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Cuba ante la invasión rusa a Ucrania: democracia vs. totalitarismo

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Cuba ante la invasión rusa a Ucrania: democracia vs. totalitarismo

Marzo 02, 2022 - 06:07
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La posición asumida por La Habana, en medio de la grave crisis en la Isla, solo augura una situación insostenible y un creciente malestar popular.

En febrero, después de concluir las maniobras militares en las fronteras con Ucrania y reconocer a Donetsk y Luhansk como repúblicas independientes, el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, violando la Carta de las Naciones Unidas y todas las normas internacionales, ordenó invadir a un país soberano. Decisión que recibió el apoyo del Gobierno de Cuba.

La política exterior de los estados, en líneas generales, es la extensión de su política interior a la esfera de las relaciones internacionales. Cuba no es una excepción.

Al suprimirse las libertades y los derechos de expresión, reunión, asociación, movimiento y propiedad sobre los medios de producción —cimientos de la democracia y de la participación ciudadana— Cuba tomó el camino hacia el estancamiento, el retroceso, la pobreza, el éxodo y las protestas.

La ausencia de voluntad política del Gobierno cubano para rectificar el camino elegido y la decisión de conservar el poder a toda costa, condujeron al blindaje constitucional, a la represión al interior y a las alianzas externas con regímenes totalitarios o autoritarios.

El insalvable obstáculo para conservar el poder —en ausencia de las libertades ciudadanas— radica en la imposibilidad de lograr una economía eficiente capaz de proveer un mínimo grado de bienestar social.

Ese obstáculo, unido a la falta de voluntad política para cambiar el rumbo equivocado, condujo al Gobierno cubano a imponer por la fuerza lo que resultó imposible mediante el adoctrinamiento ideológico. En ese punto, la política, un instrumento de convertir la posibilidad en realidad, se sustituyó por la guerra contra su propio pueblo y, como complemento, el apoyo a las acciones bélicas de sus socios exteriores.

La tesis del teórico y militar prusiano Karl Von Clausewitz: "la conducción de la guerra en sus grandes lineamientos es, en consecuencia, la política misma, que empuña la espada en lugar de la pluma, pero no cesa, por esa razón, de pensar de acuerdo con sus propias leyes" (Von Clausewitz, Karl. De la guerra. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975), la condensó en una oración: "la guerra es la continuación de la política por otros medios". A lo que el líder comunista ruso, Vladimir Ilich Lenin, añadió que esa continuación es precisamente "por los medios violentos".

Lo que está ocurriendo ahora mismo en Ucrania con la invasión rusa y el apoyo de las autoridades cubanas es eso: ante la incapacidad para vencer y convencer por medio de la política, se acude a la guerra como continuidad de la misma. Se trata pues de la lucha del autoritarismo contra la democracia.

Rusia —al agredir a Ucrania, un país soberano, ha colocado al mundo nuevamente ante una guerra que podría desencadenar el uso de armas nucleares y liquidar a la especie humana— ha violado y retrotraído todos los esfuerzos y avances que la comunidad internacional había logrado después de la Segunda Guerra Mundial.

Cuba, después de 1959, se movió de un país de economía de mercado en crecimiento hacia otro de economía estatizada y planificada centralmente. Al eliminar las libertades ciudadanas, en un país con pobres recursos naturales, le resultaba imposible mantener el poder sin un padrino exterior.

En marzo de 1968, el Gobierno de Cuba, a la vez que consolidaba el sistema totalitario con la expropiación de las 55.638 empresas no agrícolas que seguían en manos privadas, apoyó la invasión soviética a Checoslovaquia, ejecutada para impedir que el renacimiento de libertades como la de expresión, emergidas con la Primavera de Praga, se esparciera por el resto de los países socialistas de Europa del Este. El agradecimiento soviético se tradujo en subvenciones para la maltrecha economía de la Isla, especialmente después del fracaso en 1970 de la zafra azucarera de los 10 millones de toneladas, y en el alivio de las tensiones entre la Unión Soviética y Cuba que habían surgido, desde 1965, debido a los intentos de exportar la revolución cubana a otros países de América Latina y el Caribe.

En febrero de 2022, ante la invasión rusa a Ucrania —la guerra terrestre más grande en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, comparable con el ataque de Alemania a ese país en 1941—, cuyo propósito es impedir que las libertades de la vecina Ucrania trasciendan las fronteras e incidan en el sistema autoritario de Rusia, el Gobierno de Cuba, inmerso en una profunda crisis económica, al igual que en 1968 apoyó la invasión.

En ese contexto, el presidente de la Duma Estatal de la Asamblea Federal de la Federación de Rusia fue recibido por el presidente cubano, quien le "expresó su solidaridad ante la imposición de sanciones y la expansión de la OTAN hacia sus fronteras". A cambio, Rusia le aplazó a Cuba el pago de la deuda hasta el año 2027.

Las consecuencias de la guerra desatada, desemboque o no en una guerra nuclear, serán graves para el mundo; en primer lugar, para el agresor, y en segundo lugar para sus aliados, entre ellos Cuba, cuya economía está en bancarrota por la inoperancia del sistema totalitario.

Ante tan profunda crisis, cuando las fuentes principales de divisas se han reducido a las remesas, al turismo y al alquiler de profesionales de la salud, ingresos que dependen de factores externos, incontrolables desde La Habana, se augura la profundización de una situación insostenible y, en consecuencia, un creciente malestar popular.

Ojalá, aunque tarde, las autoridades de Cuba hagan —aunque sea por excepción— una lectura realista y asuman la responsabilidad para evitar el holocausto.