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El milagro cubano o cómo, sin crecer, se detuvo el decrecimiento de la economía

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El milagro cubano o cómo, sin crecer, se detuvo el decrecimiento de la economía

Diciembre 09, 2021 - 10:44
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En lugar de aferrarse a pronósticos inalcanzables, sería más útil reconocer la principal causa del retroceso.

Alejandro Gil, ministro de Economía y Planificación de Cuba, informó en mayo en el programa televisivo "Mesa Redonda" que, a pesar de la caída sufrida por el PIB en el año 2020, "Cuba no renuncia a crecer en un 6% en 2021". Cinco meses después, en la Asamblea Nacional del Poder Popular, dijo que el PIB pronosticado no se alcanzaría y por tanto, Cuba no aspiraba a un 6% sino a un 2,2%. Y en noviembre de 2021, en el II Foro Empresarial Cuba 2021, aseguró que, después de la caída sufrida por el PIB en los dos años anteriores, estábamos entrando en un proceso favorable y gradual de recuperación.

Sin embargo, la Oficina Nacional de Estadísticas (ONEI), en el informe acerca de la marcha de la economía en los 12 meses que van de septiembre de 2020 a septiembre de 2021, publicó que la producción de carne de puerco descendió en un 35%, la de leche fresca en 23%, la de frijoles en 15%, y así sucesivamente; datos muy alejados de las afirmación del ministro de Economía.

Con una economía desnaturalizada por su subordinación a factores extraeconómicos, lo único que se puede pronosticar con precisión es la imposibilidad de revertir el decrecimiento sin antes introducir transformaciones estructurales.

Comenzando por la denominada propiedad de todo el pueblo —propiedad del Estado y desinterés de todos—, al impedir a los cubanos ser propietarios y/o de recibir beneficios en proporción a sus aportes, estos optaron por subsistir mediante hurtos, robos y otras ilegalidades, con el consiguiente daño económico y antropológico, reflejado en el retroceso sufrido y en una moral de sobrevivencia generalizada.

En lugar de aferrarse a pronósticos inalcanzables, resultaría de mayor utilidad reconocer la principal causa del retroceso, de la cual la agricultura constituye un ejemplo palpable.

En mayo de 1959, con la Primera Ley de Reforma Agraria, el Gobierno intervino todas las fincas mayores de 30 caballerías; entregó parcelas de tierra a unos 100.000 arrendatarios, aparceros y precaristas, y pasó al Estado el 40% de la tierra intervenida. En octubre de 1963, con la Segunda Ley de Reforma Agraria, intervino las fincas mayores a cinco caballerías y las pasó directamente a propiedad del Estado, para aumentar hasta el 70% las tierras cultivables del país.

Si la Primera Ley de Reforma Agraria se puede calificar de democrática porque liquidó el latifundio y toda la propiedad pasó a manos cubanas, la Segunda Ley es de carácter totalitario, pues eliminó a la mediana propiedad que no calificaba como latifundismo.

No conforme con esto, a partir de 1975 el Gobierno se planteó cooperativizar la tierra que quedaba en manos de los pequeño agricultores, desde una concepción ajena a los principios establecidos por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), que en 1895 definió las cooperativas como "una asociación autónoma de personas que se unen voluntariamente para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales por medio de una empresa de propiedad conjunta, con una estructura democrática".

De acuerdo a la definición de la ACI, las asociaciones creadas en Cuba —con excepción de las cooperativas de créditos y servicios— no surgieron de la unión voluntaria de los socios, sino que se crearon dónde y cuándo el Estado lo decidió, y sin verdadera autonomía, por lo que no califican como cooperativas, sino como asociaciones de usufructuarios dependientes de las necesidades e intereses del Estado.

Con las supuestas cooperativas las tierras estatales aumentaron hasta el 75%; pero el fracaso obligó en 1993 a repartir parte de los latifundios del Estado para crear las Unidades Básicas de Producción Agropecuaria (UBPC), que tampoco tuvieron éxito.

En ausencia de verdaderos dueños, la producción agropecuaria comenzó a ser administradas por jefes, con los cuales debutó el abandono, el descontrol y la ineficiencia de la actual economía agraria. Y, como ese giro de la democracia al totalitarismo no se ha corregido, la agricultura cubana no saldrá de su involución, a pesar del optimismo del ministro de Economía y Planificación.

Pensadores y políticos de todas las épocas conscientes de la importancia de la propiedad agraria, desde el obispo Espada en 1808 hasta la actualidad se han preocupado por el fomento de la pequeña y mediana propiedad. José Martí sentenció: "Es rica una nación que cuenta muchos pequeños propietarios. No es rico el pueblo donde hay algunos hombres ricos, sino aquel donde cada uno tiene un poco de riqueza. En economía política y en buen gobierno, distribuir es hacer venturosos".

El intento de desarrollo económico desde el monopolio estatal de la propiedad, un elemento característico del socialismo totalitario, condujo al fracaso en todos los lugares practicados, y derivó hacia los mecanismos de mercado, como ocurrió en Rusia, China y Vietnam, cuyo denominador común fue la imposibilidad de aumentar la producción y la productividad sin la introducción de mecanismos de mercado.

Lo descrito es válido para el resto de las formas de propiedad. Desde la Colonia se desarrolló un proceso que fue creando, junto a las grandes empresas agrícolas e industriales, una infinidad de pequeños talleres artesanales, comercios, servicios y pequeñas y medianas empresas, que ya en la primera mitad del siglo había gestado un importante sector de pequeños y medianos empresarios cubanos. Ese sector fue barrido de un golpe con la Ofensiva Revolucionaria de 1968, que intervino los últimos 55.000 establecimientos que habían sobrevivido la ola expropiatoria, todo vestigio de propiedad privada sobre los servicios o medios de producción desapareció, para transformarse en propiedad del Estado. El resultado es la actual crisis de desabastecimiento.

Si el ministro, o quien le sustituya en ese ministerio, no reconoce las verdaderas causas del retroceso y se opone a reformar todo lo que se necesario, comenzando por poner en contacto directo a la ciudadanía con la posibilidad y el derecho a ser propietario, no habrá posibilidad de superar la crisis. Como la única forma de detener el decrecimiento es aumentar la producción, el camino es comenzar por la agricultura hasta abarcar todas las ramas de la economía nacional. Lo demás cae en la esfera de los milagros.