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El poder popular, un enfermo en fase terminal en Cuba

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El poder popular, un enfermo en fase terminal en Cuba

Noviembre 20, 2021 - 08:22
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En lugar de proceder a los cambios que la realidad cubana demanda, Miguel Díaz-Canel ha trasladado la solución de la crisis al campo de la conceptualización.

La crisis económica, devenida crisis política, y el empecinamiento de no cambiar nada que afecte el poder del Partido-Estado-Gobierno, ha conducido al intento de resucitar una institución que está agonizando: el llamado poder popular.

La participación de los pueblos en las decisiones de sus países ha recorrido una larga historia. En Cuba su evolución, grosso modo, evolucionó de forma progresiva desde el poder omnímodo del Gobierno colonial hasta la Constitución de 1940; para luego, a partir de 1959, describir un proceso regresivo que ha conducido prácticamente a un punto de la historia anterior a las reformas introducidas en 1878, resultado de la Paz del Zanjón con la que terminó aquella la guerra iniciada diez años antes.

La ausencia de los cubanos —como pueblo— en las decisiones de su país y de sus proyectos de vida personal y familiar, en los últimos 60 años, se manifestó en indiferencia hacia la producción y los servicios, luego en las boletas depositadas en blanco en las urnas, en el voto negativo a las candidaturas únicas y en la creciente inasistencia a las  "elecciones" y, más recientemente, en las crecientes protestas en todo el país que han tenido su punto más alto en las actividades del Movimiento San Isidro, en la concentración frente a la sede del Ministerio de Cultura y de forma masiva en todo el país en las manifestaciones públicas del 11J que estremecieron al poder.

En lugar de proceder a los cambios que la realidad cubana demanda, el presidente y primer secretario del Partido Comunista (PCC), Miguel Díaz-Canel, ha trasladado la solución de la crisis al campo de la conceptualización. En sus habituales recorridos y reuniones —después del 11J— el tema del poder popular ha ocupado los primeros planos de su labor.

El 30 de septiembre, en la reunión virtual con los delegados municipales del Poder Popular, el presidente dijo: "en Cuba se trabaja con la unidad de poderes a través de órganos que tienen funciones diferentes, porque el concepto de poder que se usa aquí en Cuba, en la revolución cubana, es el concepto de poder popular, que está subordinado o se construye con el concepto de soberanía popular". Y al clausurar el II Pleno del PCC y la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), los días 24 y 28 de octubre, volvió sobre el tema.

En el Pleno del PCC y de la ANPP, Díaz-Canel repitió que el poder popular "consiste en que es intransferible, que tiene sustento en la soberanía popular y que se articula en la estructura estatal a través de órganos con diferentes funciones". Dijo casi lo mismo que reza en el Artículo 3 de la Constitución: "En la República de Cuba la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado. El pueblo la ejerce directamente o por medio de las Asambleas del Poder Popular y demás órganos del Estado que de ella se derivan, en la forma y según las normas fijadas por la Constitución y las leyes".

Las definiciones clásicas de soberanía son bien longevas. Nicolás Maquiavelo, filósofo y político italiano, en 1513 los definió como "poder supremo para gobernar"; Juan Altusio, jurista y filósofo alemán, en 1603 introdujo el concepto de soberanía popular, el cual no puede ser enajenado ni transferido, pero sí representado por un gobernante designado, que puede ser destituido por el pueblo; y Jean-Jacques Rousseau, escritor y filósofo francés, en 1762 sentenció que la soberanía, como poder del pueblo se trasmite, pero no la voluntad.

Si la soberanía es poder, radica en el pueblo y no se transfiere, significa que el pueblo siempre es el soberano. Por tanto, cuando no la ejerce directamente la delega, pero no la transfiere. En el caso de Cuba, según la Constitución, el pueblo delegó la soberanía en las Asambleas del Poder Popular y demás órganos del Estado.

El problema radica en el enorme trecho entre el dicho y el hecho. Veamos:

El Artículo 5 de la Constitución establece que "el PCC es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado"; por tanto, la ANPP ocupa un lugar inferior al PCC.

La Constitución no fue elaborada por delegados elegidos por el pueblo, sino designados por la ANPP, a propuesta del PCC.

Los candidatos a diputados de la ANPP son seleccionados por la Comisión de Candidatura —integradas por representantes de las organizaciones de masas— subordinadas constitucionalmente al PCC.

La Comisión de Candidatura goza de potestad para incluir en las nóminas al 50% de los candidatos sin ser electos por el pueblo. La misma elige o designa a los jefes de los órganos del Estado.

El presidente de la República según define la Constitución, representa al Estado y dirige su política general, pero el Artículo 109 dice que "la ANPP elige al presidente de la República".

Si la Comisión de Candidatura determina la composición de la ANPP y esta elige al presidente de la República y ambas se subordinan directa o indirectamente al PCC, entonces es en el Partido y en su Buró Político donde radica la soberanía, es decir, el poder.

Cuando la soberanía es realmente poder del pueblo, al delegarse se controla a través de las elecciones periódicas y libres, la separación de los poderes públicos y la participación activa de los ciudadanos a través de la sociedad civil. Tres factores ausentes en el escenario político cubano.

Resulta que la crisis y su profundización tienen precisamente, entre sus principales causas, la inexistencia de elecciones libres, de la división de poderes y de la sociedad civil autónoma. Por lo cual, si esos requisitos no se restablecen, a pesar de del esfuerzo en la conceptualización, la crisis seguirá inexorablemente su rumbo hacia la hecatombe.

45 años después de establecido el llamado poder popular, que no es sino, el control totalitario impuesto, fracasó. La mejor prueba de ello es que el presidente, al decir que, "defender el poder popular, es defender la sostenibilidad y la viabilidad del socialismo en Cuba", sin proponérselo arribó a una conclusión lógica: el actual sistema carece de sostenibilidad y viabilidad.

El hecho inocultable es que la profundización de la crisis estructural en que Cuba está inmersa ha coadyuvado a la toma de conciencia del pueblo, de que el poder popular no representa ningún beneficio en sus maltrechas condiciones de vida. Es decir, el llamado poder popular, si es que lo tuvo, perdió su encanto, enfermó y está en fase final.