La nueva política migratoria de EEUU hacia Cuba aumenta la posibilidad de que el régimen haga cambios
Expertos consultados por DIARIO DE CUBA subrayan que el cambio de política pone el foco en el país emisor y en sus políticas fallidas.
La decisión de EEUU de disponer un nuevo procedimiento legal y ordenado, además de los ya existentes, para que los cubanos emigren a ese país desde la Isla sin cruzar su frontera sur ni someterse a riesgos en el viaje, ha dado lugar a un nuevo paisaje en las ciudades cubanas: largas colas ante los registros civiles y oficinas de migración.
Esta realidad despliega puertas adentro el quiebre de Cuba desde la perspectiva de sus propios habitantes, que ya no hacen los trámites para ser aceptados en el destino favorito de los migrantes locales más allá de sus fronteras, sino en su patio. Y evidencia la crisis del uso político de la migración por el régimen cubano, que ya no puede invocar sus argumentos favoritos sobre el tema.
DIARIO DE CUBA consultó a tres expertos cubanos sobre el significado político del nuevo contexto.
Para el político socialdemócrata y vicepresidente del Consejo para la Transición Democrática en Cuba, Manuel Cuesta Morúa, la decisión de Washington de otorgar parole humanitario a una cifra mensual fija de migrantes de Cuba supone "una migración gradual hacia una nueva política que normalice las nuevas realidades geopolíticas que la migración permanente ha creado".
"La Ley de Ajuste Cubano estuvo diseñada para acoger a los cubanos que escapaban por motivos directamente políticos. Por definición, debería acoger a una cantidad marginal de nacionales involucrados en acciones de esta naturaleza. Con el tiempo, sirvió de paraguas para dar refugio a corrientes migratorias crónicas motivadas por razones económicas inmediatas, provocadas, por supuesto, por la política", recuerda.
"Pero la migración masiva es difícil de vender como miedo creíble frente a la persecución. Creo que los sectores políticos en los Estados Unidos se han dado cuenta de eso y buscan la homologación acompasada de un problema migratorio que incide directamente en la seguridad nacional. Esta nueva política migratoria capta la naturaleza del asunto y regulariza una relación que, ahora sí, daña la seguridad nacional de Cuba, entendida en un sentido amplio. El privilegio desaparecerá, tal y como desapareció el programa de refugio político", señala.
El activista y colaborador de DIARIO DE CUBA Boris González Arenas hace una analogía del tema con la actual situación de la invasión de Ucrania por Moscú. "Muy pocas personas cuestionan la acogida extraordinaria que los ciudadanos ucranianos tienen en el resto de Europa a partir de la agresión criminal rusa. El sistema de acogida a los cubanos se instrumentó a partir de una agresión semejante, por cierto, con bastante apoyo ruso, que entonces era soviético, principalmente en armas e inteligencia militar. Las condiciones se han transformado, pero no han cambiado en su crueldad e inhumanidad. Los cubanos tenemos vedada la participación en la política y la economía, y esa afirmación no expresa bien la brutalidad de nuestra indigencia sostenida por décadas, el desentendimiento castrista con nuestros migrantes y la sobrexplotación retrógrada de nuestro exilio".
Por su lado, el historiador Dimas Castellanos considera que lo primero es aceptar que el privilegio migratorio de los cubanos "fue causado por el diferendo entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Es decir, el trato diferenciado respecto a los migrantes de otros países no se hubiera otorgado en ausencia del diferendo".
Castellanos recuerda que la Ley de Ajuste Cubano fue promulgada para "facilitar a los emigrados provenientes del Puerto de Camarioca, en Matanzas, una vez admitidos o puestos en libertad condicional bajo palabra, adquirir el status de 'residentes permanentes'. Es decir, el trato diferenciado respecto a los migrantes de otros países no se hubiera otorgado en ausencia del diferendo".
"El Gobierno de Cuba, que presionó a Estados Unidos para que sacara del país a esos cubanos, en lugar de criticar esa política debía haberla apoyado, pues se trataba de un beneficio a ciudadanos de su país, que supuestamente representaba y defendía. Como lo expresó Fidel Castro el 28 de septiembre de 1966, después que las medidas restrictivas para frenar el éxodo fracasaron: 'Y puesto que esto es así, nosotros incluso estamos dispuestos a habilitar un puertecito en algún lugar […] Podríamos habilitar, digamos —por ejemplo—, el puerto de Camarioca, en Matanzas […], para que todo el que tenga algún pariente le damos permiso para venir en el barco, sea quien sea. […]; quiénes son los que tienen la culpa, repito, de que alguien se ahogue tratando de llegar al 'paraíso' yanki. […].Ahora los imperialistas tienen la palabra; vamos a ver qué hacen o qué dicen".
El historiador subraya que ese mismo discurso se repitió en 1980 y 1994, aunque con palabras distintas, pero todas con el mismo sentido: "o se toman medidas o no obstaculizaremos a aquellos que vienen a buscar a sus familiares".
¿Cómo queda esa narrativa con la nueva política migratoria?
"A mi modo de ver, no esperaban un giro de ese tipo que hiciera un cambio fundamental del concepto de reunificación familiar, por un lado, y de la admisión automática de la emigración irregular por otro, a una política migratoria que pone directamente el foco en el país emisor y en sus políticas fallidas", dice Cuesta Morúa.
"Ahora no hay capa retórica que permita ocultar la pregunta y los análisis de por qué los cubanos abandonan Cuba en un proceso ordenado de vaciamiento y deslegitimación migratorios del país y del modelo político. La emigración es económicamente transversal. Se van los que no tienen y aquellos que clasifican como clase media cubana. Siempre insisto en que lo que está en juego ahora mismo es la viabilidad de Cuba como país y como nación", subraya.
Dimas Castellanos señala: "El cumplimiento por la parte norteamericana de las 20.000 visas anuales, sumado aproximadamente a otras 90.000 por la vía de los patrocinadores, no cubre ni aproximadamente la cifra de los cubanos dispuestos a marcharse. Al desaparecer el privilegio, el argumento esgrimido por el Gobierno de Cuba también desaparece. Sin embargo, la crisis al interior de la Isla, que es la causa del éxodo masivo y creciente, se mantiene, lo que pone al desnudo lo insostenible de culpar al vecino del Norte de la huida de los cubanos. La migración es un reacomodo geográfico que se produce cuando y donde las condiciones de un lugar impiden a sus habitantes satisfacer sus necesidades y/o garantizar la conservación de sus vidas".
"El éxodo no le conviene al Gobierno de Cuba. Por eso desde 1959 se intento detener con medidas que no dieron resultado, como fueron la expropiación de los valores a los cubanos que abandonaban el país, o el permiso de salida. Ese éxodo, que atravesó 13 administraciones estadounidenses, demócratas y republicanas, desde Dwight Eisenhower hasta Joe Biden, se mantuvo antes y después de la ruptura de las relaciones diplomáticas en 1961 y su restablecimiento en 2015; datos demostrativos de que, si bien las políticas norteamericanas alentaron las salidas masivas, la causa profunda no está en el aliciente externo, sino en el sistema totalitario, que cerró las posibilidades de que los cubanos se realicen dentro de su país. Un dato lo ilustra: antes de 1959, a pesar de la cercanía geográfica, en Estados Unidos apenas vivían 125.000 cubanos".
Y ahora, ¿qué va a pasar con la estrategia del régimen de 'sacarle vapor a la caldera' estimulando el éxodo?
Para Cuesta Morúa, el uso del éxodo para "depurar" a Cuba de críticos, opositores y "seres extravagantes" seguirá, pese a todo.
"Este es un valor constante ante las crisis internas. Ahora se debilita la variable, pero también puede debilitarse la presión y el estallido sociales. La balsa o la entrada irregular e ilegal se sustituyen ahora por la figura del patrocinador-esperanza", dice.
"Como La Habana se empeña en fortalecer el Estado ideológico en detrimento del Estado nacional, convirtiendo la migración ordenada en una política de Estado, estimulará a los cubanos inquietos a que dirijan sus energías revoltosas a la búsqueda de un patrocinador, quien aparece ahora como un pacificador externo de cualquier convulsión interna potencial. El mayor costo, la descapitalización de Cuba, no es un problema fundamental para un modelo de Estado extractivo que se siente cómodo con el envío de dólares o euros generados por la productividad externa", indica.
Gonzáles Arenas coincide en que el castrismo ha usado el anhelo ciudadano por emigrar en busca de mejores condiciones de vida como una estrategia de control. "Sin embargo, cada oleada migratoria supone la pérdida extraordinaria de nivel técnico y profesional; esa es una de las razones de que alterne periodos de apertura –básicamente en momentos de crisis de su control- con otras etapas de cierre. A lo que asistimos en este momento es incluso al quiebre de ese esquema", enfatiza.
"El colapso del castrismo es evidente, y ni siquiera los Estados Unidos se bastan para acoger el potencial migrante de Cuba. Frente a esa situación, la crisis social augura nuevos estallidos sociales, de proporciones incluso mayores a los que vimos el 11 de julio. Creo que el castrismo debería mirarse en el espejo de Irán: en 2019 hubo allí importantes movilizaciones antisistema, pero fueron pequeñas frente a las que se experimentan ahora, tras el asesinato de una joven que llevaba mal puesto el velo".
"La incompetencia castrista no puede variar su sino autodestructivo. Cuba no es Irán ni Myanmar; una importante parte de la población cubana es cubanoamericana y su movilización a favor de la libertad de Cuba no puede ser desoída por las administraciones estadounidenses. La perfecta alineación que vimos entre el exilio y los movilizados dentro de la Isla a propósito del 11J augura tensiones mayores entre la nación cubana y el castrismo".
Dimas Castellanos también cree que el contexto es distinto al de ocasiones anteriores en que "sacarle vapor a la caldera" funcionó.
"La capacidad del Gobierno para sacar al país de la profunda crisis a que lo ha conducido no existe. Como las causas que produjeron las manifestaciones masivas anteriores han empeorado, la potencialidad de nuevos estallidos aumenta. Por tanto, después de la nueva política migratoria de Estados Unidos es improbable que el Gobierno cubano intente repetir otra salida masiva, que podría ser asumida como una amenaza directa a la seguridad nacional de Estados Unidos", indica.
"Ante el nuevo escenario, en el cual una mayor represión podría acarrear consecuencias negativas incalculables para el propio Gobierno cubano, aumenta la posibilidad de que las contradicciones, que lógicamente tienen que existir en la cúpula del poder, desemboquen en cambios, que podrían encaminarse a la democratización en dependencia de muchos factores. Entre ellos, la imposibilidad de sostener el actual sistema y que el aumento de la conciencia de parte de los cubanos, que está en proceso, alcance un nivel que les mueva a la decisión de permanecer en su país para participar como ciudadanos; es decir, como agentes del cambio", sugiere.
"Lo ideal sería que el Gobierno, en lugar de insistir en conservar el poder a como dé lugar, aunque con bastante retraso, tome el único camino que Cuba y los cubanos reclaman: cambiar el sistema", finaliza.