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Las elecciones de este 26 de marzo: el gran fracaso

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Las elecciones de este 26 de marzo: el gran fracaso

Marzo 28, 2023 - 17:59
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Las conclusiones son claras: el sistema implantado en Cuba está agotado. La salida de la crisis no está en aliarse con Rusia.

Lo más significativo de las "elecciones" parlamentarias, celebradas el domingo 26 de marzo en Cuba, fue la intensidad de la propaganda desplegada —hora a hora y día a día— en cada uno de los medios de prensa oficiales. Su objetivo: revertir la creciente tendencia abstencionista desde las elecciones municipales de 2003, en las cuales 3.250.129 cubanos, el 38,90% del electorado, manifestaron su descontento absteniéndose o anulando las boletas.

Según los datos preliminares, brindados por la Comisión Electoral Nacional (CEN), el lunes 27 de de marzo, de un padrón de 8.120.072 electores, 6.164.876 asistieron a las urnas (75,92%). No asistieron 1.955.196 (24,08%). De los asistentes, 562.236 anularon o depositaron las boletas en blanco (9,72%). La suma de las abstenciones, las boletas anuladas y depositadas en blanco arroja que 2.517.432 cubanos (31%), casi uno de cada tres electores, se abstuvieron o anularon sus boletas.

Llama la atención que el día en que se celebraron los "comicios", la CEN, en el parte emitido a las 11:00AM, informó que habían asistido 3.382.792 de electores, el 41,66% del total; una cifra bajísima si se tiene en cuenta la insistencia de las autoridades llamando a votar en horas tempranas, en un día no laborable, en que además, tanto los partidarios del Gobierno como los opositores que anulan sus boletas suelen hacerlo en las primeras horas. Después, en todo el país las redes mostraron los colegios desiertos. Sin embargo, para sorpresa, a las 5:00PM, se informó que ya habían asistido 5.711.608 (70,34%). Y al día siguiente, la participación se había elevado hasta 6.164.876 (75,92%) del padrón electoral.     

De haber sido cierta esas cifras, no se justifica que, sin que sucediera algún fenómeno atmosférico, la CEN decidiera que los colegios electorales permanecieran abiertos durante una hora más de lo establecido.

Por las plataformas independientes Observadores de Derechos Electorales, Comisión Cubana de Defensa Electoral y Ciudadanos Observadores de Procesos Electorales se conoció que varios activistas fueron detenidos, amenazados o impedido de salir de sus hogares. Fue denunciado que allegados al Gobierno llevaban las boletas a las casas de los electores y el empleo de niños tocando puerta a puerta en la llamada operación Tun Tun. Mientras el Centro de Información Legal (Cubalex), a las 11:00AM del 26 de marzo, ya había reportado cuatro hechos de represión y publicado una lista de acciones represivas, de las que, según Cubalex, resultaron afectados al menos 25 activistas y periodistas independientes; lo que explica las razones de los cuestionamientos acerca de la transparencia y la veracidad de los datos ofrecidos por la CEN, calificados como los "más irregulares”.

Por lo anterior, una alta cifra de participación, que era uno de los objetivos principales de la campaña desatada, carece de fundamento. Si las causas que movieron a los cubanos a abstenerse en las pasadas "elecciones" —en la capital fue de alrededor del 40%—, han empeorado, resulta ilógico que los cubanos que se abstuvieron en noviembre, hayan optado por asistir en esta oportunidad. La duda toma mayor fuerza por la imágenes de los colegios vacíos, que mostraron las redes sociales después de las primeras horas de la mañana. Lo que confirma, no la disminución, sino el aumento de las abstenciones como reflejo de la inconformidad con los resultados de la acción gubernamental. La información del CEN era predecible. Aceptar el aumento del número de cubanos que decide no asistir a las urnas, significaba el más rotundo fracaso.

Las cifras presentadas como una nueva victoria tratan infructuosamente de ocultar el mayor fracaso electoral sufrido, a pesar del esfuerzo desplegado y la cansina e intensa campaña propagandística desde noviembre del año pasado.

Las conclusiones son claras: el sistema implantado en Cuba está agotado. La salida de la crisis no está en aliarse con Rusia, en elecciones manipuladas, en nuevos paquetes de medidas, ni en que los funcionarios y candidatos realicen recorridos por todo el país; sino en la restitución de las libertades políticas y económicas.

Lo que ha demostrado el 26 de marzo, una vez más, es que resulta imposible conservar el poder sin cambiar. Ante tal encrucijada y en ausencia de la cuota mínima necesaria de voluntad política para desandar el camino equivocado, el Gobierno ha puesto la brújula en dirección al modelo oligárquico que existe en Rusia, una decisión condenada a un nuevo fracaso, pues resulta imposible salir de la crisis transfigurando el modelo que la generó en lugar de sustituirlo por otro totalmente ajeno a nuestra historia y cultura.
 
El creciente número de cubanos que han decidido no asistir a votar, responde a la incapacidad del régimen de satisfacer las necesidades más elementales y al hundimiento en una pobreza creciente y generalizada. A ello que se une el fatídico llamado que hiciera Miguel Díaz-Canel el 11J de 2021, a enfrentar unos cubanos contra otros; un hecho que ahondó la distancia entre pueblo y Gobierno y marcó definitivamente un antes y un después.

El resultado de las elecciones parlamentarias del 26 de marzo de 2023 confirma lo ocurrido en las elecciones del pasado 27 de noviembre y echa por tierra tanto el intento como los argumentos para conservar el modelo totalitario y la existencia de un solo partido político.

Si existiera un mínimo de voluntad política en la elite gobernante, en lugar de tratar de presentar la derrota como victoria, la utilizaría para definitivamente rectificar el rumbo: convocar nuevas elecciones con observadores nacionales e internacionales. Algo impensable para los actuales gobernantes, pero necesidad ineludible de la nación.

De lo que se trata es de cumplir con aquella promesa realizada el 8 de enero de 1959, cuando Fidel Castro aseguró que se iba a convocar a elecciones en el más breve plazo de tiempo posible. Promesa que hoy, 64 años después, permanece en lista de espera.

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