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Celia Cruz, tendrás el homenaje que mereces

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Celia Cruz, tendrás el homenaje que mereces

Septiembre 03, 2020 - 04:10
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Una respuesta a la manipulación en la televisión cubana a la figura de la guarachera de Cuba.

60 años después de ser condenada al ostracismo, Celia Cruz (1925-2003), cantante, bailarina y actriz cubana, fue escuchada nuevamente el pasado jueves 27 de agosto en la televisión nacional, en el programa "La pupila asombrada".

Su aparición no respondió a la suspensión de la larga sentencia, sino a la confirmación de aquel rasero trazado por Fidel Castro en 1961: dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución nada. El director de la revista Caimán Barbudo, Fidel Díaz Castro, quien tuvo a su cargo la reaparición, eligió, de entre cientos de canciones interpretadas por Celia, una dedicada a la Reforma Agraria de mayo de 1959, como prueba de que solo se permite su regreso "dentro de la revolución".

Hace 14 años, el 21 de julio de 2004, con motivo de la muerte de Antonio Gades, el diario oficial Granma publicó una foto del bailarín español y le dedicó una página completa, encabezada con la inscripción: "Antonio Gades. Lamentable pérdida de un inmenso amigo", al que calificó como defensor indeclinable de la Revolución cubana. Un año antes, el 16 de julio del 2003, cuando el mundo entero lloraba la muerte de Celia Cruz, Granma publicó una escueta nota, calificándola de "activa en las campañas contra la revolución cubana en las últimas décadas e ídolo de la contrarrevolución".

En esa oportunidad, a modo de respuesta, publiqué en la revista Vitral "Celia sí, y Gades también", para evidenciar el trato diferencial brindado a dichos artistas. Allí expuse: ¿Es que Gades es un amigo y Celia una enemiga de Cuba? La respuesta es sencilla. Se trata del pernicioso efecto del control político sobre el arte. Gades se identificó con la ideología del poder, Celia tuvo que abandonar su tierra por no compartir ese poder. Y preguntaba: ¿Cuba es solo de los revolucionarios, aunque no sean cubanos? ¿Qué es Cuba, pueblo y gobierno, o solo gobierno? ¿A qué cubano se le consultó si consideraba a Celia amiga o enemiga? Solo en una cosa tenía razón el Granma: Ella no era amiga de Cuba, Celia, sencillamente, era Cuba.

En cuanto a méritos, cité que Celia recibió una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood; se le adjudicó su nombre a un tramo de la miamense Calle Ocho; recibió dos Grammy, premio al que fue nominada en 15 oportunidades; y tres Grammy Latinos; grabó más de 70 álbumes; por los millones de copias vendidas obtuvo numerosos discos de oro y platino; recibió tres doctorados honoris causa en diversas universidades norteamericanas; y el presidente Clinton le impuso el National "Endowment for the Arts", la más alta condecoración en esa esfera.

Celia trascendió los límites nacionales al influir en la música latina con la música cubana y devenir genuina embajadora de esa manifestación artística. Su dimensión espacial fue de tal envergadura que en diversos lugares del planeta se le calificó de "institución de la música tropical", "artista de talla internacional", "leyenda musical", "reina de la salsa", "azúcar", "la guarachera de Cuba", "la que sacó a Cuba del mar de las Antillas y la paseó por el mundo".

Siendo mujer y negra, Celia se impuso en una sociedad dominada por arraigados prejuicios machistas y raciales: cada año, merecidamente, en Cuba se desarrolla el festival Benny Moré, en memoria del "Bárbaro del Ritmo", el más grande cantante popular cubano; mientras, a la guarachera de Cuba, la más grande cantante popular de nuestro país, se le condenó al ostracismo, su nombre fue excluido de los diccionarios musicales, su voz censurada en los medios de difusión, y lo peor y más inhumano: se le prohibió asistir a los funerales de su madre en 1961.

En una oportunidad declaró: "he abandonado todo lo que más quería porque intuí enseguida que Fidel Castro quería implantar una dictadura comunista". En Celia, mi vida, un libro autobiográfico, relata que intentó regresar a Cuba para despedirse de su madre, muy enferma, pero no se le permitió aguantarle la mano cuando se estaba muriendo, por lo que decidió no pisar nunca más suelo cubano hasta que no desapareciera ese sistema. Después de ese hecho, ocurrido el 7 de abril de 1962, cuando le prohibieron entrar a Cuba por la muerte de su madre, se produjo su radicalización.

Con su presentación en la "La pupila asombrada" se intentó fallidamente presentarla a generaciones de cubanos que no la conocieron como una persona sin criterios propios, que dejó manipularse por los "enemigos", como expresó el presentador: la ultraderecha terminó cogiéndola como el ícono de la lucha contra la Revolución Cubana. Una demostración de lo que ocurre cuando la cultura en general y el arte en particular se convierten en instrumento del poder.

Digo fallidamente porque estamos en tiempos diferentes. No es lo mismo el año 2003 que el 2020. Ahora un grupo de personalidades cubanas ha levantado la voz. Entre ellas la musicóloga Rosa Marquetti, quien ha calificado la presentación como tendenciosa, manipuladora y reduccionista; el periodista Carlos Olivares Baró, quien recordó que en una entrevista que le hizo a Celia, el editor quería poner en los créditos que era cubana-estadounidense, y ella le dijo: "Carlos, que quiten eso: soy cubana y nada más que cubana"; mientras el escritor Ramón Fernández Larrea señaló: "confunden lo cubano con lo castrista. Si no eres castrista no eres cubano, en su estrecho y malintencionado medidor".

Repito las palabras con que cerré el artículo publicado en Vitral hace 14 años: Su dimensión universal no la apartó nunca de Cuba. Celia fue y es cubana. "Me falta mi tierra, Cuba —expresó en más de una oportunidad— pero algún día la recuperaré".

Y añado ahora, ese día, aunque no vayas a estar físicamente, estarás, porque nunca dejaste de estar; ese día tendrás el homenaje que tu pueblo te debe. Será una genuina presentación, no mutilada, sino sencillamente como eras y eres: como Celia, la guarachera de Cuba.

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