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Del Monte, literatura, poesía y esclavitud

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Del Monte, literatura, poesía y esclavitud

Octubre 18, 2019 - 09:11

El valor de la obra de Domingo del Monte,  el más prestigioso mentor literario de la Cuba colonial, está en lo que aportó a la literatura, a la poesía y en general a la cultura nacional cubana

Domingo del Monte

Domingo María de las Nieves del Monte y Aponte (1804-1853), crítico literario, poeta y abogado; nació en Venezuela y arribó a Cuba con cinco años de edad. Obtuvo el título de Bachiller en el Seminario San Carlos y San Ambrosio y el de Licenciado en Derecho en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana.

El dominio de varios idiomas, desde su adolescencia, le permitió leer textos filosóficos de la Ilustración francesa y versos de los románticos europeos. La influencia del Obispo Espada y del padre Félix Varela lo condujeron a formar parte de la legión de jóvenes ilustrados emergidos del Seminario San Carlos.

Entre las múltiples funciones que Domingo del Monte desarrolló están: la de Director de la emblemática Revista Bimestre Cubana; la de editor de La Moda de Recreo semanal del bello sexo y de El puntero literario; miembro de la Real Sociedad Económica Amigos del País; y Miembro honorario de la Academia de la Historia de París.

Sus criterios sobre José María Heredia, inspirado en su espíritu americanista, generaron la polémica más importante de la historia cultural cubana del siglo XIX. A Heredia le exigió “Forma tú la tragedia americana, que tu ingenio la produzca”. Y a Jacinto Milanés le reprochó “el tener siempre que ir a buscar imágenes e inspiraciones al otro lado del mar”.

Los jóvenes ilustrados, con la creación de la Comisión Permanente de Literatura en 1830 y su conversión tres años después, en la Academia de Literatura Cubana, adscrita a la Real Sociedad Económica de Amigos del País, extendieron su labor desde La Habana a Santiago de Cuba y Matanzas. Del Monte, uno de los integrantes de ese movimiento cultural, consideraba a la obra literaria como un mecanismo útil para la regeneración moral de la sociedad cubana y resaltaba la cualidad del poeta como uno de los tres atributos fundamentales que debía poseer el autor de este género literario: El poeta -decía- pertenece a la especie, es hombre antes que poeta, está al servicio de la humanidad.

En 1832, en el informe anual de la Comisión Permanente de Literatura, sentenció: “Cuando dejemos de tener sentido, y seamos meras abstracciones angélicas o matemáticas, entonces se acabará la poesía” y agregó: “y en vez de enervar, de corromper y degradar a los hombres, tiende la poesía a instruirlos, a inspirarles sentimientos generosos, y a combatir las agresiones del los enemigos de su felicidad”. Desde esa visión realizó un balance de la producción poética nacional e indicó las pautas a seguir.

En sus Romances Cubanos utilizó la combinación métrica peninsular para crear una poesía popular criolla; y en Centón epistolario –más de tres mil cartas publicadas en siete volúmenes- nos legó valiosas informaciones sobre la historia política y literaria cubana de los años 1822 a 1843.

La disolución de la Academia de Literatura Cubana y la clausura de la Revista Bimestre Cubana, por decisión de las autoridades coloniales, cerró esos espacios cívicos. En ausencia de los mismos del Monte encontró una solución: las tertulias.

En un ambiente de intimidad doméstica, el análisis crítico de obras escritas y el debate de asuntos políticos y sociales, convirtieron al círculo delmontino en un emporio de información cultural, científica y técnica proveniente de Europa. En el mismo participaba lo más prometedor de los noveles intelectuales como: José Manuel de Cárdenas, José Jacinto Milanés, Juan Francisco Manzano, Ramón de Palma, Cirilo Villaverde, Felipe Poey, Anselmo Suárez y Romero, y Gaspar Betancourt Cisneros y también pensadores, políticos y viajeros como el Cónsul inglés David Turnbull.

Sin asumir una postura resueltamente abolicionista, Del Monte sugirió a sus contertulios llevar a la literatura la vida inhumana de los esclavos. Sus textos: Autobiografía de Juan Francisco Manzano y El Álbum de Domingo del Monte, reflejan las penalidades de la esclavitud. Mientras sus contertulios aportaron la novela Francisco, de Anselmo Suárez y Romero; el cuento Petrona y Rosalía, de Félix Tanco y El negro alzado, de Jacinto Milanés, todos vinculados a su labor literaria.

Su conducta respecto a la esclavitud está relacionada con la clase social a la que pertenecía. Del Monte era un hombre de su época. Su valor reside en haber hecho público el horror de esa institución a través de la literatura. Su limitación en este aspecto lo reconoció al expresar: “tenemos que “pagar el delito de tener esclavos con la pena de serlo nosotros a nuestra vez”.  El valor de figuras con la de Del Monte, no se debe buscar en lo que dejaron de hacer, sino en lo que hicieron.

Sus análisis críticos constituyeron un programa estético para el desarrollo cultural de la Isla. Fue guía y maestro de los jóvenes poetas y escritores criollos y núcleo aglutinador de la actividad literaria. Del Monte, el más prestigioso mentor literario de la colonia y uno de los pilares de la conformación de nuestra nacionalidad, fue pionero en la lucha por enriquecer la literatura cubana, propulsor del americanismo literario y el primer crítico profesional de la Isla.

El valor de su obra está en lo que aportó a la literatura, a la poesía y en general a la cultura nacional. Lo que resulta trágico y criticable en Cuba, es que las tertulias, independientes de las instituciones del Estado, 166 años después de su fallecimiento, constituyen una aspiración a conquistar, no sólo por los intelectuales, sino por todos los cubanos, carentes de las más elementales libertades cívicas.

Lleida, 21 de agosto de 2019