido en el centenario de su nacimiento, me motivaron a escribir el poema "Moncada", publicado en el número 5, correspondiente a septiembre-octubre de 1978, de la revista cubana Transportes, órgano oficial del Ministerio de Trasportes de Cuba. En dicho poema reflejé la visión que tenía en aquel momento. Hoy, separados por cuarenta y dos años, en "Basta", reflejo el profundo efecto que me causa el hecho indiscutible, de que la narración del adolescente Martí, tiene ahora más vigencia que cuando yo escribí "Moncada".

"Basta" es un canto que me brota de lo más profundo del alma por todos aquellos que sufren hoy en Cuba prisiones y maltratos por la simple razón de pensar diferente al Gobierno. 

ÁNGELA CASTELLANOS
16/04/2020

 

¡BASTA! 1

Santa Ana 2 era un día de falsa fiesta
negra máscara de carnaval,
al cadáver de mi país.
"Dame el yugo, oh mi madre,
de manera que puesto en él, de pie,
luzca en mi frente,
mejor la estrella que ilumina y mata". 3

¿De quién es esta voz que estalla,
cada vez más joven, más tierna,
desde su cabalgadura de héroe? 4
Ciento cincuenta años 5
coronan la voz nunca anciana.
Es una voz del tamaño
de cinco jóvenes
y un niño de cinco años.
Su edad se cuenta en generaciones:
los seguidores, los niños por venir... 6
¿Quién es esta voz de héroe que derribó las madrigueras?
Es todos nosotros: su piel es la del pueblo, sin ojos, sin dientes,
sin testículos, sin huesos.
Parecía que no podría soñar más. 7
¿Serán los relevos de Nicolás? 8
Nicolás como un escarmiento tendido en su lona. 9
"Y se baldeó sobre él y se barrió sobre su cuerpo". 10
Y aun no está muerto.

Nicolás del Castillo:
Setenta y seis años de ropa manchada de sangre,
"andaba a las cuatro y media de la mañana
el trecho de más de una legua", 11
entre canteras y presidios, 12
y dos extensas llagas de túnica 13  sobre pies y manos
despedazados.
Nicolás del Castillo:
el primer nombre de la historia del dolor. 14
Y aun no está muerto.

¿Dónde está, madre, aquella almohadilla
que me enviaste para evitar el roce
de los "grillos" en el alma?,
la que mi padre perfumó con lágrimas,
la que vio mi purulenta herida, madre,
con mezcla de sangre y polvo,
y materia de fango, correr sobre las piedras,
aquella que con espanto "rompió a llorar"
y sus lágrimas caían sobre mis llagas. 15

¡Oh, Cuba, te rajan la espalda varas de cabos y de brigadas
tu cuerpo calcinado sobre canteras, 16
sin ojos, sin testículos, sin huesos 17 esperando que vuelvan
los muchachos que arrancan violines al viento de las blancas mariposas!
¡Qué fuerte Don Nicolás! ¿Brigadier de insurrección? 18
Lo era por su cuerpo fuerte,
por su ira de morir,
una y otra vez en presidio como un escarmiento... 19
Y aun no está muerto.

Volverá junto a José 20 y a los muchachos que arrancan los violines
y se llenan los bolsillos de la esplendidez de las mariposas,
llenos de talones de casas de préstamos
para bonos y carteles.
Los zapatos de vacaciones se volverán emblemas. 21
¿Cómo devolverles a estos muchachos sus figuras, sus ejemplos,
sus rostros frescos, sus músculos limpios? 22
¡Oh, torpe memoria mía que quieres revivir aquí sus bárbaros dolores! 23

Ciento cincuenta ciclos en las raíces de sangre y luto
de este árbol que reventó las canteras.
Ciento cincuenta en el presidio de aquel joven
de dieciséis años, 24 que aun no termina el rudo picar de piedras.
Cargados los hombros con moles de coco, banano, chicha, sal,
piedras de coco, cobre y cal; 25
grillos en los pies, agua hasta la cintura,
bajo doce horas de sol y dos de mitad de sol, 26
por cuestas, pampas, cuevas de petróleo y escaleras de los Andes:
treinta y tres llagas en la espalda, 27 cincuenta cadenas gruesas
cruzándole "tres veces el cuerpo" hambriento, "pálido, demacrado",
abofeteado en su propia puerta, en su ventana,
como un bandido extranjero.
El palo del brigada, tira su múltiple cadáver sobre una piedra y le grita:
¡Aun has de morir esta tarde y aun no estás muerto!

¡Qué tristes las tardes de América cuando se les improvisa de cementerios
y a las piedras de su suelo se les obliga a ser mortajas!
Las blancas rojas canas de Nicolás entre llagas de masas de negro fango... 28
¡Demasiada carga de estrellas entre barrotes!:
¡B A S T A !

ÁNGELA CASTELLANOS
16/04/2020

Notas

1 Con el propósito de facilitar la lectura comparada de las dos versiones del texto, que responden a momentos diferentes, como explica su autora en la introducción, transcribimos íntegramente “Moncada”, antecedido por la reseña al poema, ambos publicados en la revista Transportes, órgano oficial del Ministerio de Transportes de Cuba, n. 5, sept.-oct., 1978, pp. 42-43:

“El manejo del tiempo y conjugar lo racional con lo irracional, es tal vez el mayor acierto de la poesía de Ángela Castellanos Martí, ganadora de uno de los premios del concurso anual “Aracelio Iglesias-Rafael Cabrera Montelier” 1977, que organiza el Sindicato Nacional de Trabajadores de Marina Mercante, Puertos y Pesca. Para ella, este galardón constituye un fuerte estímulo moral, pues según le explicaron había sido finalista en dos grandes certámenes de las letras cubanas, el concurso “26 de Julio de las FAR y el “David” de la UNEAC en los años 69 y 71, respectivamente. Hace tres años que Ángela trabaja en el Centro para el Desarrollo Naval del Ministerio del Transporte, como especialista en información científica y técnica. Cuando tenía la mitad de los años con que cuenta hoy, salió de su casa vistiendo el uniforme de los Jóvenes Rebeldes. Escaló montañas, enseñó y sobre todo, aprendió mucho. Estudió y en 1967 se graduó de Licenciada en Lengua Española, Literatura Hispanoamericana y Cubana. El servicio social lo hizo en las bibliotecas de Matanzas y Santiago de Cuba, lo que contribuyó positivamente para su desarrollo, pues realizó actividades como crítica cinematográfica, primero, y de responsable de Literatura, después, en la Dirección de Extensión Universitaria en Santiago. Luego se desempeñó, ya como trabajadora, en la asesoría nacional de programación infantil del Ministerio de Educación. Sin embargo, al correr del tiempo pidió su ingreso en las actividades marítimas del MITRANS ¿Por qué? Si usted conoce a Ángela Castellanos Martí, sabrá que es una mujer de una voluntad férrea. En el evento científico celebrado por el 250 aniversario de la fundación de la Universidad de La Habana, presentó un trabajo titulado: “El sistema de los buques de carga: un aporte a la semántica estructural” sobre el lenguaje en el mar. También tiene otro “Jerarquía del tema buque en la marina mercante cubana”. Además, ha desarrollado estudios sobre especialidades infantiles acordes a esta rama. Como se comprenderá, el óptimo estudio sobre estos temas exige un medio como el nuestro: entre marinos, buques y términos afines al trabajo que Ángela persigue. Pero hay un ángulo en la personalidad laboral-investigativa y artística de Ángela que no es precisamente el marino, pues ha escrito poemas amorosos y hasta un cuento, mas la primicia temática de su obra en general es lo social. Seguramente la educación temprana influye mucho en ella: hija de tabaquero, su casa era “un nido de comunistas donde se leía y se comentaba cada acontecimiento” —dice—, el taller de lectura le ofreció la oportunidad primera del análisis y la constante influencia de su padre —su mamá trabajaba fuera y el papá ejercía el oficio en casa— dieron a la niña los atributos socio-económicos imprescindibles para la formación del pensamiento. Recuerda que “mi personaje favorito era Espartaco, aventuras heroicas de los muñequitos del periódico HOY”. Cada día, Ángela se entrega al trabajo con esa voluntad férrea que hablábamos para crear algo de lo que produce su imaginación, de lo que ha nacido en su mente; y estudia, busca, analiza muestreos que envía a sus compañeros a los barcos para que los marinos respondan. Su meta actual: viajar en un buque de nuestra marina mercante para demostrar sus tesis. En otros ratos, hace poemas como MONCADA. Ahora trabaja en una composición poética sobre Martí con las mismas estructuras utilizadas en el poema premiado.
Le pregunté:
—¿Lo presentarás al concurso “Aracelio Iglesias-Rafael Cabrera Montelier” 1978?
— Sí.
— Te deseo suerte…”

Moncada

Santa Ana era día de falsa fiesta,
negra máscara de carnaval
al cadáver de mi país.
“Dame el yugo, oh mi madre, de manera
que puesto en él de pie, luzca en mi frente
mejor la estrella que ilumina y mata”.
¿De quién es esta voz que estalla
desde su cabalgadura de héroe?
Ciento veinticinco años
coronan la voz nunca anciana.
Es una voz del tamaño de
cinco jóvenes
y un niño de cinco años.
Su edad se cuenta en generaciones:
la de Mella, la de Abel,
la de los seguidores de Camilo,
la de los niños del futuro…
Cada vez más joven, más tierna.
¿Quién es esta voz de héroe
que derribó la madriguera?
Es todos nosotros. Su piel es la del pueblo.
Sin ojos, sin dientes, sin testículos,
sin huesos;
parecía que no podrían soñar jamás.
¿Serían los relevos de Nicolás?
Nicolás, como un escarmiento, tendido en su lona.
“Y se baldeó una vez sobre él. Y se barrió
sobre su cuerpo.”
Y aún no está muerto.
Nicolás del Castillo;
setenta y seis años de ropa manchada de sangre,
“andaba a las cuatro y media de la mañana
el trecho de más de una legua”
entre canteras y presidios,
y dos extensas llagas de túnica sobre pies y manos
despedazados.
Nicolás del Castillo;
el primer nombre de la historia del dolor,
y aún no está muerto.
¿Dónde está madre aquella almohadilla
que me enviaste “para evitar el roce
de los grillos” en el alma,
la que mi padre perfumó con lágrimas,
la que vio mi purulenta herida, madre,
“con mezcla de sangre y polvo, de materia
y fango” correr sobre las piedras,
aquella que con espanto “rompió a llorar”
y “sus lágrimas caían sobre mis llagas”?
¡Oh, Cuba, te rajaban las espaldas varas de cabos
y de brigadas, tu cuerpo calcinado sobre canteras,
sin ojos, sin testículos, sin huesos,
hasta que los compañeros esperados,
los jóvenes del Asalto, vinieron al fin!
Muchachos que arrancaban violines
al viento de madrugada
con los bolsillos llenos de talones,
de casas de préstamos para bonos y carteles.
Los zapatos, las vacaciones se volvían emblemas.
¿Dónde el que usó su laboratorio para girar los cheques?
— $80.00 de tiros para matar a un tirano y a un funesto día
del almanaque de marzo que negaban
esplendidez a las mariposas.
¡Qué fuerte don Nicolás!
¿Brigadier de insurrección?
lo era por su cuerpo fuerte,
por su ira de morir
una y otra vez en presidio
como un escarmiento,
y aún no está muerto.
Volvió junto a Martí,
con los de la cantera del Moncada
“que vinieron al fin”
¿Cómo devolverle a estos muchachos
sus figuras, sus ejemplos,
sus rostros frescos, sus músculos limpios,
en algunas esquinas y calles aún extrañan el hábito
del sudor que no les regresa?
“¡Oh, torpe memoria mía,
que quiere aquí recordar sus bárbaros dolores!”
Veinticinco ciclos
en las raíces de sangre y luto de este árbol de alegrías
que reventó las canteras.
Ciento veinticinco en el presidio de aquel joven
de dieciséis años que aún no termina el rudo picar de piedras
cargados los hombros con moles de coca, banano,
chicha, sal, piedras de coco, cobre y cal,
grillo en los pies, agua hasta la cintura,
bajo diez horas de sol y dos de mitad de sol,
por cuestas, pampas, cuevas de petróleo y
escaleras de los Andes; treinta y tres llagas
en la espalda, cincuenta cadenas gruesas
cruzándole “tres veces el cuerpo” hambriento,
“pálido, demacrado”, abofeteado en su propia
puerta, en su ventana,
como un bandido extranjero,
el palo del brigada tira su múltiple cadáver
sobre una piedra y le grita:
¡Aún has de morir otra vez esta tarde!
Y aún no está muerto.
¡Qué tristes las tardes de América
cuando se les improvisa de cementerio
y a las piedras de su suelo
se les obliga a ser mortajas!
Las rojas canas de Nicolás
Con masas de negro fango entre llagas,
también a su lado dan a luz a un Moncada Continental.
¡Qué demasiada carga de estrellas entre barrotes!
¡BASTA!

2 Santa Ana se celebra el 26 de julio. En Cuba se festejaba, antiguamente, el día de esta santa, madre de la virgen María, protectora de los abuelos y encargada, ante la divinidad, de la población y sus bienes. Actualmente la tradición se mantiene en Campo Florido, donde la Procesión de Santa Ana continúa como una de las expresiones de la cultura popular. En 1953, un grupo de hombres y mujeres pertenecientes a la juventud del Partido Ortodoxo liderada por el entonces abogado Fidel Castro, autoproclamados y reconocidos después como la Generación del Centenario por conmemorarse ese año el centenario del natalicio de José Martí, asaltaron el 26 de julio los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, con el propósito de derrocar al dictador Fulgencio Batista. Aunque los ataques resultaron fallidos, sembraron la semilla para el nacimiento del Movimiento 26 de Julio (M-26-J), que eventualmente llevó a Fidel Castro y su ejército al poder tras el triunfo de la revolución de 1959, devenida dictadura del proletariado. A partir de entonces fue declarado el 26 de Julio como Día de la Rebeldía Nacional.

3 El poema dialoga con el legado de la obra martiana. En este caso cita textualmente el fragmento final de “Yugo y estrella”, perteneciente al poemario “Versos libres”, nunca publicado en vida del autor (V. José Martí: Obras completas. Edición crítica, t. 14, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, pp. 142-143. (En lo adelante, para simplificar el aparato de notas, José Martí aparecerá como JM, y la edición crítica de sus Obras completas como OCEC). A continuación transcribimos el poema completo:

Yugo y estrella

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso,
De mí y de la Creación suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Este, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Esta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña,
Esta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Todo el que lleva luz, se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
Como que crea, crece!
Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur vertió su voz sagrada,
—La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire puro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso más sube en la sombra!
—Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.

4 En “Moncada” la expresión que se utiliza es más sintética: “¿De quién es esta voz que estalla/ desde su cabalgadura de héroe?” Se omite el entrecomillado y el verso intermedio (“cada vez más joven, más tierna”), que aparece colocado algunos versos más adelante (V. “Moncada”).

5 Ciento cincuenta años se conmemora en 2020 de la entrada a presidio de José Martí (1870), y ciento cincuenta en 2021 de que publicara en España su alegato El presidio político en Cuba (1871). De ahí la diferencia de fechas de “¡Basta!” con respecto a “Moncada”, publicado en 1978, cuando se cumplían ciento veinticinco años del nacimiento de nuestro Apóstol y veinticinco del asalto al cuartel Moncada.

6 Aquí, “Basta” resuelve en un verso lo que en “Moncada” se recrea con un carácter testimonial más directo: “la [generación] de Mella, la de Abel,/ la de los seguidores de Camilo,/ la de los niños del futuro…/ Cada vez más joven, más tierna”.

7 “Parecía que no podría soñar más”: este verso ancla al poema a la atmósfera —que lo va penetrando en su totalidad — de El presidio político en Cuba, del que extraemos, para ejemplificar, el siguiente fragmento, en el cual Martí narra su encuentro con los reclusos el 5 de abril de 1870, luego de ser condenado por infidencia a seis años en el Presidio Departamental de La Habana, donde ingresó el 4 de abril con el número 113, brigada I de blancos, en la división llamada La Criolla (V. JM: “Castillo”, OCEC, 3ra. ed., 2010, t. 1, nota 2, p. 51 : “Los tristes de la cantera vinieron al fin. Vinieron, dobladas las cabezas, harapientos los vestidos, húmedos los ojos, pálido y demacrado el semblante. No caminaban, se arrastraban; no hablaban, gemían. Parecía que no querían ver; lanzaban solo sombrías cuanto tristes, débiles cuanto desconsoladoras miradas al azar. Dudé de ellos, dudé de mí. O yo soñaba, o ellos no vivían. Verdad eran, sin embargo, mi sueño y su vida; verdad que vinieron, y caminaron apoyándose en las paredes, y miraron con desencajados ojos, y cayeron en sus puestos, como caían los cuerpos muertos del Dante. Verdad que vinieron; y entre ellos, más inclinado, más macilento, más agotado que todos, un hombre que no tenía un solo cabello negro en la cabeza, cadavérica la faz, escondido el pecho, cubiertos de cal los pies, coronada de nieve la frente.// —¿Qué tal, don Nicolás? dijo uno más joven, que al verle le prestó su hombro” (V. JM: “El presidio político en Cuba”, ibíd., pp. 73-74). (Las cursivas son de la editora. En lo adelante será así siempre que aparezcan, si no se indica otra fuente).

8 Al anciano Nicolás del Castillo se le conoce y recuerda gracias al testimonio martiano. Fue condenado, según se decía en presidio, por ser brigadier en la insurrección. Su humanidad y su nombre Martí los convierte en símbolo de la verdad desnuda cual grito de denuncia, ante la cual no caben argumentos ni argucias que puedan ocultar el horror de la iniquidad y la injusticia. He aquí otro fragmento de El presidio… que vale la pena recordar: “Vi la llaga, y no pensé en mí, ni pensé que quizás el día siguiente me haría otra igual. Pensé en tantas cosas a la vez: sentí un cariño tan acendrado hacia aquel campesino de mi patria; sentí una compasión tan profunda hacia sus flageladores; sentí tan honda lástima de verlos platicar con su conciencia, si esos hombres sin ventura la tienen, que aquel torrente de ideas angustiosas que por mí cruzaban, se anudó en mi garganta, se condensó en mi frente, se agolpó en mis ojos. Ellos, fijos, inmóviles, espantados, eran mis únicas palabras. Me espantaba que hubiese manos sacrílegas que manchasen con sangre aquellas canas. Me espantaba de ver allí refundidos el odio, el servilismo, el rencor, la venganza; yo, para quien la venganza y el odio son dos fábulas que en horas malditas se esparcieron por la tierra. Odiar y vengarse cabe en un mercenario azotador de presidio; cabe en el jefe desventurado que le reprende con acritud si no azota con crueldad; pero no cabe en el alma joven de un presidiario cubano, más alto cuando se eleva sobre sus grillos, más erguido cuando se sostiene sobre la pureza de su conciencia y la rectitud indomable de sus principios, que todos aquellos míseros que a par que las espaldas del cautivo, despedazan el honor y la dignidad de su nación” (ibíd., p. 76).

9 En el siguiente fragmento de Castillo, que Martí pone en boca de los reclusos, nos dice: “Al siguiente día, a las cuatro y media de la madrugada, hora en que se llama para el trabajo, el anciano magullado no había abierto los ojos: permanecía sin movimiento en el pedazo de lona embreada, que es todo lo que constituye aquí la cama. Nadie pudo creer que aquel día por lo menos saliera para el trabajo. Y salió sin embargo. Como él no lo podía ejecutar se le arrojó en un carretón sobre las tablas del mismo, golpeando su cabeza a cada choque del camino erizado de piedras. Al llegar, se le dieron golpes para que se levantara, y como no podía hacerlo, a las seis de la mañana fue arrojado sobre un montón de piedras, en el que permaneció bajo el sol de los trópicos durante once horas, que son las diarias del trabajo. Y esto sucedió durante algunos días. Al cabo, tanto lujo de crimen se hizo público, tanto refinamiento de barbarie indignó a algunos peninsulares de influencia, lográndose por medio de ellos, que don Nicolás quedara en las galeras unos días sobre el suelo, y que por único remedio se pusieran treinta y tres ventosas en sus espaldas despedazadas”. (JM: “Castillo”, OCEC, ed. cit., p. 53. Con ese título fue publicado el 24 de marzo de 1871 por el periódico de Cádiz La Soberanía Nacional, un artículo de José Martí similar en contenido y tono a la Sección VI de El presidio…, que fuera dado a conocer en forma de folleto en España ese mismo año. El artículo iba precedido de la siguiente nota: “Sin comentario alguno, porque realmente no lo necesita, pero con la profunda convicción de que el servicio más patriótico que hacemos a España, es el de que se entere de la verdad de lo que pasa en Cuba, y con el objeto de llamar la atención del Gobierno, y especialmente del Sr. Ministro de Ultramar, insertamos a continuación el relato que se nos ha entregado, y de cuya autenticidad no abrigamos la menor duda”. [V. nota 1, ibíd., p. 50]. En El presidio…, puede leerse: “Sobre un pedazo mísero de lona embreada, igual a aquel en que tantas noches pasó sentada a mi cabecera la sombra de mi madre; sobre aquella dura lona yacía Castillo, sin vida los ojos, sin palabras la garganta, sin movimiento los brazos y las piernas” [ibíd., p. 79])

10 Aquí la autora sintetiza, a modo de cita, el siguiente fragmento de El presidio...: “Y pasó algún tiempo tendido en su lona. Y se baldeó una vez sobre él. Y se barrió sobre su cuerpo” (ibíd., p. 81).

11 Cita textual. V. JM: “El presidio…”, ibíd., p. 77.

12 Las Canteras de San Lázaro, situadas a dos kilómetros del Presidio, eran accesibles desde la Calzada de San Lázaro, posiblemente el camino más antiguo de los extramuros de La Habana. Más allá del Hospital de San Lázaro, por un desvío de la Calzada, se atravesaba un terreno quebrado, de formación caliza, con hondas depresiones y pequeñas eminencias escarpadas, hasta llegar a La Criolla, cantera propiedad del acaudalado catalán José María Sardá, división a la que Martí fue asignado (V. JM: “Castillo”, OCEC, ed. cit., t. 1, nota 2, p. 51; p. 339).

13 La autora rescata para el poema esta palabra que Martí utiliza con carácter alegórico en El presidio…, con anterioridad a la sección dedicada a Nicolás del Castillo. Veamos: “Unos hombres envueltos en túnicas negras llegaron por la noche y se reunieron en una esmeralda inmensa que flotaba en el mar.// ¡Oro! ¡Oro! ¡Oro! dijeron a un tiempo, y arrojaron las túnicas, y se reconocieron y se estrecharon las manos huesosas y movieron saludándose las cadavéricas cabezas”. (JM: “El presidio…”, sección III, ibíd., p. 65)

14 Esta estrofa, en la que, como vimos, se reitera el recurso de la cita textual, resume en síntesis poética varios momentos de “El presidio…”. He aquí algunos fragmentos: “Aquel anciano de cabellos canos y ropas manchadas de sangre tenía setenta y seis años, había sido condenado a diez años de presidio, y trabajaba, y se llamaba Nicolás del Castillo. ¡Oh, torpe memoria mía, que quiere aquí recordar sus bárbaros dolores! ¡Oh, verdad tan terrible que no me deja mentir ni exagerar! Los colores del infierno en la paleta de Caín no formarían un cuadro en que brillase tanto lujo de horror” (ibíd., p. 74).// “Una tarde don Nicolás picaba piedra con sus manos despedazadas, porque los palos del brigada no habían logrado que el infeliz caminase sobre dos extensas llagas que cubrían sus pies” (ibíd., p. 77).// “Los hombres de corazón escriben en la primera página de la historia del sufrimiento humano: Jesús. Los hijos de Cuba deben escribir en las primeras páginas de su historia de dolores: Castillo” (ibíd., p. 74). (Cursivas en el original)

15 Así en El presidio…: “¡Y qué día tan amargo aquel en que [mi padre] logró verme, y yo procuraba ocultarle las grietas de mi cuerpo, y él colocarme unas almohadillas de mi madre para evitar el roce de los grillos, y vio al fin, un día después de haberme visto paseando en los salones de la cárcel, aquellas aberturas purulentas, aquellos miembros estrujados, aquella mezcla de sangre y polvo, de materia y fango, sobre la que me hacían apoyar el cuerpo, y correr, y correr! ¡Día amarguísimo aquel! Prendido a aquella masa informe, me miraba con espanto, envolvía a hurtadillas el vendaje, me volvía a mirar, y al fin, estrechando febrilmente la pierna triturada rompió a llorar! Sus lágrimas caían sobre mis llagas; yo luchaba por secar su llanto; sollozos desgarradores anudaban su voz, y en esto sonó la hora del trabajo, y un brazo rudo me arrancó de allí, y él quedó de rodillas en la tierra mojada con mi sangre, y a mí me empujaba el palo hacia el montón de cajones que nos esperaba ya para seis horas. ¡Día amarguísimo aquel! Y yo todavía no sé odiar” (ibíd., p.77).

16 En el poema, la figura de Nicolás termina asimilándose a la visión en el presente de la patria ultrajada, como una vuelta a la semilla. Veamos en “Castillo” la narración que Martí pone en boca de los compañeros del anciano: “‘El anciano Castillo picaba piedras: uno de los vigilantes habló con el brigada, este hizo levantar al anciano, mandándole cargar cajones: desde el punto donde estaba la piedra en que debía amontonarse se hallaban dos cabos de vara y el brigada. Cada vez que el viejo Nicolás pasaba por delante de cada uno de ellos, recibía un palo: al retorno, se verificaba lo mismo. A la hora, el cajón rodó de la cabeza; los brazos se abrieron; el anciano cayó desmayado entre el polvo de las piedras.// Caer desmayado aquí no significa siquiera que se les dé o que se les rocía con agua. Significa una nueva dosis de palos, hasta que el brigada estime que no puede cargar más. Eso sucedió a don Nicolás. Su cuerpo casi inerte fue conducido entre dos compañeros, por todo el camino […], de cerca de legua y cuarto, y fue presentado en la visita diaria que hace el médico. Levantada la camisa, se le hizo notar que su pulso apenas latía, y que no podía hablar. El facultativo expresó que aquello se curaba con baño de canteras, y en consecuencia, a don Nicolás nada se hizo; ni un vaso de agua se le mandó a dar. Lo ejecutado con aquel infeliz procedía de una orden: esa orden la había dado el comandante: este no podía ignorar las rigurosas consecuencias de su determinación’” (ibíd., p. 52).

17 A partir de aquí, lo que sigue (“[…] esperando que vuelvan/ los muchachos que arrancan los violinas al viento de las blancas mariposas!”) cambia con respecto a “Moncada”, donde se contextualiza la realidad poética con elementos testimoniales de los días previos a los hechos del 26 de julio de 1953. Así en “Moncada: “hasta que los compañeros esperados/ los jóvenes del Asalto, vinieron al fin!/ Muchachos que arrancaban violines/ al viento de la madrugada/ con los bolsillos llenos de talones/ de casas de préstamos para bonos y carteles./ Los zapatos, las vacaciones se volvían emblemas/ ¿Dónde el que usó su laboratorio para girar los cheques?/ $80.00 de tiros para matar a un tirano y a un funesto día/ del almanaque de marzo que negaban/ esplendidez a las mariposas.

18 V. nota 8.

19 El recurso de reiteración, o recurrencia (“una y otra vez”, “y aún no está muerto”, “volverá”, etc.), sugiere la permanencia del ultraje y el despotismo como prácticas sostenidas hasta el presente, dentro de una sociedad que no logra emanciparse de ellas, mientras la imagen sufriente de don Nicolás —de Cuba prisionera—, se levanta (“Y aún no está muerto”), acusadora, con la fuerza de su propia inocencia. El uso de ese recurso de reiteración que utiliza Martí para denunciar la realidad del presidio, se recupera en el poema con el mismo propósito, ante una realidad que pervive. Nos dice Martí: “y todo repetido incansablemente un día y otro día y una hora y otra hora, y doce horas cada día” (ver fragmento completo en la nota 26).

20 “Martí” en “Moncada”. Nótese que en esa versión el tiempo verbal está en pretérito, que se sustituye en “Basta” por futuro: “volverá”.

21 En este fragmento, desde el comienzo de la estrofa, “Basta” sintetiza elementos que en “Moncada” aparecían en un momento anterior. V. nota 17.

22 A partir de este verso, “Moncada” añade: “en algunas esquinas y calles aún extrañan el hábito/ del sudor que no les regresa?”.

23 En “Moncada” esta expresión se entrecomilla. V. cita textual martiana en la nota 14.

24 Dieciséis años tenía José Martí cuando fue condenado a presidio.

25 Las canteras estaban formadas por numerosos y elevados montones de piedras de distintos tamaños, como los cabezotes, rejones y “matacanes” de cal viva y de cocó. (V. JM: OCEC, ed. cit., t. 1, nota p. 339). Martí nos dice: “Es la cantera extenso espacio de ciento y más varas de profundidad. Fórmanla elevados y numerosos montones, ya de piedra de distintas clases, ya de cocó, ya de cal, que hacíamos en los hornos, y al cual subíamos con más cantidad de la que podía contener el ancho cajón, por cuestas y escaleras muy pendientes, que unidas hacían una altura de ciento noventa varas. Estrechos son los caminos que entre los montones quedan, y apenas si por sus recodos y encuentros puede a veces pasar un hombre cargado. Y allí, en aquellos recodos estrechísimos, donde las moles de piedra descienden frecuentemente con estrépito, donde el paso de un hombre suele ser difícil, allí arrojan a los que han caído en tierra desmayados, y allí sufren, ora la pisada del que huye del golpe inusitado de los cabos, ora la piedra que rueda del montón al menor choque, ora la tierra que cae del cajón en la fuga continua en que se hace allí el trabajo” (ibíd., pp. 77-78).

26 “Al pie de aquellas moles reciben el sol, que solo deja dos horas al día las canteras; allí, las lluvias, que tan frecuentes son en todas las épocas, y que esperábamos con ansia porque el agua refrescaba nuestros cuerpos, y porque si duraba más de media hora nos auguraba algún descanso bajo las excavaciones de las piedras, allí el palo suelto, que por costumbre deja caer el cabo de vara que persigue a los penados con el mismo afán con que esquiva la presencia del brigada, y allí, en fin, los golpes de este, que de vez en cuando pasa para cerciorarse de la certeza del desmayo, y se convence a puntapiés. Esto, y la carrera vertiginosa de cincuenta hombres, pálidos, demacrados, rápidos a pesar de su demacración, hostigados, agitados por los palos, aturdidos por los gritos; y el ruido de cincuenta cadenas, cruzando algunas de ellas tres veces del cuerpo del penado; y el continuo chasquido del palo en las carnes, y las blasfemias de los apaleadores, y el silencio terrible de los apaleados, y todo repetido incansablemente un día y otro día y una hora y otra hora, y doce horas cada día: he ahí pálida y débil la pintura de las canteras” (ibíd., p. 78. Las cursivas resaltan los fragmentos integrados en los versos que siguen del poema).

27 V. fragmento extraído de “Castillo” en la nota 9 (“[…] treinta y tres ventosas en sus espaldas despedazadas”). En otro momento del mismo artículo, Martí describe: “Vi una llaga que cubría las espaldas del anciano: destilaba sangre por unos lados, materia pútrida por otro: en los alrededores, se veían señales recientes de un número considerable de ventosas. Y sin embargo, ese hombre, ese anciano trabajaba, y trabaja en las Canteras de San Lázaro.// Mis ojos fijos, inmóviles, espantados, eran mis únicas palabras. Sabía yo que allí se nos castigaba; sabía que se nos trataba con crueldad; pero no podía creer, ni que la crueldad llegara a tal refinamiento, ni que el castigo llegara hasta la iniquidad. No lo podía creer porque era aún un niño, y no pudiendo concebirlo, exclamé: Pero eso ¿se lo han hecho aquí? ¿Y por qué se lo han hecho?// […] ‘¿qué delito, o qué falta cometió don Nicolás para tanto castigo?—Ninguno, respondieron a una voz los que me rodeaban. Se ha dicho que don Nicolás era brigadier en la insurrección’” (ibíd., pp. 51-53).

28 Entre este y el que sigue la autora eliminó un verso: “también a su lado dan a luz un Moncada Continental”. V. “Moncada”, nota 1.

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