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Futuro o presente: ¿Díaz-Canel versus Valdés Mesa?

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Futuro o presente: ¿Díaz-Canel versus Valdés Mesa?

Octubre 24, 2019 - 09:53

Miguel Díaz-Canel,Salvador Valdés Mesa, Presidente y Vicepresidente respectivamente

El pasado jueves 10 de octubre, en la toma de posesión como Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel dijo: La revolución no es una lucha por el presente, la revolución es una lucha por el futuro...la tarea número uno tiene que ser el futuro.

El martes 15 de octubre, en el programa Mesa Redonda, Salvador Valdés Mesa, Vicepresidente de la República, reconoció: que Cuba no dispone de los financiamientos suficientes para importar las materias primas para la industria, para abastecer el mercado de equipos electrodomésticos y artículos básicos de alimentación, aseo personal y limpieza.

Entre ambos discursos se observa una evidente contradicción.

Para la semántica el futuro es porvenir, mientras presente es el momento en que se habla o se vive, es decir, el hoy. En orden cronológico el hoy antecede al porvenir. Si en el presente, como expresó Valdés Mesa, se están planteando medidas -con independencia que la mismas sean o no viables- ¿cómo se puede afirmar, según Díaz-Canel, que la revolución no es una lucha por el presente? Uno de los dos está errado, quizás los dos, lo que no puede ser es que los dos tengan razón:

- Si la razón es de Díaz-Canel, entonces tenemos que entender que el presente está resuelto o en su lugar, que el presente no importa.

Para descartar lo primero basta una ojeada a la tragedia de la vivienda, al estado deplorable del transporte, a la falta de medicamentos, a los artículos de consumo que desaparecen del mercado intermitentemente o a los jóvenes que escapan de forma creciente hacia cualquier otro lugar del mundo. En cuanto a lo segundo, es irracional, pues nadie que tenga los problemas vitales sin resolver estaría dispuesto a luchar por lo que vendrá, sobre todo después de la experiencia de seis décadas de promesas y desencantos.

En el alegato "La historia me absolverá" pronunciado en 1953 en el juicio seguido por el asalto al cuartel Moncada, Fidel Castro esbozó cinco leyes que serían proclamadas no en el futuro, sino inmediatamente después del triunfo. Cuatro de ellas: devolución de la soberanía al pueblo y proclamación de la Constitución de 1940; concesión de la propiedad de la tierra a todos los que ocupasen cinco o menos caballerías; otorgamiento a los obreros y empleados al derecho a participar del 30% de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras; y concesión a todos los colonos del derecho a participar del cincuenta y cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota mínima de 40 mil arrobas a todos los pequeños colonos que llevasen tres años o más de establecidos.

Estas cuatro leyes respondían a necesidades inmediatas y fueron enarboladas para ganar el apoyo de los necesitados, sin cuya promesa no hubieran participado. Sin embargo, al tomar el poder en 1959, en lugar de la soberanía del pueblo se implantó un modelo totalitario; en lugar de la Constitución de 1940 se implantó la Ley Fundamental del Estado Cubano; el 75% de la tierra a distribuir, se convirtió en latifundios estatales; los obreros no recibieron el 30% de las utilidades; y los colonos fueron eliminados.

Una vez incumplidas las promesas de 1953, fracasados el proyecto de 1959, las medidas introducidas después de la desaparición de la Unión Soviética y las reformas iniciadas en el año 2008, los problemas se han multiplicado. Entonces, ¿cómo se puede hablar de futuro sin haber resuelto el presente por el que cuatro generaciones de cubanos entregaron sus esfuerzos y muchos su sangre?

Si en aquella oportunidad se hubiera dicho que la lucha, con todos sus riesgos, no era para resolver los problemas de aquel momento, sino los del futuro, no hubiera recibido el menor apoyo del pueblo.

Si la razón está de parte de Valdés Mesa, entonces no sólo estamos en el presente, sino en un presente crítico, tan profundamente crítico que los maravillosos planes estatales durante seis décadas han obligado al gobierno, hoy, a intentar sustituir las mulas por empresas estatales y canalizar los dólares de las remesas para enfrentar lo que no se pudo con los préstamos capitalistas y los enormes subsidios recibidos de la Unión Soviética primero y de Venezuela después.

Si no tiene sentido el presente, ¿cuál es el sentido del futuro?. De qué se trata entonces, del sacrificio en la tierra para alcanzar el paraíso en el cielo. Para esto último habría que preguntar a los cubanos si están dispuestos a acompañar al Presidente en su lucha por el futuro, cuando no se ha podido garantizar el abastecimiento del mercado de equipos electrodomésticos, artículos de alimentación, de aseo personal y de limpieza.

No se puede saltar de un presente irresuelto a un futuro incierto. Lo práctico, pero irrealizable desde la concepción totalitaria, es establecer la relación entre el hoy y el mañana, de tal manera que los resultados de hoy conduzcan al futuro en la medida que se satisfagan las necesidades insatisfechas, que hoy son muchas.

El Estado no tiene divisas para enfrentar las necesidades de la nación. Lo que se impone entonces es un análisis del por qué ha ocurrido. La solución, por tanto, no puede ser agotar también los pocos recursos en manos del pueblo.

Por lo anterior, tanto el presente del que habla Valdés Mesa -que no tendrá solución con las medidas anunciadas para ordeñar los dólares en manos del pueblo-; como el futuro de Díaz-Canel, lo único que podrían lograr, y en eso no existe contradicción entre ellos, es garantizar la continuidad del fracaso.

Ni van a desarrollar la economía, ni a proporcionar las divisas que se requieren ni tampoco a mejorar los servicios ni el restringido abastecimiento, a menos que se procedan a una reforma estructural profunda, en dirección totalmente contraria a la actual ausencia de libertad económica que caracteriza a la Cuba de hoy y que constituye la causa principal del estancamiento y el retroceso sufrido.