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Rafael Montoro y el autonomismo

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Rafael Montoro y el autonomismo

Diciembre 13, 2019 - 11:16

Rafael Montoro

Rafael Montoro y Valdés (1852-1933), político, filósofo, abogado, orador, economista, crítico literario y periodista, nacido en España y nacionalizado en Cuba. Licenciado en Derecho Civil y Canónico en la Real y Literaria Universidad de La Habana, posteriormente cursó estudios en Nueva York y en Madrid, donde conoció a José Martí.

En Filosofía, influido por Hegel, sostuvo una postura opuesta al positivismo, corriente filosófica que predominó en Cuba en los pensadores desde Félix Varela hasta Enrique José Varona.

En cuanto a sus ideas política, Montoro consideraba a las libertades como derechos sin cuyo ordenado ejercicio era imposible la existencia de un pueblo libre; a la democracia, como coexistencia de diversas tendencias; a los partidos políticos, como partes de un todo al que le antecede la sociedad; al derecho de asociación, como un ejercicio en que los hombres de un mismo pensamiento y consagrados a unas mismas aspiraciones se reúnen para alcanzar lo que es imposible por separado; al derecho de reunión, como encuentro de pensamientos comunes que en el contacto se convierten en verdadera comunión; a la libertad de pensamiento, como aquella que lleva consigo el derecho de expresión y difusión; a la opinión pública, resultado del comercio de ideas entre ciudadanos, que solo puede llevarse a cabo por medio de la prensa, de las reuniones y del principio de asociación.

Sus discursos parlamentarios son un ejemplo de oratoria clara y rica. Manuel Sanguily lo ubicaba entre los mejores oradores de España y el de más altas facultades en Cuba; mientras Salvador Bueno calificó a Montoro como el guía, el maestro, el alma y el verbo del Partido Autonomista. En la vida cultural colonial los autonomistas fueron importantes exponentes y críticos de la producción intelectual de su época.

Rafael Montoro fue Miembro de Número de la Academia Nacional de Artes y Letras desde su fundación; Miembro de la Academia de la Historia de Cuba; Miembro de la Real Academia Española; publicó cientos de artículos en diferentes medios de prensa de Cuba y de España; en la República fue secretario de la Presidencia entre 1913 y 1921, y entre 1921 y 1925 ocupó la Secretaría durante el Gobierno de Mario García Menocal.

Montoro asumió la democracia liberal y progresiva, basada en el reconocimiento y la garantía de la personalidad humana, con todos sus derechos y determinaciones. Planteaba la necesidad de acometer una profunda transformación en Cuba, pues consideraba que en nuestras instituciones había un obstáculo tradicional que era preciso cambiar. Ese cambio lo emprendió desde el autonomismo, cuyo fundamentó es la evolución y no la revolución.

La oposición al independentismo, que propugnaba el cambio por la vía revolucionaria, se reflejó en la acción y el discurso de las más destacadas figuras del autonomismo, como José María Gálvez y José Bruzón, quienes condenaron el llamamiento a las armas.

José Martí, el político más brillante del siglo XIX cubano, consideraba que los autonomistas “eran hombres que seguían un camino equívoco, pero que había que contar con ellos para construir la República a la que aspiraba al terminar el conflicto bélico“. Para Martí, la falta mayor de esa corriente política era “su desconfianza en las condiciones y capacidades de los cubanos para emprender un camino independiente”.

La historia del autonomismo es un capítulo de la historia del reformismo, corriente política presente en Cuba desde 1790 hasta 1867 y resurgida en 1878 con la fundación del Partido Liberal que Rafael Montoro lideró por más de veinte años.

Desde mi punto de vista, la contradicción entre autonomismo e independentismo no es tema concluido. El programa autonomista propugnaba la igualdad de derechos políticos entre cubanos y españoles; la aplicación de la ley de imprenta; y la extensión a Cuba de las leyes civiles, penales y mercantiles que regían en la península. Mi pregunta es: ¿cuál es el argumento para negar que el autonomismo no conduciría a la independencia a través del eslabón mediador de la evolución? ¿Por qué los cambios sociales, que son permanentes, tendrían que anclarse en la autonomía?

Sergio Aguirre, destacado historiador marxista, identificaba la nación con el independentismo, pero esa “identidad” es insuficiente para demostrar qué el autonomismo no podía conducir a la independencia. Según Aguirre, los autonomistas quieren “que los cubanos se gobiernen a sí mismos, con ciertas limitaciones”, tal como si el autogobierno fuera contrario a la nación y a la independencia. Repito, ¿por qué la historia se detendría en la autonomía? El fracaso del autonomismo no confirma los criterios adversos a esa corriente política. Las causas se encuentran en otra parte: cuando Antonio Cánovas del Castillo, presidente del gobierno de España resultó asesinado, fue sustituido en octubre de 1897 por el liberal Práxedes Mateo Sagasta, quien, aunque partidario de la guerra a toda costa, se vio obligado a conceder la autonomía a Cuba como último y tardío esfuerzo.

El 25 de noviembre de 1897 se promulgó el Decreto aprobando el régimen autonómico, que entraría en vigor el 1 de enero de 1898. Ya en el mes de noviembre Valeriano Weyler había sido sustituido por el general Ramón Blanco. El nuevo gobierno, bajo el mando del Gobernador General, quedó formado por un Consejo de Secretarios con un presidente y cinco miembros, donde figuraban las figuras principales del partido autonomista: José María Gálvez, Antonio Govín, Rafael Montoro y Francisco Zayas.

En ese complejo escenario el gobierno autonómico enfrentó la terquedad de España, los motines de los integristas, la amenaza de intervención norteamericana y la intransigencia independentista. La autonomía fue, como demostraron los hechos, una decisión fuera de tiempo. En diciembre de 1898, al publicarse la Constitución autonómica en La Gaceta de La Habana, los sectores opuestos realizaron una manifestación elogiando a Valeriano Weyler e insultando a Ramón Blanco. Al mes siguiente, otras manifestaciones atacaron las sedes de los periódicos La Discusión y el Diario de la Marina, lo que obligó al general Blanco a utilizar las tropas para restablecer la calma. Desordenes utilizados por el Gobierno de Estados Unidos para despachar al acorazado Maine hacia aguas cubanas.

El estallido del Maine, el bloqueo naval a la Isla y la guerra impidieron al gobierno autonomista implementar su programa político y económico. El 20 de octubre de 1898 se disolvió el Parlamento y el 24 de noviembre el gobierno dimitió en bloque, aunque se mantuvo en funciones hasta el 1 de enero de 1899, cuando se produjo el traspaso de poder al gobierno de ocupación.