Aciertos y desaciertos: Fulgencio Batista (1940-1944)
Sin proceder de la Guerra de Independencia, pobre y mulato, con una cultura adquirida por esfuerzo personal, fue elegido democráticamente como presidente.
Fulgencio Batista y Zaldívar (Banes, Holguín, 1901-Marbella, España, 1973) Militar, político y periodista. Hijo de un veterano que combatió en la Guerra de Independencia a las órdenes del general José Maceo. De niño trabajó con su padre en labores de campo y asistió a una escuela de cuáqueros. De joven laboró en diversos oficios, desde cortador de caña y reparador de vías férreas hasta dependiente de comercio.
Ingresó al Ejército en 1921, se licenció y se alistó nuevamente en 1923. Siendo militar estudió taquigrafía en el Colegio San Mario, un centro donde impartió gramática comercial; dio clases en el Colegio Milanés, especializado en temas empresariales; y enseñó Taquigrafía y Mecanografía de forma privada. Por oposición obtuvo una plaza de sargento taquígrafo. Para mejorar su economía personal, de forma paralela llevaba libros comerciales, administraba bienes y revendía frutos del campo, lo que le permitió comprar un automóvil. De forma autodidacta empleó el tiempo libre en su autoformación, adquirió un alto nivel cultural y dominó el idioma inglés.
Por sus conocimientos desempeñó funciones de seguridad en la Guardia Presidencial de Alfredo Zayas, en el Estado Mayor y en otras dependencias del Ejército. El 4 de septiembre de 1933 se inició en la política con la sublevación de los sargentos que destituyó a la alta oficialidad del Ejército y exigió la renuncia del presidente Carlos Manuel de Céspedes (hijo). Fue ascendido a coronel y jefe del Estado Mayor por el Gobierno de la Pentarquía.
Desde las Fuerzas Armadas devino figura determinante en la política cubana. En diciembre de 1939 se licenció del Ejército para presentarse como candidato a los comicios presidenciales y resultó electo presidente de la República en 1940.
El contexto
Fulgencio Batista asumió la magistratura después de una década de inestabilidad política, y con dificultades económicas. Las exportaciones de azúcar —de la cual dependía la economía del país— habían disminuido su valor, entre 1937 y 1939, de 187 a 147 millones de dólares, y sin posibilidad de solicitar créditos hasta tanto Cuba pagara la deuda pendiente contraída durante el Gobierno de Gerardo Machado.
Para enfrentar el reto y cumplir con la Constitución de 1940, nombró un primer ministro e integró a su Gabinete a figuras representantes de su coalición: Gustavo Cuervo Rubio, Carlos Saladrigas, José Manuel Cortina, Amadeo López Castro, Andrés Morales del Castillo, Oscar García Montes, Rafael Díaz-Balart (padre), el coronel Arístides Sosa de Quesada. Los comunistas Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez fueron ministros sin cartera; y del ABC, Joaquín Martínez Sáenz y Emeterio Santovenia. Del Partido Auténtico, Carlos Hevia, como presidente de la Oficina Reguladora de Precios de Alimentos. Ese pacto entre el Gobierno y la oposición le brindó estabilidad a su magistratura.
Su obra de gobierno
Integró los servicios públicos que estaban bajo la dirección del Ejército a los organismos cívicos correspondientes; una decisión que generó descontento en los mandos militares y desembocó, en 1941, en la conspiración de los coroneles José Eleuterio Pedraza, Ángel A. González y Bernardo García, la cual fue abortada por la acción rápida y resuelta de Batista, quien adscribió el Ejército y la Marina al Ministerio de Defensa Nacional, y la Policía al Ministerio de Gobernación. La derrota de la conspiración consolidó su autoridad como jefe constitucional de las Fuerzas Armadas y como presidente de la República.
El 7 de diciembre de 1941, en respuesta al ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor, EEUU se incorporó a la Segunda Guerra Mundial. Cinco días antes de ese ataque, el Congreso cubano declaró el estado de emergencia nacional: "Cuba —dijo Batista— será copartícipe real; verdadero jugador en el equipo de los Aliados, cumpliendo cualquier tarea que se le encomendara como contribución a la victoria democrática". Y el 9 de diciembre Cuba declaró la guerra a Japón, Italia y Alemania.
Aunque el Ejército cubano no participó en los campos de batalla, apoyó con el azúcar y en otras funciones. En 1942 y 1943 suscribió dos convenios secretos de cooperación militar y naval, mediante los cuales Cuba permitió a EEUU establecer bases aéreas en San Antonio de los Baños, San Julián y en el aeródromo de Camagüey. Cuba persiguió a los submarinos alemanes en aguas territoriales y en los mares próximos, y ayudó a la formación y custodia de convoyes marítimos para el transporte de mercaderías y materiales de guerra. En esos dos años los submarinos nazis hundieron varios barcos mercantes cubanos, ocasionando decenas de muertos y heridos; mientras la Marina cubana hundió a uno de los submarinos alemanes, y un espía nazi, Heinz August Luning, fue apresado y fusilado en La Habana en noviembre de 1942.
La situación económica, como se dijo antes, era desfavorable. EEUU solo compraba algo más de dos millones de toneladas de azúcar, de una producción de cuatro millones; a un precio inferior a los dos centavos la libra. Pero, como la guerra requería mayor cantidad de azúcar y de mieles, EEUU compró a Cuba el total de azúcar producida en las cuatro zafras de 1942 a 1945, excepto la cantidad necesaria para el consumo nacional. En total, 13.804.648 toneladas, cuyo valor, unido al de las mieles, alcanzó un estimado de 967.874.282 dólares. Además de esos ingresos, el Gobierno norteamericano otorgó un crédito a Cuba a través del Export-Import Bank, por 30 millones de dólares.
En 1943 EEUU intentó reducir la zafra azucarera a 2,6 millones de toneladas, de las cuales compraría dos millones a 2,60 centavos la libra. Gracias a las negociaciones, Cuba logró elevar la producción a 2,8 millones de toneladas y vender la libra a 2,99 centavos. Luego, como la guerra provocó una escasez de azúcar mayor a la prevista, la zafra de 1944 se fijó en 4,25 millones de toneladas, lo que aportó al país 330 millones de dólares, que permitieron aumentar el salario a los trabajadores para compensar el aumento del costo de la vida.
Por esos resultados, entre 1940 y 1944 los sindicatos obtuvieron incrementos salariales por cerca de 500 millones de pesos, lo cual representó un aumento del 108% frente al crecimiento del costo de la vida del 84%. El Gobierno privó a los patrones y empresas de la potestad de despedir trabajadores, y se creó la Caja de Retiro y Asistencia Social de los Obreros y Empleados de la Industria Azucarera.
Como parte de la cooperación con los Aliados, Cuba desarrolló un papel activo en el plano internacional. Participó en varias conferencias interamericanas y de Naciones Unidas, incluyendo la Conferencia Internacional Monetaria de Bretton Woods, EEUU, en 1944, donde se creó el Fondo Monetario Internacional.
A diferencia de los dos primeros años, en los que la guerra ocupó la mayor atención, en la segunda mitad del mandato presidencial de Fulgencio Batista la venta del azúcar y el empréstito permitieron concentrarse en las construcciones. Se reparó y amplió la Carretera Central. Se construyeron carreteras auxiliares, caminos, acueductos y alcantarillados en varias ciudades, y el edificio de la Sociedad Económica Amigos del País. Se ejecutaron obras de regadío y de frigoríficos para conservar los frutos de fácil descomposición en las zonas agrícolas. Se edificaron hospitales y centros sanitarios de elevada calidad, como el de Maternidad Obrera, de Marianao, uno de los exponentes del Art Decó en La Habana, y centros educacionales para rehabilitación y para niños sin hogar. Se modernizaron las cañerías del viejo Acueducto Albear. Se creó la Comisión de Fomento Nacional para la proyección, administración y ejecución de esas obras. Se inició el reparto de tierras del Estado a familias campesinas. Y, para crear una reserva de oro, que conjuntamente con el Producto Interno Bruto brindara un fuerte sustento al valor del peso cubano, el Gobierno realizó una importante compra de este metal.
Al finalizar su mandato, la coalición gubernamental —integrada por los partidos Liberal, Demócrata, ABC y Socialista Popular— designó a Carlos Saladrigas como candidato a presidente para enfrentar a Grau San Martín por los partidos Auténtico y Republicano.
El famoso escritor y biógrafo alemán, Emil Ludwig, quien estuvo en Cuba en 1944, escribió lo siguiente: "Batista podía posponer las elecciones o falsearlas. Sus adversarios habían asegurado que el Dr. Carlos Saladrigas sería electo por medios fraudulentos, como lo hicieron centenares de sus predecesores en América, o los tres dictadores de Europa en su época. Para evacuar la duda sobre la conducta que Batista seguiría, de forma sorpresiva le pregunté cuáles eran los motivos que tenía para celebrar elecciones dentro de breve plazo en vez de continuar en el poder. La respuesta fue democrática. Me respondió que: 'Tenía que ajustarse a la Constitución y a las leyes'. Esto lo dijo sin denunciar emoción alguna, como se dicen las cosas naturales. Con esa acción Batista prestó un servicio incalculable al prestigio de todo el continente... que pudo fácilmente alterar por medio de la violencia, con el Ejército y la astucia".
Emil Ludwig terminó su juicio con las siguientes palabras: "Por primera vez desde hace muchas décadas se pregonaba y escribía en toda Europa: '¡Hay pues una verdadera democracia en América! ¡Lo ha demostrado la más joven de todas las repúblicas!'" (Biografía de una isla: Cuba, Editorial Centauro, México, 1948). Batista, al conocerse los resultados, felicitó a los vencedores.
A manera de conclusión
Batista hizo poco respecto a la promulgación de las leyes complementarias; en cambio estableció un pacto entre el Gobierno y la oposición que le brindó estabilidad al país durante su magistratura. Realizó una destacada colaboración con los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial y desarrolló un amplio programa de fomento nacional que dotó al país de nuevas vías de comunicaciones, centros docentes, hospitales, y creó una reserva de oro, que junto al Producto Interno Bruto, le brindaron la fuerza que adquirió el peso cubano.
Resulta inadmisible que capítulos de nuestra historia, escritos cuando en el mundo había muy poca democracia y a Cuba se le señalaba como ejemplo, la historiografía y el discurso oficial ignoren su labor positiva y lo presenten solo con el título de dictador. Sus cuatro años de presidente tienen mucho de útil para la Cuba venidera y su figura, con sus aciertos y errores, tendrá que ser restablecida en el panteón de los mandatarios cubanos.
Fulgencio Batista, sin proceder de la Guerra de Independencia, carente de riquezas, pobre, mulato y de procedencia obrera, con una cultura adquirida por esfuerzo personal en un país de arraigados prejuicios raciales, fue elegido democráticamente como presidente de la República y cumplió con los preceptos establecidos constitucionalmente. Con él se clausuró la Primera República y se inauguró la Segunda.