¿Cómo salir de la crisis económica en Cuba?
El Gobierno, atrapado por la ideología, los intereses y las responsabilidades contraídos, carece de voluntad política para corregir el rumbo y sustituir el modelo implantado. La reciente Constitución dirigida a blindar el fallido modelo y el intento, ante la insolvencia financiera de nutrirse de las remesas familiares y regresar a la dolarización, demuestran el fracaso
Nota: El presente trabajo es uno de los cinco segundos lugares del Concurso ¿Cómo salir de la crisis económica en Cuba?, organizado por el Observatorio Cubano de Conflictos (OCC) y la plataforma Apretaste. En el certamen se presentaron cerca de 900 trabajos con opiniones sobre diez medidas propuestas por expertos para salir de la crisis económica en la Isla.
Las crisis sociales pueden ser parciales o estructurales. Las estructurales, como afectan a todos los componentes de una sociedad requiere de soluciones integrales. La crisis de Cuba abarca desde la economía hasta la espiritualidad, es por tanto estructural.
Con marcadas diferencias sociales en 1959 la economía de Cuba era una de las más fuertes de la región. Hoy las diferencias sociales subsisten y crecen, mientras la economía retrocede. Las causas principales son internas: el estatismo implantado, el desmontaje de la institucionalidad que existía y la pérdida de las libertades ciudadanas.
El Gobierno, atrapado por la ideología, los intereses y las responsabilidades contraídos, carece de voluntad política para corregir el rumbo y sustituir el modelo implantado. La reciente Constitución dirigida a blindar el fallido modelo y el intento, ante la insolvencia financiera de nutrirse de las remesas familiares y regresar a la dolarización, demuestran el fracaso.
La salida de tal estado resulta imposible sin restituir las libertades que requieren la naturaleza y funciones de la economía. Ello implica la democratización de las relaciones económicas, pues el pueblo, carente de los instrumentos cívicos y jurídicos, está impedido de viabilizar ninguna propuesta de cambio. Para que las diez medidas propuestas sean efectivas tienen que estar acompañadas de cambios en el ámbito de la política.
La democratización no es un acto de rendición ante el "enemigo" sino el reconocimiento de los derechos del pueblo cubano de participar como sujeto activo en los destinos de la nación. Desde esa visión, el cuentapropismo; la agencia empleadora; la creación de pequeñas y medianas empresas privadas y cooperativas; la eliminación del monopolio de la exportación e importación; el libre mercado y la unificación monetaria, son imposibles sin cambios políticos.
En mi opinión, entre otras medidas, se impone una nueva Ley de inversiones que incluya a los nacionales; un nuevo Código de Trabajo que refrende la libre sindicalización y la autonomía del sindicalismo en concordancia con el Convenio 87 de la OIT sobre la libertad sindical; la creación de verdaderas cooperativas basadas en los principios establecidos por la Asociación Cooperativa Internacional, a diferencia de lo que ocurre en Cuba donde las cooperativas son asociaciones de usufructuarios dependientes del Estado.
Esas medidas movilizarían la capacidad emprendedora de los cubanos, generarían una oferta creciente, variada y con calidad de productos, canalizarían una parte de las remesas familiares hacia las inversiones, crearían nuevas fuentes de empleo, generarían esperanzas e influirían en la disminución del éxodo al exterior.
La viabilidad de la combinación de cambios económicos y políticos depende de la salida del poder de la generación que condujo a Cuba a la crisis, la cual se niega a cambiar. Sin embargo, la coincidencia de la biología, el contexto internacional desfavorable, el hastío del pueblo y la toma de conciencia, ayudada por las redes sociales, impiden el sostenimiento de un modelo agotado y totalmente ajeno a la naturaleza humana. Ese cambio que ya está en marcha.