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El legado de Chibás en el 70 aniversario de su muerte

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El legado de Chibás en el 70 aniversario de su muerte

Agosto 16, 2021 - 09:14
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Lo más valioso de su quehacer político consiste en la atención que le prestó a uno de los males de la Colonia y de la República: la carencia ética en la política cubana.

70 años atrás, el 16 de agosto de 1951, la muerte del político, abogado y periodista Eduardo René Chibás Rivas (1907-1951), aunque tuvo un impacto negativo en la República, contiene una enseñanza positiva para la Cuba de hoy.

Chibás debutó en la vida pública en 1925 durante la manifestación por la libertad del líder estudiantil y fundador del Partido Comunista de Cuba Julio Antonio Mella. Fue miembro del Directorio Estudiantil de 1927, cofundador de la Unión Cívica de Exiliados Cubanos en 1929, destacado en el Directorio Estudiantil de 1930, miembro del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), participante de la huelga de marzo de 1935, delegado a la Asamblea Constituyente en 1939, representante a la Cámara en 1940, senador en 1944, fundador del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) en 1947 y candidato en las elecciones presidenciales de 1948 y 1952. Por su labor fue detenido, prisionero, condenado y exiliado en diversas oportunidades.

En 1933 Chibás propuso a Grau San Martín para presidente, en 1946 lo elogió por su obra educacional por lo que fue "sueño de Martí y anhelo de Estrada Palma: que la República cuente con más maestros que soldados", y en 1948, cuando rompió con Grau, lo calificó como "el mayor simulador que ha dado el mundo desde los tiempos de Calígula". De igual forma, en 1944, cuando militaba en el Partido Auténtico, declaró que el autenticismo hacía falta para "romper el cerco que asfixiaba a la República". Luego, en 1948, al fundar su propio partido lo consideró como "la única fuerza política que brinda al pueblo de Cuba una nueva perspectiva".

Chibás ocupó los primeros planos del interés público con un estilo nuevo en la política cubana: el uso de los medios informativos para divulgar sus ideas y acusar a los enemigos. En la revista Bohemia, del 14 de mayo de 1939, acusó al líder comunista Blas Roca de traidor. En el acto de firma de la Constitución de 1940 planteó que ya se estaba violando el espíritu de la Carta Magna, en provecho de algunos de sus firmantes. En 1943 presentó mociones en la Cámara contra Fulgencio Batista y contra el Congreso. En 1945 acusó al ministro de Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes, por la venta de un pedazo de la calle Paseo. En 1947 impugnó al presidente Grau por supuestos intentos reeleccionistas. En 1950 acusó al presidente Carlos Prío del asalto a un Juzgado Correccional para sustraer las pruebas de una causa por malversación. Y así sucesivamente.

En víspera de las elecciones para integrar la Asamblea Constituyente en 1939, resultó herido de bala. Durante el traslado al hospital le preguntaron quienes habían sido los agresores, a lo que respondió: "No se preocupen por averiguar; muero por la revolución, voten por Grau San Martín". La popularidad alcanzada por el efecto de sus palabras lo catapultó al segundo lugar en votos para la Constituyente de 1940.

En 1948, en una asamblea del partido Ortodoxo saltó sobre la mesa presidencial y gritó: "¡Tiren al corazón! ¡La Ortodoxia necesita un mártir!". En mayo de ese mismo año, durante un recorrido electoral por Oriente, afirmó: "El día que Chibás crea advertir una extinción o una merma en el amor ciudadano, se parte de un balazo el corazón, no por cobardía ante el fracaso, sí para que su inmolación conduzca a la victoria de sus discípulos".

Su conducta le granjeó amigos y enemigos. Carlos Prío, cuando triunfó en las elecciones de 1948, dijo: "Chibás ha sido toda su vida un farsante. No es precisamente loco, sino un anormal". Y en alusión al tiro de 1939, expresó: "Chibás no sabe dónde tiene el corazón ni conoce la existencia de la verdad".

El lema de su partido "Vergüenza contra Dinero" y una escoba como símbolo contra la corrupción reflejaban su arma y argumento: la honradez administrativa. En 1944 expresó: "Yo entré en el poder tildado de millonario y dos años después salí más pobre de lo que entré, en cambio ellos entraban en el Gobierno sin bienes de fortuna, pero hoy disfrutan de muchos millones de pesos de capital".

Todas las luchas políticas nacionales —decía— tienen su origen en la falta de honradez. Había que poner las riendas de la República en manos limpias, expulsar a los ladrones del poder y situar en su lugar a un servidor de la nación: a una persona; es decir, un cambio desde el mesianismo y el caudillismo, dos de los fenómenos más arraigados y negativos de nuestra historia política.

La acusación de Chibás contra el ministro de Educación Aureliano Sánchez Arango, por la supuesta adquisición de un reparto residencial en Guatemala, le jugó una mala pasada. Nunca pudo presentar las pruebas, que según él tenía en su maleta. Ante la exigencia de que las mostrara, la perdida credibilidad lo condujo al "suicidio" con la intención de recuperar la confianza, en el momento que ocupaba el primer lugar para las elecciones presidenciales de 1952.

El 5 de agosto de 1951, durante su acostumbrada hora radial, sin poder mostrar las pruebas, lanzó el último aldabonazo a la conciencia cubana: "¡Pueblo de Cuba, levántate y anda! ¡Pueblo cubano, despierta!" Seguidamente se disparó en la ingle. En el auto en que fue trasladado al centro médico de la calle 27 —según narró unos años después José Pardo Llada— Chibás le confesó: "No te preocupes, el tiro me lo di en el mismo lugar del anterior".

A manera de conclusión

Las lecciones de la historia son útiles si se emplean para no repetir errores. La vida y muerte de Chibás no son una excepción.

La moral como reguladora de la conducta incluye, pero no se limita a la honradez administrativa. Chibás simplificó el concepto para concentrar su esfuerzo en lo que consideraba determinante para acceder al poder, pero no para fundar la nación que profesaba. Lo más valioso de su quehacer político consiste en la atención que le prestó a uno de los males de la Colonia y de la República: la carencia ética en la política cubana.

Sus polémicas y acusaciones coadyuvaron al estado de ingobernabilidad que condujo al golpe de Estado de 1952 y a la revolución de 1959. Sin embargo, el mal de la corrupción, antes limitado a la conducta de algunos gobernantes, se generalizó para convertirse en corrupción generalizada.

La lección de su experiencia radica en la imposibilidad de progreso social sin la correspondiente cultura cívica como fundamento de la participación de los cubanos como sujetos activos en los destinos de su nación, no como objetos de ningún salvador mesiánico.

La lección extraída de su experiencia consiste en la ineludible necesidad de restaurar y fortalecer las asociaciones e instituciones para salvar a Cuba del estado de empobrecimiento creciente en que se encuentra. Por tanto, ante esa necesidad se impone erradicar todo lo que impide a los cubanos participar en el destino de su nación: los derechos y libertades como sustento de la condición de ciudadano y de una sociedad civil fuerte.

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