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Álvaro Reynoso y la agricultura científica cubana

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Álvaro Reynoso y la agricultura científica cubana

Septiembre 30, 2019 - 12:13

Cuando Cuba ostentaba el primer lugar mundial en la producción de azúcar, pero ocupaba el último en productividad agrícola, Reynoso se consagró a resolver esa contradicción. Los resultados quedaron registrados en su obra cimera: Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar. Los resultados quedaron recogidos en su obra, editada en 1862

Álvaro Reynoso

Álvaro Reynoso y Valdés (1829-1888), científico, investigador, médico, químico, de conocimientos enciclopédicos, se graduó de Bachiller en Ciencias en la Universidad de La Habana y de Química y Medicina en la Sorbona de Paris. Doctor, laureado por la Academia de Ciencias de París, Miembro de la Academia de Ciencias de Cuba y de la Sociedad Económica de Amigos del País.

Entre sus resultados científicos están: Nuevo procedimiento para el reconocimiento del Yodo y del Bromo; Diversas combinaciones nuevas del Amoníaco en los Ferrocianuros; Acción de las bases sobre las sales y en particular sobre los arsenitos; La separación del Acido Fosfórico de sus combinaciones con los Óxidos Metálicos; Presencia de azúcar en las orinas de los enfermos histéricos, epilépticos y su relación con la respiración, y Estudios sobre la cría artificial de peces de agua dulce y una investigación sobre la diabetes mellitus.

Al graduarse en 1856 unos veinte trabajos suyos habían sido insertados en publicaciones especializadas de Francia y España. Fue elegido Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid y de la Real Academia de Historia de España, recibió la Real Orden “Catedrático de Química Aplicada a la agricultura y Botánica” de la Escuela General Preparatoria de La Habana y la Orden “Catedrático de Química Orgánica ampliada” de la Universidad Central de Madrid.

En 1858 regresó a Cuba con un laboratorio dotado de los más modernos equipos e instrumentos, una excelente colección mineralógica y una valiosa biblioteca especializada en ciencias. Tomó posesión de la Cátedra de Química y en 1859 asumió la dirección del Instituto de Investigaciones Químicas de La Habana, una de las primeras estaciones agronómicas del mundo.

A mediados del siglo XIX, cuando Cuba, a la vez que ostentaba el primer lugar mundial en la producción de azúcar ocupaba el último en productividad agrícola. Reynoso, apoyado en su tesis de que la verdadera fábrica de azúcar está en los cañaverales, se consagró a resolver esa contradicción. Los resultados de su labor quedaron registrados en su obra cimera: Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar en la que integró todas las operaciones relacionadas con el cultivo y cosecha de la gramínea, desde el efecto negativo de la tala de los bosques vírgenes y la mano de obra hasta la molida fresca para evitar la alteración de los jugos. Esa obra, editada en 1862, fue reeditada en Madrid, en Paris, en Holanda y en Cuba, donde se reimprimió en 1954 y 1959.

En 1868 Reynoso comenzó a colaborar como redactor científico del Diario de la Marina, en el que publicaba una columna con artículos de corte científico, entre ellos: Acerca de las aguas potables; la reseña Acerca del arado movido por vapor tipo Fowler, con el que se inició la mecanización de la caña de azúcar en la Isla. Fue redactor de los Anales y Memorias de la Real Junta de Fomento y de la Real Sociedad Económica Amigos del País; publicó en la Revista de Agricultura del Círculo de Hacendados de la isla de Cuba y en otros órganos de prensa. Entre esas obras publicadas está: Apuntes sobre varios cultivos cubanos, donde compiló sus aportes a los cultivos de maíz, café, algodón, tabaco, boniato, ñame y arroz.

Integrante de los sectores reformistas, Reynoso era partidario de la abolición gradual de la esclavitud y opuesto al independentismo y al anexionismo. Él consideraba la participación autónoma de los cubanos en la reforma de la política colonial como demanda legítima. Por esa razón, en su análisis sistémico no escapó el vital tema de la propiedad agraria, a la cual, siguiendo las ideas del Obispo Espada, consideraba como una necesidad para fomentar la agricultura cañera con pequeños campesinos criollos e inmigrantes, donde el incentivo de la propiedad constituía un componente básico para modernizar la economía agraria.

A pesar de los valiosos aportes de Reynoso -reconocidos y aplicados a la producción de azúcar fuera de nuestras fronteras- el gobierno revolucionario cubano utilizó su nombre para bautizar un desastroso experimento. Me refiero a la reestructuración del sector azucarero, puesto en marcha en el año 2001, para intentar detener el declive sostenido de ese vital sector. En ese año (2001) Cuba no sólo ocupaba el último lugar mundial en productividad (como ocurrió en la colonia) sino también el último en el volumen de producción. Es decir, la mal llamada Tarea Álvaro Reynoso se implementó para tratar de producir cinco millones de toneladas, cifra que se producía en Cuba en 1948.

Los resultados del fallido experimento eran de esperarse. La zafra 2001-2002, la primera desde la implementación de la Tarea Álvaro Reynoso, fue una de las peores de todos los tiempos. El monto producido fue de 2,10 millones de toneladas, una cifra inferior al promedio anual alcanzado en los primeros años del siglo XX; un fracaso que se mantiene hasta hoy, cuando la última zafra -la de 2019- programada para producir 1 millón 700 mil toneladas, terminó con un saldo de 400 mil toneladas menos.

Álvaro Reynoso, a quien desde su posición política reformista colaboró al progreso y a la conformación de las bases de la nación cubana, por sus aportes químicos, fisiológicos, agronómicos y tecnológico-industriales, se le considera Padre de la Agricultura Científica en Cuba.

 

 

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