Aciertos y desaciertos: Ramón Grau San Martín (1944-1948)
Murió en Cuba y nunca se le erigió un monumento, pero sus aciertos y desaciertos encierran valiosas enseñanzas.
Ramón Grau San Martín (La Palma, Pinar del Río, 1881- La Habana, 1969). Médico y político. Profesor de Fisiología de la Universidad de La Habana. Participó en la lucha contra Gerardo Machado, cumplió prisión y marchó al exilio, donde participó en la fundación de la Junta Revolucionaria. En 1933 Integró la Pentarquía y presidió el Gobierno de los Cien Días. En febrero de 1934 fundó el Partido Revolucionario Cubano Auténtico (PRCA). En 1940 presidió la primera etapa de la Asamblea Constituyente y fue candidato a la presidencia de la República en ese año. Electo presidente en las elecciones de 1944.
El contexto
Según una encuesta realizada por la revista Bohemia antes de los comicios de 1944, Grau gozaba de gran popularidad por las medidas que había implementado durante el Gobierno de los Cien Días, del cual se declaraba continuidad. A su favor tenía el alza del precio del azúcar a causa de la Segunda Guerra Mundial. En contra, carecía de la mayoría en el Congreso, en los gobiernos provinciales y municipales.
Con una coalición conformada por una izquierda reformista nacionalista, que quería la renovación civil del país, pero no una revolución, Grau prometió que su Gobierno, llamado "de la cubanidad", mejoraría las condiciones de vida del pueblo, pondría fin a la corrupción y lograría la independencia económica del país; promesas que infundieron grandes esperanzas en los cubanos.
Su Gabinete contó con Raúl de Cárdenas en la vicepresidencia; Carlos Prío Socarrás de primer ministro; Carlos Azcárate, un abogado que había sido consultor de la Secretaría de Gobernación del Gobierno de los Cien Días, en el Ministerio de Trabajo; su primo, José de San Martín, en la Construcción; en Educación, primero Diego Vicente Tejera (hijo) y luego José Manuel Alemán; en Agricultura, el impulsor de la reforma agraria auténtica, Germán Álvarez Fuentes; y Paulina Alsina de Grau, viuda de su hermano, como Primera Dama de la República, quien ejerció enorme influencia en las decisiones gubernamentales.
Su obra de gobernación
Grau recibió el Tesoro con un déficit de 3,5 millones de pesos y en los primeros dos meses lo cerró con un superávit de seis millones, lo que auguraba un buen comienzo en el manejo de los fondos públicos. Facilitó la entrada al país de medios de producción y materias primas para las industrias surgidas durante la guerra, logrando un aumento en la producción de calzados, textiles, alcohol, cerveza, productos de caucho, fármacos, juguetes, caramelos y conservas de frutas.
Desarrolló un plan constructivo que llenó La Habana de parques y otras obras, como la Fuente Luminosa, conocida popularmente como el "Bidet de Paulina", ubicada en el cruce de la Avenida de Rancho Boyeros y la Avenida 26. Por esa labor a su ministro de la Construcción, José de San Martín, le llamaban "Pepe Plazoleta".
Estableció la jornada de verano en los comercios y la colegiación obligatoria de todos los profesionales; creó la caja de los retiros textil, henequeneros, tabacaleros y abogados; recuperó las bases militares construidas por EEUU en Cuba durante la Segunda Guerra Mundial; prohibió el aumento de los alquileres de viviendas y los desahucios; estableció sanciones para los comerciantes especuladores; y fijó un sueldo mínimo para los empleados públicos. Anunció una reforma agraria que se limitó a la suspensión de los desalojos campesinos y a la parcelación de 5.400 hectáreas en Venta de Casanova (antigua provincia de Oriente). Inició un censo agrícola nacional, celebró ferias y exposiciones ganaderas, y creó frigoríficos, dos cooperativas pesqueras y dos mercados libres en La Habana.
El sindicalismo durante su mandato
Para 1945 la negociación colectiva predominaba en la solución de los conflictos entre obreros y patronos. La Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), con medio millón de afiliados, se había convertido en un importante factor de poder, lo que explica la disputa entre los partidos políticos por su control. En el IV Congreso de la CTC celebrado en diciembre de 1944 —controlado por los comunistas— participó la Comisión Obrera Nacional (CON) del Partido Auténtico, y el presidente Grau asistió al acto inaugural. En ese ambiente de aparente colaboración entre Gobierno y sindicatos se realizó un aumento general de salarios, un incremento en la tarifa para los cosecheros de tabaco y se estableció un sueldo mínimo de 60 pesos para los empleados del Estado. Se instauró la Caja del Retiro Social de Obreros y Empleados de la Industria Azucarera, se dio un día adicional de descanso semanal a los empleados de oficinas y del comercio durante los meses de verano, y se intervinieron empresas cuyos dueños se negaron a cumplir las leyes sociales establecidas. Sin embargo, las medidas más significativas fueron los diferenciales azucareros.
En 1945, de una producción de más de cuatro millones de toneladas de azúcar, el Gobierno reservó 250.000 para venderlas a otros países a siete centavos la libra, casi al doble del precio al que se le vendía a EEUU. Con los ingresos de la venta benefició a los obreros y colonos azucareros, subsidió alimentos importados, construyó escuelas y erigió otras obras de beneficio general. Este fue el primer diferencial azucarero.
En 1946, en las negociaciones con EEUU para la venta del azúcar, la delegación cubana —con la participación de una representación sindical encabezada por el líder azucarero Jesús Menéndez— logró incluir una cláusula de garantía mediante la cual se aumentaba el precio del azúcar en proporción al aumento de los precios de las mercancías que Cuba adquiría en EEUU. La cláusula arrojó 36 millones de pesos adicionales, que se distribuyeron entre los factores de la producción. Los obreros obtuvieron un ingreso adicional de 29 millones de peso en ese año. Y una cifra aún mayor en el año 1947. Este fue el segundo diferencial azucarero.
La lucha política entre auténticos y comunistas por el control de la CTC se agudizó y definió en el V Congreso, el cual sesionó como dos cónclaves paralelos: uno bajo la dirección de los comunistas y el otro de los auténticos. Por resolución del ministro del Trabajo, Carlos Prío Socarrás, en octubre de 1947, se declaró legítimo al segundo. Después del V Congreso se renunció al diferencial azucarero y se perdieron parte de las conquistas alcanzadas, aumentó la carestía de la vida y proliferó el pandillerismo.
Corrupción, violencia y pandillerismo
La corrupción venía de la Colonia. Los funcionarios públicos y los jueces —sostiene el historiador británico Hugh Thomas— estaban tan mal pagados, que la misma se convirtió en una forma de recompensa. La Colonia siguió viviendo en la República, donde la dependencia cubana del azúcar generaba inestabilidad e incitaba al uso del erario público para lucrar. Aunque personalmente Grau se mantuvo apartado de la corrupción, e incluso no tuvo como otros presidentes una residencia campestre, pero se ha dicho que cuando le insinuaban alguna oportunidad económica, remitía a su interlocutor a su cuñada Paulina.
Al mal de la corrupción se unió el de la violencia como método predominante para dirimir los conflictos. Las bandas gangsteriles, que emergieron de las organizaciones que combatieron a Gerardo Machado, fueron utilizadas para fines políticos mediante el otorgamiento de prebendas. Ese nefasto vínculo entre corrupción, violencia y pandillerismo tomó fuerza durante el Gobierno de Grau. Si entre 1934 y 1944 esos grupos cometieron 16 atentados, con 14 muertos y 10 heridos; entre 1944 y 1948 realizaron 69 atentados, con 59 muertos y 53 heridos, según contabiliza Newton Briones Montoto (General regreso, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005).
Entre las principales bandas armadas estaban la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR), de Emilio Tro, jefe de la policía suburbana; la Acción Revolucionaria Guiteras (ARG), de Eufemio Fernández; y el Movimiento Socialista Revolucionario (MSR), de Mario Salabarría, jefe de la policía secreta, las cuales escenificaron constantes derramamientos de sangre como el escenificado en el reparto Orfila, en Marianao, entre los hombres de Mario Salabarría y de Emilio Tro, con el saldo de cinco muertos, entre ellos una mujer embarazada, y varios heridos.
Una mención especial le corresponde a José Manuel Alemán, ministro de Educación, quien patrocinó la formación de la "Legión del Caribe", un ejército clandestino para derrocar al Gobierno de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, en el que tomaron parte, junto a exiliados dominicanos, miembros de la pandillas mencionadas. Alemán utilizó el inciso K, de la Ley de Ampliación Tributaria, para desviar parte de los fondos que ingresaban al Ministerio de Educación. Obligado a renunciar por una moción de confianza que el Senado presentó en su contra, Grau lo nombró ministro sin cartera. E integró el Bloque Alemán-Grau-Alsina (BAGA), un poder creado dentro del Partido Auténtico con vistas a la elecciones de 1948. Finalmente, en octubre de ese año, Alemán robó impunemente millones de pesos del Tesoro de la República y se trasladó a Miami.
A los hechos citados hay que añadir, entre otros, la oposición de Grau a la creación de un Tribunal de Cuentas y la desaparición, en el Capitolio Nacional, del diamante de 25 quilates que marcaba el kilómetro cero de la Carretera Central, el cual apareció tres meses después sobre su mesa de trabajo.
La pérdida de prestigio dividió al autenticismo. Eduardo Chibás, uno de los fundadores del Partido Auténtico, crítico de la corrupción, aspiraba a ser nominado candidato a las próximas elecciones presidenciales, pero Grau lo relegó y optó por Carlos Prío Socarrás. En respuesta Chibás fundó el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) y desató una estruendosa campaña radial que mermó considerablemente la credibilidad del Gobierno auténtico.
A manera de conclusión
Grau, quien había despertado esperanzas por su actuación en 1933, durante el Gobierno de los Cien Días, demostró con su actuación la inutilidad del populismo desposeído de la voluntad para hacer corresponder la palabra con los hechos. La bonanza económica que disfrutó su Gobierno, resultado de la venta de azúcar durante la Segunda Guerra Mundial, le permitió desarrollar obras constructivas, aumentar la producción de artículos nacionales, dictar medidas beneficiosas para el pueblo y respetar las libertades públicas y de expresión. Sin embargo, gobernó de espaldas al semiparlamentarismo establecido por la Constitución de 1940, y toleró la corrupción y el pandillerismo. Careció de la integralidad necesaria para encabezar exitosamente la política de la nación. Como expresó el historiador Hugh Thomas, su gobierno terminó en decepción y desilusión.
Como los presidentes Tomás Estrada Palma y Carlos Mendieta, Grau San Martín murió en Cuba. Nunca se le erigió un monumento, pero sus aciertos, y especialmente sus desaciertos, encierran valiosas enseñanzas. Su valor radica en nuestra disposición y capacidad para tener en cuenta esa memoria histórica para la Cuba que, después de tantas décadas de estancamiento y retroceso, está dando fuertes señales de renacimiento.