La FEU, de la autonomía a la subordinación
¿Cómo una organización que garantizaría la independencia de los estudios terminó convertida en un cancerbero de la represión del castrismo?
Surgida en el proceso de emergencia y fortalecimiento de la sociedad civil cubana en la segunda década del pasado siglo, la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) arriba a su centenario reducida a una pieza del sistema totalitario que encabeza el Partido Comunista de Cuba (PCC).
Conscientes de la necesidad de cambios, decididos a participar en los destinos de la nación cubana, e imbuidos en la reforma que tuvo lugar en 1918, en la universidad argentina de Córdoba y en el propósito enunciado por el rector Carlos de la Torre, en 1921 (acerca de que la Universidad debería manejarse con absoluta independencia, menos en lo relativo al manejo de sus fondos) un grupo de estudiantes cubanos fundaron, el 20 de diciembre de 1922, una asociación cívica independiente: la FEU.
En 1962, en el proceso de desmontaje de la sociedad civil que se había estructurado en la República —después de establecidos los límites a la libertad de expresión con el discurso de Fidel Castro conocido como "Palabras a los intelectuales"—, la autonomía universitaria fue eliminada y la FEU subordinada al poder establecido.
Hasta ese momento la autonomía había transitado por un proceso gradual de democratización que, en apretada síntesis, puede resumirse en los siguientes momentos: en 1842 las autoridades coloniales concedieron a la Real y Literaria Universidad de La Habana el derecho de elegir a sus directivos; en 1885 se estableció que cualquier profesor universitario pudiera ocupar el cargo de rector; a partir de 1898 los cargos de rector, vicerrector y decano de facultad fueron elegidos por el claustro universitario; y en 1910, en sus Estatutos, la Universidad de La Habana quedó definida como un organismo superior docente, con autonomía en todo lo que relativo a su régimen interior, gobernada por un rector, un Consejo Universitario y un claustro general.
La FEU, a partir de su fundación, se concentró en la profundización de ese proceso. El Primer Congreso Nacional de Estudiantes, en octubre de 1923, exigió la personalidad jurídica y autonomía de la Universidad de La Habana en asuntos económicos y docentes. El Gobierno de los Cien Días, encabezado por Ramón Grau San Martín, puso en vigor en septiembre de 1933 la autonomía universitaria. En 1935, el Gobierno de Carlos Mendieta la dejó sin efecto, hasta que en 1937, el presidente Federico Laredo Bru, declaró a la Universidad de La Habana "corporación del interés público con amplia autonomía". Y la Constitución de 1940, en su Artículo 53, declaró que: "La Universidad de La Habana es autónoma y estará gobernada de acuerdo con sus Estatutos y con la ley a que los mismos deban atemperarse".
La institución de la autonomía universitaria desempeñó un papel crucial en todos los acontecimientos políticos ocurridos en la República hasta la instauración del Gobierno revolucionario en 1959, el cual, en febrero de ese año, al sustituir la Constitución de 1940 por la Ley Fundamental del Estado Cubano, en el Artículo 53 ratificó que el Consejo Universitario, integrado por el rector, el vicerrector, los decanos de las 13 facultades y un secretario, continuaba siendo el Gobierno de la Universidad de La Habana.
Sin embargo, en medio de una situación conflictiva por la lucha ideológica dentro de la Universidad –en violación de lo refrendado en Ley Fundamental de febrero de 1959–, el Consejo Universitario fue sustituido por una Junta Superior de Gobierno, cuyo poder quedó en manos de un representante designado por el Gobierno, paso que resultó decisivo para el control de la Universidad por el Estado.
Luego, en diciembre de 1960, el Gobierno revolucionario creó el Consejo Superior de Universidades, presidido por el ministro de Educación e integrado por cuatro representantes de cada una de las tres universidades y cuatro del Gobierno Revolucionario. A petición de este Consejo se acometió la reforma universitaria que fue presentada el 10 de enero de 1962, el mismo día que el dirigente comunista, Juan Marinello, fue designado, por el Gobierno, rector de la Universidad de La Habana, lo que representó un retroceso respecto a 1898, cuando la elección de ese cargo era responsabilidad del claustro universitario.
La prueba de los verdaderos objetivos de la reforma universitaria la ofreció el dirigente comunista Carlos Rafael Rodríguez quien, a la vez que dijo que la nueva Universidad sería regida conjuntamente por profesores y alumnos, aclaró: "en la medida en que la revolución universitaria es obra de una verdadera revolución y que el socialismo preside las transformaciones, no es posible pensar en los profesores y los estudiantes como dos grupos antagónicos (…) Un profesor de conciencia revolucionaria, orientado por el marxismo leninismo y militante de esa ideología durante años (se refería a Juan Marinello), no necesitará de la presencia vigilante de los estudiantes junto a él en el Gobierno de la Universidad, porque tendrá la madurez suficiente para enfocar los problemas de la educación superior con un criterio certero" ("La reforma universitaria", Cuba Socialista, La Habana, número 6, febrero de 1962).
Con la Reforma de la Enseñanza Superior, promulgada en Cuba en enero de 1962, se eliminó la autonomía universitaria, se colocó a los centros de educación superior bajo control del Estado y se puso luz verde a las arbitrarias expulsiones de profesores y alumnos que se venían realizando desde 1959.
Subordinada al poder, la FEU dejó de ser fuente de cambios sociales para convertirse en defensora del status quo; función que asumió mayor fuerza a partir de abril de 1971, cuando el Gobierno revolucionario, inmerso en un esfuerzo por mejorar las relaciones dañadas con la Unión Soviética, decidió apartar del camino a los intelectuales de izquierda que se oponían a la represión contra la libertad de expresión y a la sovietización del país. Esto condujo a la excluyente consigna enarbolada por la FEU en su condición de cancerbera del poder: "La Universidad para los revolucionarios". Algo que puede sintetizarse como la revolución primero, una imposición que no se limitó a escritores y artistas, sino que incluyó e incluye hasta hoy a todos los cubanos.
En la clausura del I Congreso de la FEU, el 13 de marzo de 1979, Fidel Castro tratando de encaminar las energías estudiantiles en otra dirección, preguntó a los delegados: "¿Acaso la Revolución le ha quitado a la masa estudiantil su campo de lucha? No. (…) La Revolución, en cambio, creó un campo de lucha mucho más amplio, mucho más universal, una tarea gigantesca: (…), la de construir el socialismo, la de practicar el internacionalismo". Y en la "Declaración Final del VIII Congreso de la FEU", en junio de 2013, repitió que: "no hay mayor responsabilidad y tarea para los hijos del Alma Mater, que la defensa de la continuidad de la Revolución y el socialismo".
La continuidad de esa línea acaba de ser ratificada por el presidente Miguel Díaz-Canel en el X Congreso de la FEU, quien en la clausura —coincidente con el centenario de la asociación— dijo: "La FEU prerrevolucionaria luchaba por la revolución. La FEU de nuestros días es una parte esencial del cuerpo de la revolución. Lo que en apariencia es una diferencia, en esencia es continuidad". Palabras que confirman el tránsito sufrido por esta asociación, al transitar de autonomía a la subordinación.