Chibás en la Cuba de hoy y en la de mañana
Los cambios que propugnaba tenían que realizarse desde el esquema del personalismo y el caudillismo, dos de los fenómenos culturales más negativos y arraigados en nuestra historia política.
A 120 años del nacimiento de la República y después de múltiples cambios de hombres y de sistemas, la ausencia de libertades y la incapacidad gubernamental han conducido a la nación cubana a la crisis más profunda de su historia.
La capacidad emprendedora de los cubanos, demostrada a través del tiempo tanto dentro como fuera de sus límites geográficos, sacarán a la economía de Cuba del abismo a que ha sido conducida; pero esa capacidad es insuficiente para lograr el progreso sostenido que la nación requiere si a la vez no se le presta la atención que demandan los factores que condujeron a la actual crisis.
En esta oportunidad, aprovechando el 71 aniversario de la muerte del político y periodista Eduardo Chibás, me detengo en uno de los males de nuestra historia política: la corrupción.
Locuaz, osado y excéntrico, Chibás debutó en la vida pública en 1925, integró los directorios estudiantiles universitarios (DEU) de 1927 y de 1930, guardó prisión y estuvo exiliado. Militante del Partido Auténtico, electo delegado a la Asamblea Constituyente de 1940, representante a la Cámara y senador de la República. Chibás fue fundador en 1947 del Partido Ortodoxo y candidato a las elecciones presidenciales de 1948 y 1952.
Eduardo Chibás encabezó un movimiento contra la corrupción político-administrativa. Su lema era "Vergüenza contra dinero" y el símbolo una escoba para barrer la corrupción. "Los malos políticos —decía— le roban al pueblo para enriquecerse; todas las luchas políticas nacionales tienen su origen en la falta de honradez; es indispensable por lo tanto, poner las riendas de la República en manos limpias".
Su acierto radicó en llamar la atención sobre la corrupción; su error fue reducir la moral a la honradez administrativa. La simplificación del concepto le permitió emplearlo como arma política, pero lo inutilizó como instrumento de los cambios que requerían la clase política y el pueblo cubanos.
Sus denuncias y polémicas conformaron un estilo en la política basada en el uso intenso de los medios informativos, especialmente de la radio, gracias a la cual ocupó los primeros planos del interés público. Sus constantes descalificaciones y acusaciones lo caracterizaron: en 1939 acusó a Blas Roca de traidor; en 1942 inculpó al jefe de la Policía de extralimitarse en sus funciones; en 1945 acusó al ministro Carlos Miguel de Céspedes por la venta de un pedazo de la calle Paseo; en 1946 dijo que en el orden educacional Ramón Grau San Martín había hecho efectivo lo que fue sueño de Martí y anhelo de Estrada Palma, "que la República contara con más maestros que soldados"; y en 1948 calificó a Grau de "émulo de los Borgia", "el mayor simulador que ha dado el mundo desde los tempos de Calígula"; en 1950 acusó al presidente Carlos Prío por el asalto a un juzgado correccional; y así sucesivamente.
Calificado de loco, respondió en el periódico Crisol del 24 de octubre de 1949: "prefiero ser un loco con vergüenza que un ladrón desvergonzado". Carlos Prío, por su parte, al ganar las elecciones de 1948 expresó: "Chibás ha sido toda su vida un farsante. No es precisamente loco, sino un anormal. Chibás no sabe donde tiene el corazón ni conoce la existencia de la verdad". (Prío se refería al disparó que Chibás se realizó en noviembre de 1939 y que lo catapultó al segundo lugar en la votación para delegado a la Constituyente por el Partido Auténtico.)
La muerte estaba en su quehacer y su discurso. En enero de 1948, en una asamblea del Partido Ortodoxo, saltó sobre una mesa y gritó: "¡Tiren al corazón! ¡La Ortodoxia necesita un mártir!". En mayo de ese mismo año, durante un recorrido electoral por el oriente del país apuntó: "El día que Chibás crea advertir una extinción o una merma en el amor ciudadano, se parte de un balazo el corazón, no por cobardía ante el fracaso, sí para que su inmolación conduzca a la victoria de sus discípulos". El 5 de agosto de 1951, al no poder probar la acusación contra el ministro de Educación, Aureliano Sánchez Arango, se hizo el disparo que puso fin a su vida.
Su experiencia dentro del autenticismo, donde fue vocero y senador durante el Gobierno de Grau San Martín, lo llevó a la conclusión que "en un partido, las ideas fundamentales tiene mucha importancia, pero también tienen una importancia vital los hombres que van a ponerlas en práctica". Chibás consideraba al Partido Ortodoxo como "la única fuerza política que brinda al pueblo de Cuba una nueva perspectiva, la única que abre nuevos cauces al país: cauces de probidad y de grandeza".
Por su popularidad las encuestas lo daban como favorito para imponerse en las elecciones de 1952, pero al no poder probar la acusación que había realizado contra Aureliano Sánchez Arango por la supuesta adquisición de un reparto residencial en Guatemala, lo condujo al intento de "suicidio" que cegó su vida el 15 de agosto de 1951, durante su acostumbrada hora radial, donde lanzó el "último aldabonazo" a la conciencia cubana: "¡Pueblo de Cuba, levántate y anda! ¡Pueblo cubano, despierta!". Seguidamente se disparó en la ingle.
A manera de conclusión
Chibás concibió un paraíso perfecto construido desde su imaginación para imponerlo a una realidad compleja: expulsar a los ladrones del poder y situar en su lugar a un hombre honrado, servidor de la nación. Ese hombre tenía que ser su propia persona, que no apetecía ni necesitaba del patrimonio nacional. Por tanto, los cambios que propugnaba tenían que realizarse desde el esquema del personalismo y el caudillismo, dos de los fenómenos culturales más negativos y arraigados en nuestra historia política.
Imbuido de ideas mesiánicas sobre la historia, la moral y la política, el destino de Chibás demostró la imposibilidad de realizar cambios sociales positivos desde esa óptica en una nación en formación, donde los aspectos ético-morales siempre fueron deficitarios.
Por ello golpeó desesperadamente en la conciencia de la ciudadanía indiferente: "Pueblo de Cuba, despierta". Pero la realidad era otra y Chibás trataba de imponerle su esquema al margen de la experiencia, la historia y la psicología social.
Sus polémicas y acusaciones, en cambio, coadyuvaron al estado de ingobernabilidad que condujo al golpe de Estado de 1952 y a la revolución de 1959; mientras el mal de la corrupción, antes limitado a la conducta de algunos gobernantes, devino corrupción generalizada.
Su ejemplo confirma la imperiosa necesidad de la formación de los cubanos para actuar como sujeto de los cambios; para que la política, monopolizada por figuras o elites, por el personalismo, el mesianismo y el uso del poder público como coto privado, no vuelva a imponerse en el futuro.
El valor de la experiencia de Chibás para la Cuba que renacerá radica en la necesidad de erradicar todo lo que impida la libertad de los cubanos para participar en el destino de su nación como sujetos activos.