José de la Luz y Caballero, forjador de hombres
Un día como hoy fallecía en La Habana José de la Luz y Caballero, impulsor de la ciencia en Cuba, insigne filósofo, y uno de nuestros más brillantes pedagogos.
El 22 de junio de 1862 fallecía en La Habana, a la edad de 62 años, José de la Luz y Caballero, impulsor de la ciencia en Cuba, insigne filósofo, y uno de nuestros más brillantes pedagogos. Huérfano de padre, su educación la había asumido el tío materno José Agustín Caballero, uno de los forjadores de la nacionalidad cubana. Luz estudió en el Convento de San Francisco, y se graduó de bachiller en Filosofía en la Real y Pontificia Universidad San Jerónimo de La Habana. Dominaba los idiomas inglés, francés, italiano y alemán.
Entre 1828 y 1831 realizó un viaje por EEUU y Europa occidental, que abonó sus ya despiertas inquietudes filosóficas, científicas y pedagógicas. Durante su recorrido estableció relaciones con figuras célebres de la ciencia y la cultura, como Cuvier, Michelet, Longfellow, Walter Scott y Goethe, viaje que multiplicó sus inquietudes.
Luz filósofo
La tradición filosófica cubana, inaugurada por José Agustín Caballero con su Philosofia electiva (1797), y continuada por Félix Varela con sus Lecciones de Filosofía (1818-1820) y Miscelánea filosófica (1819), recibió un fuerte impulso con José de la Luz y Caballero. Sus ideas, identificadas con los empiristas ingleses Francis Bacon y John Locke, quedaron dispersas en aforismos, escritos académicos y polémicas, pues como expresó la profesora Zaira Rodríguez, antes de sistematizar la filosofía Luz se dedicó a la enseñanza y a la polémica. Como él mismo confesó al pintor estadounidense Juan Jorge Peoli (1825-1893), no podía sentarse a hacer libros porque le faltaba el tiempo para hacer hombres.
A partir de la filosofía, Luz predicó las ventajas del empleo del método experimental en todos los órdenes de la investigación. Su tesis consistía en "dar primacía al estudio de las ciencias físico-naturales, sobre el estudio de las ideas puras". En el Seminario San Carlos y San Ambrosio ejerció la cátedra de esta disciplina que antes había sido impartida por Félix Varela y José Antonio Saco.
Luz educador
Si destacado fue su aporte a la filosofía y a la ciencia en Cuba, magistral y precursora fue su labor pedagógica, cuya esencia puede resumir en uno de sus aforismos: "Tengamos el magisterio y Cuba será nuestra".
Para Luz la educación debía ser tan experimental de los conocimientos como la Física o la Química. Y en cuanto a su credo, estableció que antes de la revolución y la independencia, la educación: "Hombres más que instituciones, suelen necesitar los pueblos para tener instituciones". En consecuencia, se consagró a esa labor: "Cuba no está preparada para la independencia; para que lo esté, soy yo ahora maestro de escuela".
En 1831, a su regresó de EEUU y Europa, se incorporó a la Sociedad Patriótica de Amigos del País, donde además de inspector de escuela, fue vicedirector, director y responsable de la sección de Educación. Fundó un colegio con el nombre de El Ateneo y en 1834 asumió la dirección del Colegio San Cristóbal, ubicado en el barrio habanero de Carraguao, El Cerro, donde introdujo el método explicativo contrario a la memorización.
En 1838 creó una cátedra de Filosofía en el Convento de San Francisco, y en 1848 fundó el colegio El Salvador, donde todo lo valioso que acumuló de sus relaciones con el padre Félix Varela y los más insignes hombres de su época, lo amalgamó con los últimos adelantos de la pedagogía, lo enriqueció con su sapiencia, lo adaptó a las condiciones de Cuba y lo entregó a sus alumnos, incluido Rafael María de Mendive, maestro de José Martí. Sin su obra no puede entenderse el independentismo de la segunda mitad del siglo XIX, en el que participaron más de 200 de sus discípulos, entre ellos Ignacio Agramonte.
Luz se propuso renovar la escuela cubana. Con ese fin propuso la formación de un magisterio en Escuelas Normales. Ante los obstáculos para su realización desarrolló el plan que denominó "maestros intermediarios", que se apoyaba en los estudiantes más aventajados y con aptitudes como maestros. Para valorar su visión, baste decir que la primera Escuela Normal pública en EEUU se fundó en 1839, seis años después de su propuesta.
Su reiterado y conocido aforismo: "Instruir puede cualquiera; educar solo quien sea un evangelio vivo", y la inmortal frase "Antes quisiera, no digo yo que se desplomaran las instituciones de los hombres —reyes y emperadores—, los astros mismos del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de la justicia, ese sol del mundo moral", son suficientes para aquilatar su altísimo concepto de la educación y el merecido calificativo de padre de la pedagogía cubana.
Luz político
Las concepciones políticas son medulares para lograr la democracia. Consideraba que cada uno es libre de sus pensamientos; de ahí que las discrepancias entre hombres e ideas las tuviera como normales y necesarias. Planteaba que en toda revolución hay que tener en cuenta la oportunidad: el momento preciso para la acción, y afirmaba que la libertad es "el alma del cuerpo social", sin más freno que la razón y la virtud.
Luz fue el pedagogo más notable del siglo XIX cubano. Manuel Sanguily definió su figura con las siguientes palabras: "había nacido con el espíritu preparado para la virtud, con el cerebro preparado para la sabiduría, con el corazón preparado para el amor".
Resulta inaceptable que 161 años después de la desaparición física del padre de la pedagogía cubana, la enseñanza en la Isla, monopolizada por un Estado totalitario, haya ignorado el esfuerzo del apostolado de José de la Luz y Caballero. Que haya eliminado tal régimen las libertades más elementales —tanto en el campo de la enseñanza como en toda la sociedad?—, hasta conducirla al deplorable estado en que hoy se encuentra.
Con el rescate de la figura de José de la Luz y Caballero y el ejercicio de su legado estamos, pues, ante otros de los retos para el renacimiento de Cuba, que tiene como premisa la forja de ciudadanos.