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Cuba, la OEA y la CELAC

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Cuba, la OEA y la CELAC

Septiembre 24, 2021 - 08:45
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El mal es congénito. La CELAC fue concebida para el desmantelamiento de la OEA y el enfrentamiento con Estados Unidos. Cuba participaría sin compromisos vinculantes respecto a las libertades fundamentales.

De los objetivos de la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC) se ha escrito bastante: incrementar las relaciones económicas entre Cuba y México; apoyar al Gobierno cubano ante la profundidad de la crisis que enfrenta; propiciar un acercamiento entre Washington y La Habana; influir sobre Nicolás Maduro para evitar el naufragio que amenaza las negociaciones entre el Gobierno y la oposición de Venezuela; el intento de México, en ausencia de Brasil y Argentina, de liderar la región; oxigenar a la moribunda CELAC, separarse de la Organización de Estados Americanos (OEA) y, desde esa posición, establecer una integración económica de la región con Estados Unidos y Canadá.

La prioridad brindada por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a las relaciones ideológicas con los gobiernos de Cuba y Venezuela, frustraron dichos objetivos; no solo por la importancia que tienen las relaciones económicas de Estados Unidos con México, sino también los demás países de la región, cuyos comercios están estrechamente vinculados con el vecino del Norte: la primera potencia económica, científica y militar del mundo.

Con una CELAC debilitada a causa de la crisis venezolana que dividió a la región, enfrentar ese reto resultaba imposible; debilidad que ya era evidente en 2017, cuando después de cuatro años sin reunirse, a la cumbre anterior —celebrada en República Dominicana— asistieron muy pocos de los mandatarios.

Ahora, en la VI Cumbre, los discursos del canciller de Nicaragua contra Argentina, del peruano Pedro Castillo, que prefirió mirar hacia otra parte, pero especialmente los de los presidentes de Paraguay, Ecuador y Uruguay, quienes plantearon la falta de democracia y libertades en Cuba, Venezuela y Nicaragua, revelan lo que constituye un serio obstáculo para cualquier propuesta de integración. Sus palabras y las respuestas de Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel fueron suficientes para demostrar lo inaccesible de los propósitos de AMLO: la reunión terminó sin acuerdos importantes, sin definir el país que ocupará la próxima presidencia ni la fecha de dicho encuentro. La CELAC no pudo salir del empantanamiento, y la separación de la OEA ni se discutió ni apareció en el documento final del evento.

Los antecedentes permiten una comprensión de lo ocurrido. El mal de la CELAC es innato. Al crearse en Caracas en 2010 se adoptó una cláusula democrática en favor de la "unidad en la diversidad"; una fórmula concebida para que Cuba, un país totalitario, de partido único, sin libertades cívicas ni división de los poderes públicos, pudiera integrarse a las organizaciones regionales sin tener que democratizarse.

Precisamente la CELAC fue creada en el momento en que se debatía la reincorporación o no de Cuba a la Organización de Estados Americanos (OEA). Recordemos que la OEA se fundó en 1948, en el contexto de la Guerra Fría entre las dos grandes potencias emergidas de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos y la Unión Soviética; contexto en el que el Gobierno cubano concentró la propiedad en manos del Estado, expropió las empresas norteamericanas, restableció las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, declaró el carácter socialista de la revolución, intentó expandir la revolución al resto de la región y suprimió las libertades cívicas y políticas, lo cual generó fricciones con los vecinos, especialmente con Estados Unidos.

Para detener la influencia cubana, la OEA, liderada por Estados Unidos, en la VII Reunión de Consulta, en Costa Rica, 1960, declaró al sistema interamericano incompatible con cualquier forma de totalitarismo, y dos años después, en la VIII Reunión de Consulta en Uruguay, 1962, aprobó la exclusión de Cuba.

Superada la Guerra Fría, en septiembre de 2001 la OEA aprobó unos nuevos estatutos: la Carta Democrática Interamericana, documento vinculante que refrendó los elementos básicos de la democracia republicana como condiciones de obligatorio cumplimiento para todos sus miembros. Y en junio de 2009, dejó sin efecto la exclusión de Cuba; pero con la condición de que su reincorporación pasaba por la solicitud de la parte cubana, conforme a los propósitos y principios contenidos en la Carta Democrática.

Ante esa situación el Gobierno cubano tenía dos opciones: aferrarse al pasado y exigir su ingreso de forma incondicional o iniciar un proceso de diálogo de conformidad con las prácticas, propósitos y principios de dicha organización. Una vez fracasado el intento de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Perú para que Cuba fuera reincorporada incondicionalmente, el canciller cubano expresó, en mayo de 2009, que Cuba trabajaría para desmantelar la OEA y fundar una nueva organización de países latinoamericanos y caribeños, sin Estados Unidos. Dos semanas después, una declaración del Gobierno cubano, publicada en el diario Granma, ratificó que Cuba no regresaría a la OEA.

Desde ese momento los gobiernos bolivarianos, encabezados por Cuba y Venezuela, se enfrascaron en una lucha a muerte contra la OEA, como parte de la lucha contra Estados Unidos. El último capítulo de esa confrontación ha sido la ideologización extrema que caracterizó la cumbre de México, en lugar de concentrarse en los graves problemas de la región y en avanzar en materia de libertades y derechos humanos.

Es decir, la CELAC fue concebida para la integración regional y el enfrentamiento con Estados Unidos, en la cual Cuba participaría sin compromisos vinculantes respecto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales. Los trabajos preparativos para ese fin comenzaron en diciembre de 2008 en Brasil. La Cumbre Fundacional tuvo lugar en febrero de 2010 en México y la fundación definitiva se produjo en diciembre de 2011 en Venezuela. Seguidamente la primera Cumbre se celebró en Santiago de Chile (2013), la segunda en La Habana (2014), la tercera en Costa Rica (2015), la cuarta en Ecuador (2016) y la quinta en República Dominicana (2017). Luego el Salvador y Bolivia asumieron la presidencia, pero sin efectuarse reuniones cumbres. La sexta acaba de concluir en México 2021 con los resultados ya conocidos.

El mal de la CELAC era congénito, porque según reza en el documento fundacional, su primer objetivo consiste en "reafirmar que la preservación de la democracia y de los valores democráticos, la vigencia de las instituciones y el Estado de Derecho, el compromiso con el respeto y la plena vigencia de todos los derechos humanos para todos, son objetivos esenciales de nuestros países". Sin embargo, en ella se admitió a Cuba, país donde no existen libertades individuales, ni se respetan los derechos humanos. Es decir, la CELAC se creó para legitimar el modelo totalitario cubano a nivel regional.

El manido tema de hundir a la OEA y oxigenar a la CELAC fueron los dos grandes obstáculos que AMLO enfrentó en la VI Cumbre, con un costo político que ha puesto en peligro el liderazgo que se propuso asumir en la región; costo multiplicado por las alfombras rojas tendidas a los mandatarios de Cuba y Venezuela y otorgarle un discutido protagonismo al presidente cubano en los festejos por el 211 aniversario del Grito de Dolores, con el que se inició la lucha por la independencia de México el 16 de septiembre de 1810.

El fracaso de la VI Cumbre va de la mano con el del Gobierno cubano, necesitado desesperadamente de que Estados Unidos le alivie las medidas del embargo; algo muy improbable si Cuba no decide profundizar los cambios al interior del país, mucho más después del descalabro sufrido en México y de la reciente condena del Parlamento europeo.

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