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El partido revolucionario cubano, el manifiesto de Montecristi y la crisis actual

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El partido revolucionario cubano, el manifiesto de Montecristi y la crisis actual

Abril 21, 2020 - 16:45
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El 10 de abril del año 1892 José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano (PRC). Tres años después, el 25 de marzo de 1895, junto al General en Jefe, Máximo Gómez, firmó el Manifiesto de Montecristi: el programa de la revolución.

Separados de esos acontecimientos patrios por 128 y 125 años respectivamente, Cuba sumida durante décadas en una crisis social crónica, ha recibido de la pandemia Covid-19, un golpe adicional de efectos incalculables. A primera vista parecería que nada tiene que ver una cosa con la otra, pero la memoria histórica demuestra que no es así.

El 10 de octubre de 1889 dijo: “Todo lo de la patria es propiedad común, y objeto libre e inalienable de la acción y el pensamiento de todo aquel que haya nacido en Cuba. La patria es dicha de todos, y no feudo ni capellanía de nadie” .

En Con todos y para el bien de todos, pronunciado en Tampa, el 26 de noviembre de 1891, expresó: “A la guerra del arranque, que cayó en el desorden, ha de suceder, por insistencia de los males públicos, la guerra de la necesidad en la que su derecho de hombre es lo que buscan los cubanos en su independencia” .

En 1982, al fundar el PRC, dejó establecido que en el mismo se unen “de modo que en la conquista de la independencia de hoy vayan los gérmenes de la independencia definitiva de mañana”.

En abril de 1893 escribió: “La grandeza es esa del Partido Revolucionario: que para fundar una república, ha empezado con la república. Su fuerza es esa: que en la obra de todos, da derecho a todos. Es una idea lo que hay que llevar a Cuba: no una persona”.

Y en marzo de 1895, en el Manifiesto de Montecristi, expresó: “La guerra no es… el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior para lanzarse a la ligera en un conflicto sólo terminable por la victoria o el sepulcro”.

La base económica de la patria soñada por Martí era la de muchos pequeños propietarios; una idea que había sido enarbolada en Cuba a principios del siglo XIX por el Obispo Espada y que él la resumió así: “Es rica una nación que cuenta muchos pequeños propietarios. No es rico el pueblo donde hay algunos hombres ricos, sino aquel donde cada uno tiene un poco de riqueza”.

En la República, en a Constitución de 1940 se refrendaron “la existencia y legitimidad de la propiedad privada en su más amplio concepto de función social” y las libertades cívicas y políticas. Mientras la revolución de 1959, concentró el poder, eliminó la propiedad privada y desmontó la institucionalidad existente, la sociedad civil y desapareció el ciudadano. Esa transformación constituye la causa principal del estancamiento sufrido por Cuba y de la ausencia de una economía capaz de evitar las aglomeraciones generadas por la escasez.

Rememorar las ideas de Martí acerca de la guerra, el partido y la república, permite establecer tanto la relación como su distanciamiento con lo que ocurre en la Cuba de hoy.

La patria no se puede identificar con un Estado, un Gobierno, un líder, una ideología o con un partido. Los partidos políticos son asociaciones de un sector, representantes de una parte de la sociedad. Convertirlos en representante de toda la sociedad requiere de un grado tan alto de democratización interna, que dejaría de ser un partido; a menos que se cree para un objetivo específico, como hizo José Martí con el PRC. De lo contrario, la declaración de cualquier partido como fuerza única o superior de la sociedad, constituye una violación de los derechos políticos del resto de la sociedad y un acto contra la dignidad humana. La prueba de ello es el Partido Comunista de Cuba, que para su implantación tuvo que eliminar el resto de los partidos políticos y mantener la represión contra los que se desean organizar de forma independiente.

Las bases fundacionales del PRC no contenían nada acerca del supuesto papel después de la victoria. Y es lógico que así fuera, pues su función, como hemos dicho, era unir en un propósito común a todos los que, compartían el ideal independentista, para conducir la nave de la revolución hasta la República. Esa diversidad fue la que Martí convocó para sustituir la espontaneidad, fomentar la unidad de los combatientes, sustituir el caudillismo y conformar la República con todos y para el bien de todos. Eso explica que, concluida la guerra, Tomás Estrada Palma, delegado del PRC en sustitución de Martí, consideró concluida la a misión del PRC. Decisión que publicó en el periódico Patria, el 21 de diciembre de 1898, dirigida a los cuerpos de consejo, clubes y agentes del partido.

Más absurdo aún resulta aatribuirle a Martí la autoría intelectual del Asalto al cuartel Moncada en 1953 y situarlo como fundamento del proceso que condujo al actual sistema totalitario y a la miseria material y espiritual en que estamos sumidos.

Carece de todo fundamento plantear que el PRC tenía que continuar existiendo en la República. Incluso, aceptando la absurda tesis de que Martí preveía su existencia después del triunfo, habría que aceptar también, la tesis contraria de que lo haría en competencia con otros partidos, no declarando al suyo como partido único, como ocurre hoy con el Partido Comunista. Algo inconcebible en el autor de esa expresión tan profunda: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

La ignorancia y tergiversación de los principios martianos está entre las causas de la crisis cubana y de la imposibilidad de salir adelante sin cambiar el modelo en que se sustenta; un modelo que está llegando al punto de no poder -como ha hecho hasta ahora- continuar distribuyendo pobreza. Sin ese cambio Cuba descendería, no al punto anterior a la pandemia, sino hasta un estado de ingobernabilidad donde todos, pueblo y gobierno, seremos perdedores.