En memoria del insigne pedagogo Alfredo Miguel Aguayo Sánchez
Aguayo Sánchez, puertorriqueño de origen y cubano por nacionalización, es una de las figuras insignes de la pedagogía de Cuba.
La historia de Cuba, preñada de violencia, presta poca o ninguna atención a figuras y hechos significativos que, desde la paz, constituyen cimientos de la patria y de la nación; de ahí la importancia de rescatarlos. Con más razón, tratándose de una de las instituciones de mayor valía para el progreso humano: la enseñanza, que hace más de 60 años ha sido secuestrada en Cuba por el sistema totalitario de gobierno implantada por Fidel Castro.
Una de esas figuras insignes de la pedagogía cubana, es Alfredo Miguel Aguayo (1866-1948), puertorriqueño de origen y cubano por nacionalización, nacido un 28 de marzo, hace 157 años. Abogado, pedagogo, historiador de arte, ensayista y crítico, inició la carrera pedagógica en 1884 como profesor en el Colegio La Divina Caridad y en la escuela del Círculo de Trabajadores de La Habana, de la cual llegó a ser su director. En 1895 salió al exilio, acusado por un folleto independentista escrito por su padre y atribuido a él. Al regresar a Cuba, al término de la Guerra de Independencia, se consagró a la enseñanza.
En 1900, el Gobierno de Ocupación nombró a Miguel Aguayo director escolar de La Habana, quien dos años después creó la Escuela Normal por Correspondencia para la preparación de maestros. Fundó, también, la Escuela Normal de Verano, de la cual fue profesor, establecida por la Ley Escolar de 1900 para formar maestros que deberían ocupar las 3.000 aulas creadas por el Gobierno de Ocupación. Esta escuela, durante nueve años, fue la institución formadora más estable y extendida de la preparación magisterial.
En virtud de la misma ley de 1900, en diciembre de ese año, Aguayo propuso el establecimiento del Instituto Pedagógico, con dos finalidades: completar la instrucción del magisterio y formar a los nuevos maestros. De acuerdo con los informes de Enrique José Varona, secretario de Instrucción Pública a inicios de 1901, la Escuela Normal de Verano funcionaba en 19 poblaciones, con una asistencia de 506 alumnos.
Otro de sus esfuerzos en la formación del magisterio, fue la Revista Pedagógica Cubana, fundada el 15 de julio de 1900 y editada por la Asociación de Maestros, Maestras y Amantes de la Niñez Cubana, además de los concursos de Historia y Cívica para maestros y niños.
En 1903, Aguayo se doctoró en Pedagogía por la Universidad de La Habana, donde fue profesor auxiliar de Psicología en la Escuela de Pedagogía e Higiene Escolar. Allí, en 1906 ganó por oposición la cátedra de Pedagogía. Basado en las corrientes más modernas de su época, especialmente en el pragmatismo norteamericano de John Dewey, luchó por abolir los anticuados métodos existentes en la enseñanza en Cuba.
Dedicó especial atención a la pedagogía infantil. En 1912 fundó en la Universidad de La Habana un Laboratorio de Paidología para mediciones físicas y psíquicas.
Además del español, Aguayo dominaba plenamente los idiomas francés, italiano, inglés, alemán y latín. Fue autor de tratados de Pedagogía, Psicología y Didáctica. Organizó la Academia Pedagógica de La Habana para atender a profesores y maestros. Fundó, editó y dirigió la Revista de Educación de La Habana y colaboró en varias publicaciones periódicas de la época, entre ellas: Instrucción Primaria, Universidad de La Habana, Cuba Pedagógica, El Mundo, Revista Bimestre Cubana y Patria. Por su obra, en 1944 fue nombrado profesor emérito.
Resultado de la obra de Aguayo y de otros muchos destacados pedagogos cubanos insertados en la labor educativa de los gobiernos a lo largo de la República, en 1958 Cuba contaba con un sistema de escuelas normales de Kindergarten, Escuelas del Hogar y una Escuela Normal Rural. En ellas se graduaron los miles de magníficos pedagogos que encontró la Revolución en 1959.
En febrero de 1961, esas Escuelas Normales fueron clausuradas con la Resolución Ministerial número 557 y sustituidas por un nuevo plan de formación de maestros. Se expulsaron del país los sacerdotes extranjeros dedicados a la docencia, se promulgó la Ley de Nacionalización de la Enseñanza, y se reconoció al marxismo como ideología oficial.
A ese proyecto monopolizado por el Estado, que desconoció la labor de figuras como Alfredo Miguel Aguayo, se le otorgó, en 1976, rango constitucional. La Constitución de ese año, en su preámbulo, declaraba "la guía de la doctrina victoriosa del marxismo-leninismo", apoyados "en la amistad fraternal, la ayuda y la cooperación de la Unión Soviética y otros países socialistas". Y el Artículo 38 establecía que "la política educativa y cultural se atiene a la concepción científica del mundo establecida y desarrollada por el marxismo-leninismo; la enseñanza como función del Estado se dirige a la formación comunista de las nuevas generaciones".
El cierre de las Escuelas Normales, la prohibición de la enseñanza privada, la eliminación de la autonomía universitaria y de la libertad académica, fueron pasos encaminados a la implantación del actual modelo totalitario, que ha ocasionado un incalculable daño al sistema de enseñanza cubano.