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El negro después de 1959

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El negro después de 1959

Junio 23, 2020 - 06:14
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Como expuse en el trabajo acerca del racismo y la discriminación racial en la República, la ausencia de una política dirigida a disminuir las diferencias acumuladas impidió a los cubanos negros y mulatos participar en condiciones de igualdad respecto a los blancos.

La Constitución de 1940 declaró ilegal y punible la discriminación, pero la Ley complementaria para hacer efectiva esa formulación nunca se promulgó. Los pocos avances se obtuvieron gracias al debate público y al asociacionismo ciudadano; factores vitales pero insuficientes para erradicar un mal enraizado en la conciencia.

La revolución de 1959 abrió las puertas a los negros a lugares antes prohibidos y creó posibilidades de empleos y de instrucción. Sin embargo, la consideración de que el racismo era causado por la división clasista de la sociedad, y que con su eliminación desaparecería, neutralizó el golpe brindado al racismo institucionalizado. Desde esa visión, al suprimirse el debate público y desaparecer el asociacionismo, el racismo se refugió en las mentes y en la cultura en espera de mejores tiempos.

Con la crisis provocada por la desaparición de la Unión Soviética, los negros, que por sobradas razones no emigraron, quedaron excluidos de las remesas familiares. Las diferencias multiplicadas se reflejaron en la baja proporción de negros en cargos de dirección, en las empresas que operan con divisas, en los programas televisivos y en las universidades; así como en una alta presencia en la prostitución, en las actividades delictivas, en la población penal, en la deserción escolar y en el éxodo masivo de agosto de 1994. Hechos demostrativos de que el racismo, como prejuicio, aunque no esté institucionalizado se reproduce en la conciencia social y se manifiesta en la discriminación.

Los intentos de asociacionismo y debate, independientes o semi-autorizado, chocaron con disímiles obstáculos. De las más de 20 asociaciones creadas con esos fines en los últimos tiempos, cito seis de ellas:

– La Cofradía de la Negritud (1998), una asociación cívica independiente, sin reconocimiento legal, para la lucha contra el racismo y la discriminación racial en la que han participado activistas, intelectuales y trabajadores en debates, exposiciones de filmes, análisis de la historia racial en Cuba y otras actividades. La Cofradía en abril de 2006 envió una Carta Abierta al Presidente del parlamento cubano reclamando la atención sobre la existencia de manifestaciones de racismo y discriminación. Y en 2010 enviaron una segunda Carta Abierta sin recibir respuesta en ninguna de las dos oportunidades.

– El proyecto Color Cubano (1909), asociación permitida que durante casi diez años ocupó un espacio en la discusión de la problemática racial.

– El Movimiento de Integración Racial, (2000), asociación independiente, con planteamientos similares a las anteriores, cuya influencia ha sido muy limitada.

– El Comité Ciudadanos por la Integración Racial (2008), asociación independiente con el objetivo de debatir acerca de la plena integración de cualquier persona con dificultades por el mero hecho de haber nacido distinto o con menores posibilidades que la mayoría de los cubanos; un movimiento que trasciende la discriminación por el color de la piel y que desde su fundación viene realizando actividades de diversa índole contra las diversas formas de discriminación.

– El Club del Espendrú (2008), un proyecto cultural creado por el grupo de rap Obsesión, uno de los primeros cultivadores del hip hop en Cuba, para el reencuentro de las generaciones jóvenes con la música y la moda de los 70, reforzar la imagen de la negra y el negro a partir del vestuario. El club adquirió mayor dimensión en 2016 con la incorporación de un grupo de intelectuales, artistas y activistas afrocubanos para rescatar elementos de la cultura afro: la música, el cabello, el vestuario y los festivales de la Muñeca Negra, entre otros temas.

-La Comisión Aponte (2009), creada en el seno de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba con el objetivo de liderar la batalla contra el racismo y la discriminación racial a partir de una perspectiva cultural. Y capitalizar desde una institución subordinada al poder, el espinoso tema de la discriminación racial.

La mayoría de esos y otros intentos de asociacionismo y debate -independientes o semi-autorizados- han chocado con obstáculos como las amenazas, la represión, las detenciones arbitrarias, la prohibición a salir del país, la confiscación de equipos de trabajo, etc.

En ausencia de la libertad de asociación, el descontento de los negros irrumpió a través de la música. Las composiciones raperas, aunque su influencia llegó de Estados Unidos, sus raíces están en la rumba: la columbia, el guaguancó y la guaracha, formas que, como expresara Elio Horovio[1], se asemejan al rap por la manera de decir, por la manera de vida de sus intérpretes, por su origen urbano y por el carácter contestatario del género. Por eso, si bien los raperos cubanos debutaron con un homenaje a Malcon X, su repertorio reflejó los problemas del negro cubano.

Los cambios cosméticos de aumentar la proporción de negros en la esfera administrativa y en otros sectores, al soslayar la raíz del problema, resultaron inútiles para erradicar el racismo.

Recientemente se anunció un Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial en Cuba, presidido ahora por el presidente de la República. Reconocer lo que se ha negado es un primer paso que requiere de otros: 1- aceptar que el Estado ni es ni puede ser el único sujeto; 2- reconocer e incorporar a los que -como explica Roberto Zurbano[2]– estuvieron (y están) denunciando la existencia del racismo y elaborando proyectos para su erradicación durante los últimos veinte años por las casi veinte organizaciones antirracistas cubanas que han resistido la dura travesía[3]; 3- reincorporar el debate público; y 4- restablecer las libertades y espacios que tal propósito exige.

El racismo es estructural y en la estructura que lo soporta está la negación de su existencia. Sesenta años después de suspenderse el debate del tema, a las autoridades le resulta incómodo la aceptación del hecho, lo que explica que el Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial en Cuba, esté presidido por el presidente de la República; mientras algunos intelectuales, de los que han atacado a Roberto Zurbano por sus planteamientos antirracistas, llegan incluso a negar su permanencia.

Resulta inadmisible que se siga sosteniendo que en Cuba no existe racismo, o en su lugar, se destaquen los problemas en otras naciones para solapar los nuestros.

La solución tiene que ser integral, dirigida contra causas y prejuicios, basada en la reconciliación entre blancos y negros y entre ambos con el derecho a la propiedad y con un trabajo intenso desde la educación y la cultura.

Para ello se necesitan espacios, derechos civiles, libertades, cierta prioridad para la superación de esos sectores más necesitados, acompañado del debate público. Lo que ocurrió en la década del 40 del pasado siglo, cuando la ley complementaria contra la discriminación racial nunca se promulgó, se repitió con aquellas palabras de Fidel Castro: “¿Por qué no escribimos artículos contra la discriminación racial? ¿Por qué no abordamos este problema? ¿Por qué no invertimos unas cuantas cuartillas en escribir y demostrar científicamente que es absurdo?”[4].. En las dos oportunidades se impuso el silencio.

En resumen, la Colonia no tenía interés en solucionar el problema; la República reconoció el problema, permitió el asociacionismo y el debate público, lo plasmó en la Constitución, pero no lo acompañó con las medidas institucionales correspondientes; la Revolución tomó medidas educacionales e institucionales, pero desmontó la sociedad civil, limitó los derechos y libertades cívicas, suspendió el debate e intenta desconocer la participación cívica en la solución de un mal que ha impedido la conformación plena de la nación cubana. Mientras tanto el racismo se reproduce y la solución continúa siendo asignatura pendiente.

La Habana, 18 de junio de 2020

[1] Elio Horovio (1938-2008), periodista y musicólogo, considerado el gran biógrafo de la música cubana

[2] Roberto Zurbano, poeta, crítico y ensayista.

[3] Roberto Zurbano, en “Bienvenido el permiso para ser antirracista”.

[4] Fernández Robaina, Tomás. “El negro en Cuba 1902-1958”, p.184

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