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La alfabetización en Cuba: de la instrucción al analfabetismo cívico

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La alfabetización en Cuba: de la instrucción al analfabetismo cívico

Diciembre 23, 2021 - 16:40
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La Campaña de Alfabetización de 1961 fue un paso importante para el acceso de amplios sectores del pueblo a la cultura y también para la restricción de las libertades de los ciudadanos.

En diciembre de 1961, hace 60 años, Cuba fue declarada libre de analfabetos. Según los datos publicados aprendieron a leer y escribir 707.000 personas, con lo cual el analfabetismo quedó reducido al 3%, uno de los más bajos del mundo.

El censo de 1900 había arrojado que el 57% de la población mayor de diez años era analfabeta. En 1958, en ese mismo rango de edad, el analfabetismo se había reducido al 23%, uno de los índices más bajos de este hemisferio. Es decir, la mayoría de los analfabetos con los que se inició el siglo XX fueron enseñados antes de 1959.

La alfabetización dirigida por el Gobierno revolucionario había comenzó en el mismo año de 1959 por el Ejército Rebelde, integrado básicamente por campesinos con poca o ninguna instrucción. Continuó en 1960 por las provincias de Oriente, Las Villas y Pinar del Río, y se extendió a todo el país en 1961.  Y fue entonces que se le designó con el concepto militar de Campaña de Alfabetización. Para su impulso, desde el mes de abril hasta diciembre, en que se dio por culminada, se interrumpieron las actividades docentes en todo el país para dirigir todos los recursos y el personal necesario —300.000 cubanos—, en su gran mayoría jóvenes y adolescentes, algunos de los cuales cumplieron los 13 años de edad alfabetizando.

Cientos de miles de cubanos aprendieran a leer y escribir, un resultado de incalculable valor para el desarrollo económico y cultural del país. Paradójicamente la Campaña de Alfabetización, debido al alto componente de adoctrinamiento ideológico, sentó las bases del analfabetismo cívico. Fue una gran obra de instrucción, no de educación. La Cartilla de alfabetización y el Manual del alfabetizador, conformaron un instrumento de adoctrinamiento perfecto.

La Cartilla de alfabetización contenía 14 temas que comenzaban por el de la Organización de Estados Americanos, cuyo primer ejercicio consistía en buscar las vocales O, E y A en las palabras Cuba, Camilo, Fidel y Raúl. Entre los 13 restantes temas estaban: "La Reforma Agraria nació en la Sierra"; "La Reforma Agraria da tierra a los campesinos”; "Ya los campesinos son dueños de la tierra"; "La cooperativa pesquera ayuda al pescador"; "Los pescadores ahora viven mejor"; "El campesino compra bueno y barato en la Tienda del Pueblo"; "No habrá bohíos ni solares en años venideros"; "Unidos jóvenes y viejos, juramos con Fidel: juntos defender a Cuba"; "Ganamos todas las batallas guiados por Fidel"; "Somos dueños de nuestra riqueza"; "Los obreros tienen tres deberes: producir, ahorrar y organizarse"; "Queremos enseñar al que no sabe"; "¿Qué podemos leer? ¡Patria o Muerte! Venceremos".

Sin mencionar en esos temas a José Martí —la principal figura de nuestra historia—, en las páginas finales aparece una foto suya y un poema de Nicolás Guillén que cierra con el verso: "Vino Fidel y cumplió, lo que prometió Martí".

De forma similar, el Manual del alfabetizador estaba integrado por 24 temas, entre ellos: "La Revolución"; "Fidel es nuestro líder"; "La tierra es nuestra"; "El derecho a la vivienda"; "Cuba tenía riqueza y ahora es pobre"; "La nacionalización"; "La Revolución convierte cuárteles en escuelas"; "El imperialismo"; "La guerra y la paz"; "El pueblo unido y alerta"; "La alfabetización"; "La Revolución gana todas las batallas"; y "La Declaración de La Habana". El manual, acompañado de un vocabulario de 336 palabras, estaba cargado de significados ideológicos, útiles para instruir, no para educar, que es una función de mayor complejidad, imposible en tan corto tiempo.

Un siglo antes de la Campaña de Alfabetización, José de la Luz y Caballero, en uno de sus valiosos aforismos sentenció: "Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo".

En ese mismo año 1961, en abril, se declaró el carácter socialista de la revolución y en junio se nacionalizó la enseñanza privada. Desde el punto de vista práctico, esta última era una medida innecesaria. Con esta ley se produjo un giro del programa democrático anunciado en el Moncada a una enseñanza monopolizada por el Estado, lo que la convirtió en cimiento del totalitarismo cubano que se venía implantado. La necesidad de extender la enseñanza gratuita y obligatoria hasta el noveno grado y llevarla hasta las zonas más apartadas del país no requería erradicar la escuela privada, sino más bien consolidarla como complemento de la escuela pública.

"La enseñanza oficial —había dicho mucho tiempo antes Enrique José Varona—, por amplia que sea, por mucho que se extienda, por bien que se organice, no debe estar sola. De todos los monopolios artificiales, ninguno es más pernicioso que el de la instrucción. Y el monopolio existe, ya pretenda ejercerlo un individuo, una clase, un organismo social, ya el Gobierno en representación del Estado. Junto a la enseñanza oficial conviene que florezca la enseñanza privada".

Esos dos acontecimientos se coronaron con un tercero, el discurso conocido como "Palabras a los Intelectuales", pronunciado al cierre del mismo mes de junio de 1961 en la reunión con los intelectuales, celebrada en la Biblioteca Nacional, en el cual el líder de la revolución preguntó: "¿Cuáles son los derechos de los escritores y los artistas revolucionarios?", y se respondió: "¡Dentro de la Revolución todo! Contra la Revolución ningún derecho". Y esto no sería ninguna ley de excepción para los artistas y para los escritores. Este era un principio general para todos los ciudadanos.

Los tres hechos reseñados indican que, si bien la Campaña de Alfabetización fue un paso importante para el acceso de amplios sectores del pueblo a la cultura, paralelamente la restricción de las libertades lo impidió y provocó lo peor: la desaparición del ciudadano del escenario cubano.

El ciudadano fue sustituido por el "hombre nuevo" —caracterizado por la fidelidad y la subordinación a la elite gobernante—, un daño antropológico manifestado en el retroceso material y espiritual sufrido por la sociedad cubana en estos 60 años, cuyos efectos costarán mucho tiempo y esfuerzo para ser borrados; uno de ellos: el analfabetismo cívico.

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