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La otra cara de la enseñanza en Cuba: la Escuela en el Campo

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La otra cara de la enseñanza en Cuba: la Escuela en el Campo

Octubre 22, 2022 - 16:59
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El régimen tenía en 1972 un gravísimo problema: 750.000 jóvenes en edad escolar ni estudiaban ni trabajaban. ¿Qué iba a ser del 'hombre nuevo'?

La combinación del estudio y el trabajo —experimento instaurado desde los primeros años de la Revolución— derivó en la "Escuela al Campo por 45 días", que consistió en la movilización de los estudiantes de las enseñanzas media y media-superior a actividades agrícolas durante ese período en cada curso escolar. La Escuela en el Campo fue la continuidad de la Escuela al Campo. Esa segunda modalidad incluyó a las Escuelas Secundarias Básicas (ESBEC), donde los estudios se combinaban con  el trabajo durante todo el curso en internados construidos en zonas rurales.

Ambos métodos estaban dirigidos a convertir a los estudiantes en fuerza productiva, y continuar la formación del "hombre nuevo", iniciada desde 1959 con la militarización de la enseñanza, propósito que Ernesto Guevara teorizó en "El socialismo y el hombre en Cuba".

El plan en su primera modalidad (Escuela al Campo) incorporó las movilizaciones masivas de estudiantes a la agricultura los fines de semana siempre que se considerara necesario, y 15 días del período vacacional de julio y agosto. Involucró, asimismo, a los jóvenes de todos los niveles de enseñanza: en la primaria se le denominó Fuerzas de Acción Pioneril (FAPI); en secundaria, y preuniversitario, Brigadas Estudiantiles de Trabajo (BET) —además de los 45 días en el campo—; y en la enseñanza superior, las Brigadas Universitarias de Trabajo Social (BUTS).

La intensificación del plan ocurrida en los años 70 fue determinada por la presión que el boom de nacimiento de la década anterior ejerció sobre la necesidad de nuevas aulas y maestros. La base económica para sostener tan costoso proyecto fue posible gracias al mejoramiento de las relaciones con la URSS, y posteriormente a los préstamos e inversiones de los países capitalistas.

Adoctrinamiento, militarización y hombre nuevo

Según cifras citadas por Fidel Castro en su discurso de clausura del II Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), el 4 de abril de 1972, la población de jóvenes y adolescentes entre 12 y 18 años ascendía entonces a aproximadamente un millón, del cual 250.000 estaban estudiando y 750.000  —mayores de 16 años atrasados de la escuela primaria— ni estudiaban ni trabajan.

La forma de la ejecución del plan la definió el líder de la Revolución de la siguiente manera: "La mitad de esos 750.000 son mujeres, que no estudian, que no adquieren un oficio, y que trabajarán si quieren o no. […] No están ni en la escuela, ni están en la fábrica, ni son estudiantes, ni están en la Juventud (UJC). ¿Quién las educa? ¿Cómo las educan? Y esos son problemas reales, que tenemos que encontrarles solución […] En 1980 los comprendidos en esa edad llegarían a ser más de un millón y medio; otros dos millones y medio de menos de 12 años; por tanto, hasta la edad de 25 años habrá una masa de unos de cinco millones […]. Es con relación a esa masa que la Unión de Jóvenes Comunistas tiene que trabajar […] El problema lo vamos a resolver […] Aplicando consecuentemente el principio de la combinación del estudio y el trabajo, aplicándolo en todos los niveles de la enseñanza. […] Vamos a empezar por los centrales azucareros. Y después, cuanta fábrica se construya en este país, con la industria hay que construir al lado el politécnico […] Cuanta fábrica importante se haga en este país hay que construirle la correspondiente instalación escolar al lado, para que se combine allí el estudio y el trabajo".

Transcurrida más de una década de poder revolucionario, 750.000 jóvenes en edad escolar —la materia prima para producir al hombre nuevo— ni estudiaban ni trabajaban. Cifra que, según las palabras de Fidel  Castro, aumentaría hasta unos cinco millones para 1980. La combinación del estudio y el trabajo, que antes se había implementado de manera esporádica, ahora asumía carácter permanente, lo cual requería de la construcción de escuelas y la formación de maestros.

Con ese fin, en septiembre de 1972 —en un mismo día— se inaugurarían 40 ESBEC con capacidad para 20.000 alumnos; en 1973 se abrirían capacidades para otros 80.000 estudiantes; en 1974 las capacidades nuevas no bajarían de 100.000 por año. "De manera —expresaría Fidel— que en 1980 podemos tener un millón de jóvenes de ambos sexos estudiando y trabajando, entre los 12 y los 18 años".

En cuanto a los maestros, en aquel mismo discurso planteó: "Hay que desarrollar, a través de las organizaciones estudiantiles y de la Juventud (UJC), un movimiento de captación de jóvenes de décimo grado para que marchen a enseñar a las secundarias en el campo, bajo la dirección de profesores con más experiencia, e inscribiéndose en el Instituto Pedagógico […]. No hay otra fórmula que acudir a los alumnos del décimo grado, y reclutar no menos de 2.000 este año, y no menos de 5.000 el próximo año. Y así sucesivamente".

¿Cuál fue el resultado?

En las Escuelas en el Campo se destinaron millones de toneladas de cemento, así como otros tantos millones de toneladas de petróleo que la URSS enviaba a Cuba para los casi 2.000 ómnibus rusos encargados de transportar a los estudiantes semanalmente hasta sus viviendas. Se edificaron cientos de escuelas habilitadas con modernos laboratorios, y se garantizó una alimentación adecuada.

Tal estructura logística, que siempre fue insostenible, se derrumbó con la perestroika soviética encabezada por Mijaíl Gorbachov, quien disminuyó las subvenciones de dicho plan. El golpe a la dependiente economía cubana ocasionado por la posterior caída de la URSS, impactó en todos los órdenes de la vida en la Isla, y el sistema de educación no fue la excepción.

Para solucionar el colapso derivado de la insuficiencia crónica de personal docente —agravada ahora por la migración y el flujo masivo de maestros hacia otros sectores como el turismo en busca de mejores condiciones de vida o salarios más altos—, se formaron  miles de maestros "emergentes" y se nombró un profesor general integral para cada 15 alumnos, que impartía todas las materias excepto Inglés y Educación Física. Algunas de esas escuelas contaron con banda de música, cuyos instrumentos fueron adquiridos en países como Inglaterra y Austria.

A pesar de la gigantesca inversión en construcciones, equipamiento de primera clase, alimentos y transporte, el experimento dirigido a aumentar la producción agrícola, crear al hombre nuevo y convertir a Cuba en "el país más culto del planeta", se fue a bolina.

Unos años después, con los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido Comunista (2011), el programa de la Escuela al Campo fue desapareciendo. Los edificios fueron abandonados y desmantelados. Algunos se convirtieron en viviendas para los campesinos que se comprometieran a repararlos con el fin de garantizar la fuerza de trabajo en el campo, mientras otros pasaron a refugios para damnificados de los fenómenos atmosféricos. O sea, se los tragó la tierra.

Desde el punto de vista antropológico, el desgajamiento de los jóvenes de sus familias a tan temprana edad provocó traumas en niños y adolescentes que trabajaban como adultos sin ser remunerados, mientras el deterioro de las condiciones materiales  en las instalaciones y las particularidades del sistema creado, propició un clima de promiscuidad y depauperación de la condición humana, que incidió en la deformación  de varia generaciones de cubanos.

En las Escuelas en el Campo aquellos jóvenes "medio descarriados" que Fidel Castro mencionó en la clausura del II Congreso de la UJC, que ni estudiaban ni trabajan, en su mayoría se acabaron de "descarriar". Y el país recogió lo que se sembró. Lo positivo, si algo positivo hubo en el Plan de las Escuelas en el Campo, fue demostrar que tal método, lejos de materializar en la práctica el propósito martiano de educar, lo tergiversó y pervirtió en sus raíces más profundas.

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