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Lo único que podría cambiar la suerte del Partido Comunista de Cuba

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Lo único que podría cambiar la suerte del Partido Comunista de Cuba

Abril 16, 2021 - 08:04
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El PCC inaugura hoy su VIII Congreso sin otro proyecto que la continuidad.

Hoy, 56 años después de su creación, el segundo Partido Comunista de Cuba (PCC) inaugura su VIII Congreso. A diferencia de otros partidos comunistas, incluyendo el primero, fundado en Cuba en 1925, el PCC no se creó para generar un cambio sino para defender lo cambiado después de declararse el carácter socialista de la Revolución y de que el Gobierno tuviera el poder absoluto concentrado en una persona.

Surgido de las fuerzas políticas que participaron en la lucha insurreccional (Movimiento 26 de Julio, Directorio Revolucionario 13 de marzo y Partido Socialista Popular), el PCC se refrendó en la Constitución de 1976 como partido "único, martiano, fidelista, marxista y leninista... fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado". Desde ese momento y desde esa anómala condición de Partido-Estado-Gobierno ha decidido el destino de la nación cubana: el socialismo es el único camino posible.

El Partido-Estado-Gobierno, en su papel de sostén del nuevo orden establecido, fue un factor clave en la anulación de las libertades ciudadanas, en el intento de homogeneizar la pluralidad social y convertir al ciudadano en masa, en la estatización de la economía que condujo al estancamiento y al retroceso al determinar central y verticalmente qué, cuándo y cómo hacer cada cosa, para desembocar, a pesar de las subvenciones y los préstamos capitalistas que mantuvieron al país artificialmente, en una crisis estructural con considerables daños materiales y espirituales. ¿Por qué ocurrió así?

El término partido, etimológicamente, significa parte. Los partidos políticos son agrupaciones de una parte, no de toda la sociedad; por tanto, con la denominación de único inmovilizó a los cubanos y se desnaturalizó; de ahí que los esfuerzos por validarlo como tal, resultan tan absurdos como su propia denominación.

El argumento de que José Martí fundó un solo partido —como si fuera posible para un político fundar varios a la vez— oculta que lo creó para dirigir la guerra de la cual había de nacer la República; no, como él mismo expresara, para dominar y prohibir la existencia de partidos diferentes después del triunfo. Así lo expuso en carta a José Dolores Poyo: "Es mi sueño que cada cubano sea hombre político enteramente libre", algo imposible de lograr en ausencia de diversas opciones.

Otros argumentos como el que "la existencia de la nación depende de la unidad y que el multipartidismo sería aprovechado por el imperialismo" fueron utilizados para eliminar al resto de los partidos y a la institucionalidad en que sustentaban su existencia. Eso fue lo que sucedió en fecha tan temprana como febrero de 1959, cuando la Constitución de 1940 fue sustituida, sin consulta popular, por la Ley Fundamental del Estado Cubano, la cual permitió al poder revolucionario actuar sin someterse a otros preceptos que no fueran los suyos.

Tampoco la declaración de "fuerza superior" tiene lógica en ausencia de otras fuerzas "inferiores", que le reconozcan tal supremacía. Finalmente, para eternizar su status, las constituciones de 1976 y de 2019, redactadas desde el poder, prohíben la formación de nuevos partidos políticos.

El resultado no podía ser otro. El partido único resultó tan útil para sus creadores como inútil para la nación cubana, encallada en una grave crisis. En esa condición, después de siete cónclaves, el PCC inaugura su VIII Congreso sin otro proyecto que la continuidad.

Lo único que podría cambiar su suerte, y nada indica que pueda ocurrir, es, primero, reconocer el fracaso y discutir la formación de micros, pequeñas y medianas empresas, con personalidad jurídica, y libertades para producir, comprar y vender al margen del monopolio estatal, para que los cubanos puedan desplegar sus conocimiento e iniciativas; así como legitimar las demás libertades ciudadanas como complemento de lo primero. Es decir, regresar al punto donde se torció el camino de la revolución de 1959; un "retroceso" necesario como única forma de avanzar.