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La guerra, la paz y la democracia

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La guerra, la paz y la democracia

Noviembre 14, 2016 - 00:00

La violencia constituye una enfermedad letal para la sociedad. Su erradicación exige de una alta dosis de voluntad política para definir y enfrentar sus causas. Colombia, con una larga y cruenta historia de violencia, está inmersa en un proceso de paz que, al democratizarse mediante plebiscito o ser refrendado por el Congreso, podría resultar decisivo.

Dimas Castellanos y Pablo Díaz Espí

Los antecedentes

El motín de Aranjuez, que destronó al rey Carlos IV en España y que aprovechó Napoleón para imponer a su hermano como rey, reactivó en las colonias las contradicciones entre los criollos y la metrópoli. La formación de las juntas provinciales para resistir a los galos fue utilizada en América para la independencia. Comenzó así un sangriento período de luchas entre realistas y libertadores.

La idea de Simón Bolívar de conformar una nación centralizada comenzó a tomar cuerpo en el Congreso de Angostura (febrero de 1819), donde se acordó crear la Gran Colombia. La victoria sobre el ejército español en Boyacá (agosto de 1819) parecía despejar el camino para su realización. En 1821 se redactó su Constitución en el Congreso de Cúcuta. Sin embargo, la oposición de los líderes federalistas, agudizada con la rebelión del general José Antonio Páez, resultó un obstáculo insuperable. La Convención de Ocaña (1828) —centralistas y federalistas encabezados por Bolívar y Francisco de Paula Santander respectivamente— así lo demostró. Bolívar promulgó la Ley Fundamental mediante la cual se declaró dictador bajo el nombre de "Libertador-Presidente".

Fracasado el proyecto bolivariano, la guerra de independencia devino guerra interpartidista. En 1848 se creó el Partido Conservador con Bolívar como símbolo, y en 1849 los seguidores de Santander fundaron el Partido Liberal. Este partido predominó hasta 1886, año en que Rafael Núñez, un liberal independiente, asumió la presidencia y creó el Partido Nacional con el apoyo de un sector del conservadurismo. Basado en un régimen agrario y el control de los terratenientes sobre los campesinos, los conservadores prevalecieron.

En 1930 un candidato liberal ganó las elecciones, dando paso a la República Liberal —de 16 años de duración— en la que se implementó un proceso de industrialización y de limitación de derechos de los terratenientes. Así, durante más de un siglo liberales y conservadores escenificaron una reñida lucha, cuya victoria requería de apoyo popular.

Los liberales alentaron la participación del pueblo, pero el temor los paralizó. El líder del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán, fortaleció esos vínculos. Sin embargo, la división dentro de su partido facilitó que los conservadores retomaran el poder en 1946 y desataran una violencia desenfrenada contra los liberales, en la que Gaitán —un político populista con la promesa de colocar al Estado del lado de los pobres— fue asesinado. La violencia del bogotazo desbordó la guerra bipartidista para devenir guerra generalizada en el campo y la ciudad, que ocasionó cientos de miles de muertos y de campesinos desplazados.

La ingobernabilidad desembocó en la dictadura del general Rojas Pinilla, en 1953. Sin derramar sangre y con una política de paz, el dictador logró desmovilizar a unos 5.000 combatientes, pero su intento de mantenerse en el poder alarmó a los políticos que se unieron en el Frente Nacional. En 1957 la dictadura fue sustituida por una Junta Militar que dio pasó nuevamente a los partidos políticos y a la paz entre ellos.

El presidente Alberto Lleras Camargo, quien comprendió que la contradicción entre crecimiento económico y distribución de la riqueza necesitaba una solución, implementó una reforma agraria. La disputa entre el intervencionismo liberal y el proteccionismo conservador impidió su efectividad. Las élites se aliaron para evitar que sus latifundios fueran intervenidos, lo que unido a la violencia en los campos, fomento el resurgimiento de las guerrillas.

Las guerrillas

Como la violencia genera violencia, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) —autodefensas armadas surgidas al calor del bogotazo e inspiradas en el apoyo y las promesas populistas de la revolución cubana— se crearon en 1964. En 1965 surgió el Ejército de Liberación Nacional (ELN), en 1967 el Ejército Popular de Liberación (EPL), en abril de 1970 el M-19 y en 1984 el Movimiento Indigenista Quintín Lame (MIQL).

En su lucha, las FARC emplearon los peores métodos: implantación de minas antipersonas, asesinatos, secuestros, atentados con bombas y armas no convencionales, desplazamientos forzados de civiles, reclutamiento de menores, destrucción de infraestructuras, ataques a estaciones de policía y casas de civiles aledañas. Para financiarse acudieron al narcotráfico, inicialmente al gramaje (impuesto por cada gramo producido a productores y narcotraficantes), al cobro de rescates por secuestros y al robo de ganado. Estuvieron presentes en 24 departamentos, sobre todo al sur y oriente del país, con campamentos incluso en países como Venezuela y Ecuador. Después de sufrir grandes pérdidas, el Centro de Estudios para el Análisis de Conflictos calculaba que en 2014 las FARC tenían entre 6.500 y 6.700 hombres armados.

Por su parte, el Gobierno legalizó a grupos de autodefensas paramilitares, financiados fundamentalmente por hacendados, multinacionales extranjeras y narcotraficantes.

Los amagos de paz

En mayo de 1982 las FARC reafirmaron la combinación entre la lucha política y la armada y comenzaron a llamarse FARC-Ejército del Pueblo (FARC-EP). En marzo de 1984 firmaron los Acuerdos de Cese al Fuego, Tregua y Paz con el gobierno de Belisario Betancourt y conformaron la Unión Patriótica (UP) para liderar el movimiento político. Durante ese proceso muchos militantes de la UP resultaron asesinados, por lo que el proceso de paz se rompió.

En septiembre de 1987, durante la presidencia de Virgilio Barco, diversos grupos guerrilleros se constituyeron en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, para coordinar las acciones armadas y las negociaciones de paz. En ese proceso el M-19 fue el primer movimiento que firmó la paz, luego el EPL, y en 1991 se desmovilizó el MIQL.

En 1998, con el presidente Andrés Pastrana, se creó una Zona de Distensión para iniciar un proceso de paz. El incremento de la participación de las FARC en el negocio de las drogas, la compra ilegal de armamento y la presión sobre las autoridades locales malogró el proceso, que duró hasta 2002.

Algunas de las acciones de las FARC y el ejército colombiano a partir de 2002

En 2002, las FARC-EP secuestraron a la candidata presidencial Ingrid Betancourt. En 2003, en un atentado en el Club El Nogal, mataron a 36 personas e hirieron a 200. En 2003 asesinaron al gobernador de Antioquia y a su asesor de paz. En 2007 asesinaron a 11 diputados que mantenían secuestrados. En 2009 asesinaron al Gobernador de Caquetá. En 2011 asesinaron a tres policías y a un militar que también mantenían en cautiverio. En 2012, mediante varios atentados, causaron unos 19 muertos y un centenar de heridos, y en Arauca provocaron la muerte de 11 militares. En 2013, cuatro militares cayeron en un combate y otros 21 corrieron igual suerte en Arauca y Caquetá. En abril de 2015, después del alto al fuego acordado en 2014, mataron en un ataque a 11 militares, mientras herían a 15.

Entre las acciones más espectaculares y censurables de las FARC, se cuentan además la toma de Mitú (Vaupés), donde 40 miembros de las fuerzas oficiales perdieron la vida; la incursión en Puerto Saldaña (Tolima) en 2000, donde murieron 27 personas, incluidos niños; la toma y destrucción del pueblo de Granada (Antioquia) ese mismo año, con 19 muertos; y la matanza de Bojayá (Chocó) en 2002, cuando perdieron la vida 119 civiles mediante el lanzamiento de cilindros-bomba.

Por su parte, el ejército, con el presidente Álvaro Uribe, inició el Plan Patriota. En 2008, durante un bombardeo a un campamento ubicado en Ecuador, murió Raúl Reyes, uno de los comandantes de las FARC. Ese mismo año, Iván Ríos, miembro del Secretariado de dicha guerrilla, fue asesinado por su guardia personal, y también pereció su fundador, Manuel Marulanda, alias "Tirofijo". En 2008 el ejército rescató a un grupo de secuestrados en las selvas del Guaviare. En 2010 mató al entonces jefe militar de las FARC, Víctor Julio Suárez, alias "Mono Jojoi". En 2011 detuvo al guerrillero Víctor Ramón Vargas Salazar cuando buscaba apoyo de la banda terrorista española ETA. En 2011 fue abatido Alfonso Cano, sucesor de Marulanda. En 2012 murieron 33 guerrilleros, y durante la operación Armagedón otros 36 resultaron muertos y tres capturados. Con esas operaciones se neutralizaron varios cabecillas de frentes y las FARC pasaron a la defensiva.

Finalmente la paz

En 2012 comenzaron las negociaciones. En 2016, el 23 de junio, se declaró el cese temporal pero indefinido de las acciones militares y se firmó el último de los seis puntos de la agenda de negociaciones. El 24 de agosto se firmó el acuerdo y se ordenó el cese al fuego definitivo. El 23 de septiembre los frentes y bloques de guerra aceptaron acatar los acuerdos. El 26 de septiembre se firmó el Acuerdo de Paz. Sin embargo, el 2 de octubre, el plebiscito convocado para refrendar los acuerdos dio la victoria a quienes discrepaban de los términos negociados. Tras prolongar los diálogos e incluir en los mismos más de 400 propuestas de los patidarios del No, finalmente, el pasado sábado 12 de octubre, un nuevo acuerdo ha sido anunciado.

Cinco conclusiones

Los conflictos en Colombia pasaron de los enfrentamientos realistas-libertadores a liberales-conservadores, ejército-guerrilla, pero siempre mediante la violencia.

Detrás está la pérdida de cientos de miles de vidas, el dolor de miles de familias, cientos de miles de colombianos que abandonaron el país o emigraron a otras regiones, un sector poblacional que continúa sumido en la pobreza y la violencia en la vida cotidiana.

Para impedir la continuación de la violencia, es insoslayable enfrentar sus causas, con transformaciones estructurales y una mayor democratización.

La decisión del presidente Juan Manuel Santos de someter el acuerdo inicial a un plebiscito constituyó un hecho inédito que ha repercutido en las negociaciones pendientes y en toda la región. La misma, al rebasar el derecho al sufragio, ha colocado al pueblo como protagonista en un asunto vital de cara al presente y el futuro de la nación.

El abandono de la guerra para retomar la política inclusiva es una prueba de y un aporte a la democratización como asunto pendiente global.