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Fernando Ortiz: Nación, cubanidad y política

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Fernando Ortiz: Nación, cubanidad y política

Julio 28, 2020 - 11:05
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Jurista, antropólogo, etnólogo, historiador, sociólogo, catedrático, ensayista y político, Fernando Ortiz Fernández (1881-1969) fue uno de los pensadores más destacados del siglo XX cubano.

Doctor en Derecho Penal, Derecho Civil y Derecho Público; Miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País y presidente de la Sección de Educación; director de la Revista Bimestre Cubana; profesor de la Universidad de La Habana; fundador del Instituto Hispano Cubano de Cultura, de la Sociedad de Estudios Afrocubanos y de las revistas literarias Surco y Ultra. Autor de numerosas obras, entre ellas: Los Negros Brujos (1906), Entre Cubanos (1913), Los negros esclavos (1916), Historia de la Arqueología Indo-Cubana (1922), Las Relaciones Económicas entre Cuba y los Estados Unidos (1927), Contrapunteo Cubano del Tabaco y el Azúcar (1940), El Engaño de las Razas (1946) y La africanía en la música folclórica de Cuba (1950).

Entre los factores que caracterizaron su visión cultural, junto a la influencia materna están la asimilación del pensamiento progresista español asociado al positivismo y al regeneracionismo, el tránsito por la Universidad de La Habana y la Guerra de Independencia contra la metrópoli; factores que explican la preocupación de lo cubano en su obra; a pesar de que, como expresara la doctora Ana Cairo en abril de 1995, en un simposio a su memoria , que Fernando Ortiz se hace cubano fuera de Cuba[1].

El objetivo de los siguientes párrafos es despertar el interés sobre tres aspectos cruciales de sus estudios para la comprensión del retroceso sufrido por Cuba.

La nación

Los aportes de Ortiz al conocimiento de las raíces de la nación comenzaron por uno de sus componentes: Apenas regresé de mis años universitarios en el extranjero, me puse a escudriñar la vida cubana y en seguida me salió al paso el negro. Era natural que así fuera. Sin el negro Cuba no sería Cuba. No podía, pues, ser ignorado[2]. Había literatura abundante -dice- acerca de la esclavitud y de su abolición y de algunos hombres de color que habían logrado relieve nacional; pero nada del negro como ser humano, de su espíritu, de su historia, de sus antepasados, de sus lenguas, de sus artes, de sus valores positivos y de sus posibilidades sociales.

En “Los negros brujos” (1906) expuso el carácter poliétnico de la delincuencia y concluyó que había primitivismo tanto en los negros sojuzgados como en los blancos sojuzgadores; que la brujería blanca europea tenía confluencia con la negra y que era tan primitiva como ella, y por tanto no atribuible exclusivamente a la raza negra[3]; que la esclavitud era conocida en África, pero fue la trata la que la convirtió en temible. El negro, de repente, y en un país extraño, se halló en una condición extraña: la esclavitud, sin patria, sin familia, sin sociedad suya, con su impulsividad brutal comprimida, frente a una raza de superior civilización y enemiga, que la sometió a un trabajo rudo y constante al que no estaba acostumbrada[4].

Sobre los europeos explica que vinieron a las Indias como aventureros; y trajeron la impulsividad propia de su pueblo y profesión guerrera, filtrada a través de ocho siglos de guerras incesantes: A Cuba llegó un puñado de esos hombres en los que latía el heredado fervor bélico de las aún recientes guerras contra la morisma, a la que habían asistido muchos de ellos[5].

En “Los negros esclavos” (1916) plantea que negros y blancos encontraron en Cuba un ambiente tan nuevo y tan radicalmente distinto de aquel del cual eran originarios, que les era de todo punto imposible desenvolver su actividad y energías bajo las mismas normas que en sus países de procedencia, por lo que al factor antropológico se unieron otros sociales para determinar las características de la vida cubana[6].

La cubanidad

Los gérmenes de la cubanidad brotan de esos análisis. Todo español, por sólo llegar a Cuba -decía-, ya era distinto de lo que había sido; ya no era español de España. Esa inquietud constante, esa impulsividad tornadiza, esa provisionalidad de actitudes, fueron las inspiraciones primarias de nuestro carácter colectivo[7]. Y esos blancos trajeron a los negros africanos que conformaban una amalgama de pueblos diferenciados por sus culturas según sus procedencias. Culturas intermedias entre la taína y la azteca; ya con metales pero aún sin escritura, los cuales aportaron a la cubanidad su inmensa fuerza de trabajo que hizo posible la incorporación económica de Cuba a la civilización mundial[8].

Centrado en los principales componentes de la nación cubana planteó: No creemos que haya habido factores humanos más trascendentes para la cubanidad, la que define como la calidad de lo cubano, su manera de ser, su carácter, su índole, su condición distintiva, como la peculiaridad adjetiva del sustantivo cubano. Y como Cuba es una tierra y un pueblo, entonces lo cubano es lo propio de este país y de su gente[9]. Definió al cubanismo como el modo de hablar propio de los cubanos, como todo carácter propio de los cubanos y como tendencia a imitar lo cubano. La cubanidad es una relación de pertenencia a Cuba; es principalmente la peculiar calidad de una cultura, la de Cuba: es condición del alma, complejo de sentimientos, ideas y actitudes[10]. Y Cuba, por tanto, es un ajiaco resultante de las mezclas raciales y étnicas antes mencionadas.

La política

Con el ingreso al Partido Liberal en 1916, Ortiz se incorporó a la política: Representante a la Cámara; autor del Manifiesto del 2 de abril de 1923 de la Junta Cubana de Renovación Cívica; abogado defensor de los participantes en la Protesta de los Trece; firmante de la Carta Abierta a Gerardo Machado con motivo de la huelga de hambre de Julio Antonio Mella; e integrante del Grupo Minorista que se pronunció por una renovación en las letras y las artes.

En 1911 escribió: Hoy como ayer es un deber nacional de todo gobierno cubano continuar la historia patria en el sentido americanista, liberal y civilizador con que la escribieron nuestros antepasados, los que nos dieron conciencia de pueblo a fuerza de sacrificios[11].

En 1913 expuso: Los pueblos grandes son los que son grandes en virtudes cívicas, y los pueblos pequeños son los que no tienen esas dotes de solidaridad cívica, que son las únicas armas que llevan al triunfo y a la victoria[12].

Las relaciones con Estados Unidos las consideraba un mal necesario del que no se podía prescindir y desde el cual era necesario luchar para no ser absorbidos[13]. Su concepto era: Abramos las ventanas hacia el Norte, y aspiremos a todo pulmón las brisas culturales que de allá nos llegan. Americanicemos nuestra cultura si no queremos americanizar nuestra bandera[14].

Consideraba necesarias toda clase de conferencias públicas y de cursos breves para la formación ciudadana. Difundamos la instrucción -decía- vulgaricemos las verdades científicas.

En 1919 escribió La crisis política cubana: sus causas y sus remedios[15], en la cual me centraré en lo que él consideró causas fundamentales:

En las sociológicas ubicó la falta de preparación histórica del pueblo cubano para el ejercicio de los derechos políticos; cultura deficiente en las clases directoras, que impide refrenar sus egoísmos y hacerlos compaginables con los máximos intereses de la nación. En las políticas señaló la falta de leyes complementarias de la Constitución que garanticen el ejercicio de las libertades, lo que aumenta la indefensión cívica del pueblo ante el exceso de poder personal del Presidente; alejamiento de los mejores ciudadanos de los partidos políticos.

Para esos males propuso los correspondientes remedios: el fomento de la cultura como la mejor manera de refrenar la corrupción y fortificar el sentimiento nacionalista; la no reelección presidencial, la restricción de las facultades personales del Presidente; independencia absoluta del Poder Judicial y del Ministerio Fiscal; leyes complementarias de la Constitución de orden público, asociaciones, reuniones, prensa, penal, etcétera.

A manera de conclusión:

Hoy no se trata de continuar la historia patria, como planteó Ortiz en 1911, porque la patria hace rato fue descontinuada por los que desde el poder se apartaron de la senda democrática para enrumbarse hacia el totalitarismo. Se trata de regenerarla y en ese empeño vital, el caudal de ideas y propuestas de nuestro tercer descubridor, de las que en estas líneas he citado una minúscula fracción,  conservan tanta o más vigencia que en la época en que las formuló, pues la crisis política que él trató en 1919, hoy es tan profunda que ha colocado a Cuba al borde del desmembramiento y en la frontera de la hambruna.

La Habana, 25 de julio de 2020

[1] Viñalet, Ricardo. “Fernando Ortiz ante las secuelas del 98, un regenerador transculturado” La Habana, Fundación Fernando Ortiz, 2001, p. 85.

[2] Ibídem, p. 99.

[3] Ibídem, p. 92.

[4] Ibídem, p. 104.

[5] Ibídem, p. 102.

[6] Ortiz, Fernando. “Los negros esclavos”. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1996. p. 8.

[7] Ortiz, Fernando. “Estudios etnosociológicos”. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, p. 24.

[8] Ibídem, p. 25.

[9] Ibídem, p. 10.

[10] Ibídem, p. 14.

[11] Viñalet, Ricardo. “Fernando Ortiz ante las secuelas del 98, un regeneracionismo transculturado ” La Habana, Fundación Fernando Ortiz, 2001, p. 135.

[12] Ortiz, Fernando. “Entre cubanos, psicología tropical”, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1987.

[13] Viñalet, Ricardo. “Fernando Ortiz ante las secuelas del 98, un regeneracionismo transculturado”. La Habana, Fundación Fernando Ortiz, 2001, p. 112.

[14] Ibídem, p. 132.

[15] Antología del pensamiento liberal cubano desde fines del siglo XVIII hasta principios del siglo XX. Madrid, Fundación Liberal José Martí, 1994, pp. 222-229.

 

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